25 de noviembre de 2024 6:04 PM

Fernando Rodríguez: Justos y pecadores

Como es tema que al parecer crece en la esquelética opinión pública vernácula, permitámonos tomarlo al menos como hipótesis. Para mí absurda, pero bueno, yo no soy más que un opinador más. Se trata de la idea de que la satrapía que hemos vivido un sustancial trozo de nuestras vidas, quizás de las más siniestras de un continente ha conocido, comienza a recuperarse. Económicamente, entre otras cosas porque todavía el petróleo puede hacer milagros, a pesar de la destrucción y saqueo de Pdvsa y la emergencia mundial de más humanas y amables energías no contaminantes y renovables. Pero incluso lleguemos a delirar en que los sátrapas, y sus siniestras tropas, van a reponer instituciones y libertades, al menos al nivel anterior a la tiranía, que tampoco eran tan felices como se dice. Pero formulada la curiosa hipótesis: tiranos y nuevos cómplices, algunos otrora feroces enemigos, que van a revertir la tiranía que los ha  hecho amos del poder y la riqueza de todos, pasemos al tema que quiero bosquejar.

El Nacional

Se trata de que pienso que hay un tópico, el de la moralidad pública, que habrá que tomar en cuenta por un lapso prolongado. Así el tiempo, al fin y al cabo, siempre momifica o borra; pero mientras llega la nueva era ética, esta va a pesar y amargar y trabar la conciencia nacional. Yo diría que, en los dos sentidos posibles, lo que hicimos y lo que no hicimos, en décadas de oprobio y sumisión.

Los depredadores y déspotas saben de sus delitos y placeres y de sus culpas y tormentos. No vale la pena desglosarlo.

Pero no creo que nadie pueda celebrar hoy esta larga jornada que llamamos resistencia. Para empezar, todo el mundo corea que la oposición ha sido torpe e ineficiente, y al parecer incorregible. Culpable, pues, de la manifiesta impotencia dominante en esta larga noche. Pero eso no debe plantearse así. Eso es pura y simple antipolítica: los políticos, ciertamente infelices, son los únicos responsables de las desgracias inmensas del país. Pero las otras voces cívicas, la sociedad civil para simplificar,  son reos de pasividad y de frecuentes traiciones. En realidad es un círculo: la oposición no marcha porque no tiene una vanguardia eficiente que la oriente y el país tiene esa pobre dirigencia porque no la genera ni impulsa.

De manera que la nación ha sido la culpable, señor. Y eso se paga. Los que se fueron sin pensarlo dos veces y sin imperiosa necesidad para mantener su “calidad de vida”, por supuesto no las grandes mayorías de pobres que se fueron porque ya no tenían vida. La prolongada ignorancia de la tragedia pública, hasta llegar al silencio más asombroso. Los gremios y sectores diversos desdibujados paulatinamente: sindicatos, estudiantes, intelectuales, juventud, profesionales: esa es también la laboriosa y productiva sociedad civil, tan distinta de la catadura falsa y ambiciosa de los políticos. Aunque yo salvaría a asociaciones verdaderamente impecables en el campo de los derechos humanos, la libertad de expresión, la ayuda humanitaria, la denuncia del saqueo nacional (Armando info, vgr.) sectores de la Iglesia y otros tantos; ejemplares diría.

Con ese fardo cargaremos como país un largo trecho si hay buen viento. La vergüenza moral de nuestras ausencias y falta de combatividad, ¿por qué me viene ahora a la mente la palabra Ucrania?

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