Absurdo desaprovechar el flash-vintage del género epistolar “abierto”. Su rentrée insomnia al Presidente Biden, por la proliferación de cartas, y la premura de responderlas. Va una a mi gran amigo Felipe Mujica y a la dirección del MAS, a la que pertenecí casi diez años, hasta que terminamos sin rencores ni ofensas de nuestra parte y de la que soy amigo cercano. El comienzo del final es en 1983; para el bicentenario de Bolívar, Ramón J. Velásquez convocó en Caracas el Congreso Internacional del Pensamiento Político, con casi mil representantes de todas partes del mundo. Jean Maninat y yo, delegados por Venezuela, expusimos respectivamente que Nicaragua sandinista degeneraba en un sistema totalitario tal como “Cuba: isla profética”, según la llamó el escritor chupamedias norteamericano Waldo Frank. De allí salió un librito nuestro, testigo que siempre acaricio con cariño y agradecimiento, Cuba, Nicaragua: expectativas y frustraciones.
Produjo una reacción feroz de la izquierda, vacuas amenazas de muerte, intelectuales y gacetilleros, perritos que buscaban huesos entre la basura, recogían firmas contra nosotros: y nos repudiaron miembros de la D.N del MAS. En reuniones de “avenimiento” con Márquez y Petkoff en las que nadie creía, sostuve que no podía ser dirigente de un partido que admiraba a Castro y Ortega, y que podría eventualmente apoyar uno parecido, y bye, bye.”. Nos gustaba el vendaval de insultos del fidelismo, porque no hay que temer cuando se actúa correctamente, dice Ayn Rand y aprendimos que los repudios imbéciles son credenciales para el futuro. Quince años después, en 1998, la convención masista que eligió al candidato presidencial, sacó a empellones a Márquez y Petkoff, y ni siquiera les permitió dirigirse al pleno. Irrupción indetenible de abajo hacia arriba de un partido educado, como dijimos entonces, en que Castro y Ortega eran helados de chocolate. El mundo cambió y el MAS también. El socialismo es hoy urbis et orbi no una empresa gloriosa, sino una maldición que causó terribles sufrimientos a gran parte de la humanidad. El MAS lo sabe.
No solo sucumbe el bloque soviético con el Muro de Berlín, sino que las versiones más o menos blandas de socialismo llevaron lo suyo en los 80. El esquema rooseveltiano arrastró a EE. UU a la decadencia y al casi naufragio, hasta que Reagan y Clinton asumen la globalización, la competitividad y la inversión; la Europa criptocolectivista estaba en crisis, hasta Thatcher, Felipe González, Mitterrand reloaded, y los demás asumieron la apertura (hoy los dinosaurios de Melenchon rugen en la cueva). América latina zozobró en la aterradora deuda externa bajo el influjo de “anticapitalismo” rosado de Cepal y casi se ahoga, de no ser por el FMI. “El neoliberalismo”, fue el invento semiótico-propagandístico brillante de la izquierda para pasar a la ofensiva sin rendir cuentas de su fracaso universal. Diferencia diametral, en Alemania post segunda guerra, la democracia cristiana diseñó la “economía social de mercado” que convirtió al país en el motor de Europa.
Con el nuevo milenio todo parecía progreso, democratización, ¡y en eso llega el socialismo del siglo XXI y Venezuela entra al cuarto mundo! Aunque el único colectivismo bueno es el colectivismo muerto, como demostró China, sus viudas tienen el chiste de blandir que sí hay socialismo exitoso: Suecia. Pablo Iglesias p.ej., saca de la chistera un divertido sofisma: el socialismo se extinguió porque sus dictaduras mataron los países de miseria, pero Suecia sería socialista por su bienestar social. Además, Forbes, revista de la ortodoxia “capitalista”, ubica a Suecia de primera en el ranking de países con mayores grados de libertad económica sin interferencias burocráticas, diez y catorce puestos más arriba que Francia y España, por cierto. Según el Indice de Libertad Económica, creado por Milton Friedman y que hoy publica el Instituto Fraser, los países nórdicos, Suecia, Dinamarca, Noruega, Finlandia tienen casi absoluta libertad de obstáculos para las empresas.
Venezuela comienza de nuevo a romper con el pensamiento anacrónico y nace un capital popular masivo con el emprendimiento. Millones de venezolanos salieron a ganarse la vida porque los cuatro dólares que paga la administración pública y la bolsa del Clap no sirven. Y arranca la prédica que atribuye este incipiente proceso de acumulación de riqueza a los fantoches de derecha (“la burbuja”) y de izquierda (el “neoliberalismo”). En los ochenta las hiperdevaluaciones y devaluaciones, hiperinflaciones e inflaciones, desempleo, recesión, estancamiento, miseria, colapso político, producto del colectivismo, para el biribirloque de importantes centros de poder anacrónico, se transubstancian en resultado de lo que hizo el FMI, que los detuvo. En EEUU la prensa progre culpaba a Reagan y los chicago boy´s (hablaban de “neoconservadores”) que dejaban morir “criminalmente” obsoletas industrias metalmecánicas, y los círculos de derecha lloran por el “cinturón del óxido”, estados “arruinados”. Pero Clinton creó 20 millones de empleos y EEUU pasó a ser otra vez primera potencia, sin hablar de China, Vietnam, Chile, Hong Kong, Malasia, Singapur, Surcorea. Roguemos para que al gobierno venezolano no le falle el pulso, ni a la oposición el tino. Abrazos, Felipe.
@CarlosRaulHer