En otro desafío a uno de los aparatos de represión más crueles del mundo, el líder opositor ruso Alexéi Navalny ha hecho un llamado urgente a salir a las calles hasta en el rincón más apartado del planeta para exigir el fin de la guerra de agresión contra Ucrania desatada por Vladimir Putin el jueves 24 de febrero.
Carlos Silva / El Nacional
“Es la tercera década del siglo XXI, y estamos viendo noticias sobre personas que se queman en los tanques y casas bombardeadas”, escribió Navalny en Twitter el 2 de marzo. “Estamos viendo amenazas reales de iniciar una guerra nuclear en nuestros televisores”. Esto hiela la sangre, sobre todo porque la intimidación proviene de la mente de “nuestro obviamente loco zar”. Y porque lo afirma alguien que conoce al monstruo en sus entrañas. El mismo monstruo que envió a Siberia un comando de agentes secretos para envenenar con una droga empleada en pesticidas a su opositor más feroz.
Sin embargo, “apretando los dientes y superando el miedo”, hay que salir a las calles para luchar por la paz, arenga Navalny. Afirma que Putin no es Rusia. Y se declara orgulloso de miles de personas detenidas en su país porque –sin ningún llamado– salieron con pancartas que decían “No a la guerra”. Una que con sus tonterías seudohistóricas se ha convertido en excusa del zar loco “para que los rusos maten a los ucranianos, y que los ucranianos maten a los rusos mientras se defienden”.
Creador de la ONG Fondo de Lucha contra la Corrupción, Navalny ha dicho –mucho antes que Occidente– que sabe quiénes son los financistas y testaferros de Putin. El martes 19 de enero de 2021 -dos días después de su arresto– reveló una investigación que apunta a un entramado de empresas fantasmas que involucra a un club de íntimos de Putin, entre ellos Igor Sechin, de la petrolera Rosneft.
Es probable que el líder de la oposición más prominente de Rusia sirva de inspiración y ayude también a correr el cortinaje de la conexión criminal entre Moscú y las mafias en el poder en Venezuela que burlan las sanciones de Estados Unidos. A Putin y a Maduro -ya se ha dicho- los acosa y persigue el temor de que Alex Saab enseñe la ruta de los dólares y el oro del robo permanente; los lazos con el narcotráfico y el terrorismo internacional.
Sin embargo, las alarmas se encienden ante la posibilidad de que el caso del testaferro de Maduro sea parte de la negociación entre la Casa Blanca y Miraflores, que comenzó en secreto el sábado 5 de marzo en Caracas. Maduro que pateó la mesa de diálogo con la oposición porque al “diplomático” de dudosas credenciales lo extraditaron el año pasado de Cabo Verde a Estados Unidos, ahora está dispuesto a volver a sentarse con la oposición. “Los temas que se conversaron, se acordaron”, dijo sobre lo tratado con la delegación norteamericana.
Con todo, existe la impresión de que la política bipartidista de seguridad nacional, la independencia judicial –pilar de la democracia estadounidense– y sus propias convicciones democráticas le impiden al presidente Biden dialogar con quienes tienen cuentas en los tribunales de su país por narcoterrorismo, los mismos que cometen crímenes de lesa humanidad, roban y persiguen la prensa libre en Venezuela valiéndose de un tribunal que ha convertido el sentido de la justicia en mera depravación para regocijo de corruptos y ladrones.
Y eso probablemente no lo pueda cambiar el nerviosismo por la crisis energética, ni mucho menos el zar loco y sus cómplices.