23 de noviembre de 2024 4:52 AM

Alberto Aranguibel: Crítica a cierta autocrítica

Lo cuestionable de cierta “autocrítica intolerante” que ha proliferado a lo interno de la Revolución bolivariana, muy diferente a la autocrítica constructiva que se basa en el desarrollo del pensamiento y no en la descalificación a ultranza, no es su derecho a hacer observaciones y señalamientos de los problemas (que obviamente tienen que existir en todo proceso de transformaciones, sobre todo en la coyuntura de asedio económico y de agresión política de la que es víctima el país) sino su empeño en victimizarse siempre, acusando de perseguidores a quienes intenten responder de alguna manera a sus argumentos.

Suelen reclamar mesura y ponderación en el debate, pero niegan de plano toda posibilidad a las hipótesis alternativas a lo que proponen, machacando tercamente, como mantra inapelable, las razones que aducen desde su muy particular apreciación de los asuntos que critican, haciendo a la larga inviables o hasta nulas sus propias aseveraciones.

Defendiendo un particular punto de vista (por lo general, descontextualizado de la compleja realidad circundante) y acusando de “palabrería barata” todo cuanto se le oponga como argumento, termina produciéndose el fenómeno de la radicalización que indefectiblemente conduce a esa modalidad de “autocrítico” a hacerse cada vez más distante (tóxico, dirían hoy) de su entorno político natural, terminando incluso muchas veces por definirse como enemigo irreconciliable del mismo, en un proceso (a veces lento, a veces drástico) generalmente alimentado por la intensificación progresiva de la confrontación por la confrontación en sí misma y no por la constatación práctica de sus cuestionamientos originales. Que muchas veces, producto de la misma pugnacidad, terminan siendo opacados por el odio.

El intolerante está obligado a ver distorsiones en circunstancias descontextualizadas de una visión integral de la realidad, porque elaborar hipótesis en un entorno de complejidad estructural, político, económica y social como el que nos rodea hoy en día, demanda un esfuerzo de raciocinio que sobrepasa toda capacidad o coyuntura individual humana.

Por eso toda hipótesis política suele ser estudiada en grandes centros e institutos de desarrollo del pensamiento y no en pequeños círculos intelectuales.

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