Este título alude a conceptos de izquierda y derecha en política. Su origen fue la ubicación topográfica de quienes se colocaban a la derecha del presidente del Senado y defendían al viejo régimen, mientras los revolucionarios que preconizaban la República, lo hacían en el lado izquierdo.
Pero en la vida, como decía el bodeguero Lolito de la calle Igualdad de Cumaná, “el tiempo, todo lo cubre y todo lo descubre”. Y en nuestra América ese antecedente postrevolución 1789, muestra, 230 años después, no una izquierda sino tres: la primera es la revolucionaria. Que jamás afloja las banderas del socialismo. Obvio, se convierte en objetivo de la furia imperial. Axiomático, es la única fuerza que en 10 años del siglo XX empujó 6 líderes disidentes a la Presidencia. Y nos convirtió, según Obama, en “amenaza para los EEUU”. A su pesar se mantiene allí, por la voluntad indoblegable de Cuba, Nicaragua y Venezuela.
La segunda izquierda: la complaciente socialdemocracia. Que rescata las “cosas positivas” de la sociedad de los desiguales. Mientras, medra y “bucea” un puesto en el olimpo o un altar en su iglesia. Mendigando, manque sea, un “tiramealgo” o “un peor es nada” como ideología. Y gradúan de perros falderos. Con un disfraz de izquierda social “arrrimada”.
La tercera la “izquierda imperialista”, extraña avis rara, que habita en los tuétanos del partido Demócrata estadounidense, e hiberna en ciertos partidos “comunistas” y “obreros”, europeos viven de apoyar medidas neoliberales y recibir migajas mientras defiende y sostiene el ideal neoliberal, caso, Lech Walesa. Y disfrazan de liberales dentro de sus países imperialistas, mientras son intervencionistas afuera de ellos. En esta esquizofrenia viven los países de la OTAN. Y en reciente espasmo, hasta los “impolutos” nórdicos, se igualan y subordinan a las impertinencias emanadas del Pentágono, voceadas por el onírico Biden.
Pero este fenómeno tiene en Chile una representación lastimosa en los “comunistas”: Bachelet y Boric, que, junto a los uruguayos del Frente Amplio, están como para cantarles “botaste la bola…negro, botaste la bola”. Boric, por ejemplo, patina hacia el centro, y logra 41% de desconfianza, el pueblo no lo ve capaz de cumplir sus promesas electorales. Más grave, 37%, no está de acuerdo ahora con que se cambie la Constitución de Pinochet, cuya intención de voto apenas logra 40%. El voto rechazo en mayo 22 es 45%, según la encuestadora Cadem.