23 de noviembre de 2024 10:26 AM

Carolina Jaimes Branger: El vestido de novia

Hace unos años llegó a mi correo una historia maravillosa. Una historia de cómo un joven judío enamorado, Ludwig Friedman, se las arregló para que Lilly Lax, su novia, tuviera su vestido de novia para casarse… en un campo de concentración.

La historia en cuestión, escrita por Helen Zegerman Schwimmer y publicada en cientos de páginas web, narra cómo Friedman, quien trabajaba en un centro de distribución de alimentos en el campo de Bergen Belsen, situado en Celle, territorio de la Baja Sajonia en Alemania, le cambió a un piloto alemán su paracaídas inusable por dos libras de café, dos cajetillas de cigarrillos y un paquete de granos (un tesoro para cualquiera durante aquellos años) para que una costurera del campo cosiera durante noches para transformar el paracaídas en un vestido de novia.

Schwimmer discurre sobre lo frívolo que podía parecer que alguien, en medio de la penuria, pudiera desear un vestido de novia… Pero ella misma se responde que el vestido de novia era el símbolo de la vida normal e inocente que Lilly había llevado con sus padres y hermanos -antes de que los nazis los llevaran a los campos de concentración y de exterminio- y la que deseaba volver a vivir.

Y es natural que en las peores circunstancias los seres humanos recurran a cualquier medio que tengan a mano para sobrevivir. El psiquiatra Viktor Frankl, sobreviviente de Auschwitz, lo describió muy bien en su libro El hombre en busca de sentido, en el que expone que «aun en las condiciones más extremas de deshumanización y sufrimiento, el hombre es capaz de encontrar una razón para vivir». Los recuerdos, las vivencias, los proyectos… En el caso de Lilly Lax, Ludwig Friedman y quienes supieron de su historia de amor, la dimensión espiritual que necesitaban para seguir adelante se materializó en un vestido de novia hecho amorosamente con la tela de un paracaídas.

Los venezolanos vivimos a diario situaciones de tristeza, terror, zozobra, incertidumbre, abusos, atropellos… Supuestamente tenemos democracia, somos gente libre y no estamos en guerra.

¿De qué «traje de novia», aunque sea hecho con la tela de un paracaídas que no sirve ya, echaremos mano para levantar el vuelo sobre esta enojosa situación que vivimos todos los días en nuestra adolorida Venezuela?

@cjaimesb

El Nacional

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