22 de noviembre de 2024 2:49 PM

Carlos Raúl Hernández: Mejoremos el teorema de Pitágoras

Suena que gobierno, oposición y poderes globales, negocian convocar a finales de año unas ya bautizadas “megaelecciones”, sin incluir la Presidencial, para renovar así autoridades estatales y municipales. El “grupo mantequilla” y “palangre organizada”, renunciarían a la insurrección chalatana, -abstención-psicosis- y harían exorcismo a espectros cuyas cabezas giraron largos años sobre el cuello y causaron muertes de un gran movimiento, además de los padres Merrik y Karras. 

En las bateas de María Paleta, las lavanderas comentan que el hermoso acuerdo reunifica AD, a Primero Justicia y suelta almas del purgatorio. Con la otra mano, el gobierno da señales de reforma económica aperturista, paso esencial, si se hace bien, para la suerte de las mayorías. Eso hubiera podido comenzar años atrás, de no atravesarse la foto del Che de Korda y delirios como “cese de la usurpación, gobierno de transición, etc…”. Conocemos la friabilidad (y fiabilidad) de los pronósticos porque suelen clavarse, por lo general, lejos del target, pero las mega se dan como dato cierto, aunque sean error gemelo a llamar a la abstención. Los votos obtenidos por la oposición el 6D, extrapolados, no le darían ni una alcaldía ni menos una gobernación y no hay idea que supere hacer músculo progresivamente, defender las cuatro gobernaciones y ganar otras para, de esas cabezas de playa, avanzar a las alcaldías.

Descansar de la cuarentena

La mega es la etapa superior de la abstención y tiende a resultados parecidos. El PSUV tiene 200 troneras en alcaldías que fracasaron y que la oposición podría ganar. Pero una polarización entre Ariel y Calibán, la revolución y la contra desvencijada, ya sabemos. Es el modelo 2021del exitosísimo Maduro vete Yapero con piquete al revés. El argumento de que las organizaciones políticas están agotadas suena asombroso. 

Después de mayo 2018, volvieron a la acción electoral dos años y siete meses después, dic.2020, fechas trufadas por año y tanto de cuarentenas y confinamientos, para confluir en la campaña virtual de un mes. La razón práctica, no siempre acorde con la política aunque debiera, indica, defender los cuatro estados en manos de la oposición y hacer el esfuerzo por ganar varios más, cosa perfectamente posible en una perspectiva realista, mesurada y no suicida.

La mega luce como otra de las ruedas de camión con las que comulgamos frecuentemente. Escuché con asombro decir a varios amigos, que concurrirían al 6D en listas separadas porque “el sistema electoral” favorecía ese esquema. No había disposición en ese momento para escuchar que ese canto de sirena estaba concebido para favorecer a la mayoría y que aceptarlo traería efectos graves.

La monotonía como virtud


Los sistemas electorales democráticos se fundan en dos valores contradictorios. La nominalidad anglosajona, cuyo principio es que el elector conozca lo más cerca posible al representante, por lo que se establecen circuitos pequeños. Su defecto es que se gana por un voto, y el resto del electorado queda sin representante en esa circunscripción. Y el sistema proporcional, practicado en varios países europeos, cuya base es que cada partido conquiste un número de escaños equivalente a su fuerza en votos.

En este no es prioritaria la relación personal entre electores y elegidos, sino el equilibrio de fuerzas. En el cuso de doscientos años de pruebas prácticas, surgió en Alemania la representación proporcional personalizada, el llamado método mixto alemán, que concilia los dos principios a través de una fórmula standard.

Esta se perfecciona con el protocolo de adjudicación de cargos de D´Hont. El mixto alemán se asumió exitosamente en Venezuela en 1989. Los sistemas electorales y de distribución de bancas serios se orientan por monotonía y no perversidad: y funcionan de acuerdo con correlaciones aritméticas constantes, tantos votos tantos escaños.

Ornitorrincos y peces voladores.

Las anomalías empíricas del sistema se corregían con los diputados adicionales por cociente nacional. Pero a la revolución le dio por acoger e inventar fórmulas ventajistas, privilegiando su mayoría con ornitorrincos, peces voladores, homcabaguis (hombre caballo águila) y demás criaturas imaginarias pero útiles. La oposición lo sufrió en 1999, lo disfrutó en 2015 y no quiso alterarlo para hacer las cosas permanentes e institucionales. Saboreó la golosina hasta 2020, cuando se convirtió en caramelo de cianuro. Hoy debe corregir el entuerto, a menos que quiera recibir otras palizas per secula o hasta que cambie el viento. De nuevo hay que pensar en el largo plazo y dejar lo que Betancourt llamaba “vuelos de gallineta rasante”. Es recomendable consultar los tratados de Stephen Nolan, la biblia en la materia electoral y dejar la creatividad a los poetas. 

Desaparecer por ley “las morochas”, la lista nacional y demás cachicornetas que quieren “mejorar” lo que está concebido óptimamente y con una base técnica comprobada y recomprobada. A veces temo que se les ocurra “mejorar” el Teorema de Pitágoras o la fórmula de la velocidad, v=e/t, o pi. En EEUU quisieron a principios del siglo pasado, redondear 3¨1416 en 3´15, para “simplificar los cálculos”. Muy modernos.

Por: El Espectador de Caracas con información de: miamimundo.com / @CarlosRaulHer

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