Siempre la segunda vuelta de la contienda electoral de los vecinos colombianos ha sido ruda, pero nunca como en esta ocasión, porque lo que se juega el país se parece muy poco a la encrucijada que se dirimió en anteriores elecciones. Colombia cambiará totalmente de rumbo, cualquiera que sea la alternativa que seleccionen los ciudadanos, y ambas están empeñadas en producir una transformación cuyo alcance únicamente está en la mente de cada uno de los aspirantes a la Casa de Nariño.
El caso es que en Colombia el voto de los colombianos será “en contra de” y no “a favor de”. De un lado, Rodolfo Hernández cuenta con un equipo que ha conseguido armar una propuesta de atención a los más grandes retos del país. Pero el candidato no consigue explicitar de manera clara cómo producirá el vuelco en contra de la política tradicional que preconiza. Todos se preguntan cómo, sin contar con un apoyo de las fuerzas que integran el Congreso, implementará políticas y desarrollará proyectos necesarios para el avance del país en épocas turbulentas. En la orilla contraria, el izquierdista Gustavo Petro nunca ha sido diáfano en sus propuestas y las que ha adelantado son de un corte tal en materia de controles radicales que puede llevar la economía a la paralización instantánea, a la desconfianza del inversionista, al aislamiento en un mundo cada día más interdependiente y a la ruina a una velocidad inusitada.
Las personalidades y actuaciones públicas de cada uno de estos líderes son en extremo polémicas. El electorado se debate dentro del sentimiento de estar acudiendo con una venda en los ojos a la selección del hombre y del programa que dirigirá sus destinos. ¡Menudo drama para un país urgido de una propuesta de desarrollo consistente y de la confianza de los administrados!
Hernández sigue capturando el voto “antiestablishment” y el de los más conservadores. Por ello, cada vez que un líder de cualquier partido le apoya se lesiona su favorabilidad en el seno de aquellos que son simpatizantes de un verdadero cambio. Por su lado, Petro es un buen agente de debate con años de experiencia y lo hace con mayor maestría. Domina bien el tema de las redes sociales y ha sido bueno en moderar su discurso en la medida en que el tiempo pasa, para intentar acercar a quienes ven su presidencia como un salto al abismo. Nada en este hombre suena sincero ni transparente.
Pero como el cambio es el plato fuerte de ambos candidatos, es preciso que ellos y sus adláteres sean estridentes en sus propuestas y exagerados en sus críticas. Nada más equivocado cuando lo que debe privar es la cordura y la transparencia, el apego a soluciones factibles y el abandono de proyectos ilusorios o quiméricos. Eso es lo que reclama Colombia.
Cada ciudadano que se acerque a las urnas irá armado de emociones y sentimientos más que de racionalidad en el voto. Y esto resulta ser en extremo peligroso. Se piensa que el voto el blanco va a ser numeroso. Pero es mucho más grave que la abstención pueda ganar la partida como ya lo hizo en la primera vuelta. No solo el país quedará dividido en dos toletes políticos enfrentados sino que, además, el país que no vota será casi tan grande como la mitad de la población electoral colombiana.
A grandes rasgos, si la votación fuera hoy Petro tendría en su haber 42% de los votos y Hernández 41%… o viceversa. Solo depende de la manera de medir de la opinión de cada encuestador. Es decir, Colombia se dirige a un empate virtual. Uno de cada ocho colombianos no sabe por quién votar y si se animaran a hacerlo atendiendo al llamado de la sociedad y de los candidatos, son estos ciudadanos – 16% de los electores – quienes inclinarán la balanza de uno u otro lado o harán aún más dramática la polarización.
¿Cuál es peligro de esta situación? Inestabilidad y enfrentamiento: el ambiente ideal para el caos. Si recordamos que las votaciones parlamentarias de hace unas semanas terminaron con un conteo a favor de Gustavo Petro que puede calificarse de irregular, el ambiente está listo para desórdenes, acusaciones de fraude, todo lo que abonará en favor de una paralización que el país no se puede permitir.
Este es el escenario a apenas una semana de la hora cero. Que cada ciudadano aquilate bien de cada propuesta el beneficio que puede extraer la ciudadanía y que sopese hacia dónde están pretendiendo Gustavo Petro y los suyos inclinar la balanza para pescar en río revuelto.