Como se sabe gurú es una palabra de origen sánscrito que designa a una persona que irradia espiritualidad y guía a sus seguidores en torno a unos propósitos de elevación y sentido comunitario. En el plano de la política el gurú es un líder inevitablemente carismático cuyas acciones tienen un propósito ante todo de redención social. Toda persona que sostiene convicciones, principios éticos que orientan la acción política, tiene sus gurús, así no los reconozca con toda conciencia. En mi caso particular, tres hombres han sido motivo de inspiración, verdaderos gurús: Gandhi, Luther King y Mandela.
Me enorgullece decir que ninguno de ellos era caucásico, y tampoco se puede afirmar, por lo menos tajantemente, que eran hijos de la civilización occidental; más bien eran promotores de una civilización universal, donde se entrecruzan diversas culturas y civilizaciones milenarias de las cuales se sintieron orgullosos como sus hijos.
Fueron los tres líderes exitosos, alcanzando en vida sus más caros propósitos, así fueran desvirtuados en parte por sus seguidores. Gandhi fue el líder espiritual de la independencia de la India; Luther King fue el promotor principal de la lucha contra la segregación racial en Estados Unidos; y Mandela el líder indiscutible en la dura y larga batalla contra el “apartheid” en Suráfrica.
Los tres repudiaron la violencia como método de lucha política, e hicieron de la no violencia un método exitoso y exigente en el logro de los objetivos que se propusieron. Además, fueron en sus actitudes y comportamientos profundamente democráticos, creyentes en el pueblo como sujeto principal de la política, y promocionando sus más sentidas aspiraciones. No fueron demagogos y rechazaron con su ejemplo las tentaciones populistas.
Ninguno de los tres fue afectado por el embeleso del poder, muy por el contrario era solo un instrumento para la mejor obtención de sus nobles aspiraciones.
Nunca despreciaron a sus oponentes políticos e hicieron todos los esfuerzos por convertir al supuesto enemigo en un adversario digno que podría ser convencido de la noble causa que con tesón, amor y confianza se propusieron defender. Me tomo la libertad de transcribir unas palabras de Mandela al cumplir 70 años, dirigidas a su adversario Frederik De Klerk, por cierto recientemente fallecido: “Tú y yo hemos tenido nuestras diferencias, algunas de ellas públicas. Pero nuestro respeto básico por el otro no ha disminuido (…) Si nosotros, dos viejos y con arrugas, tenemos alguna lección para nuestro país y para el mundo, es que las soluciones a los conflictos solo puede encontrarse si los adversarios están completamente preparados para aceptar la integridad del otro”.
Adolecemos en nuestra actual circunstancia de líderes de esa nobleza y fortaleza en sus convicciones. En estos días de paz navideña y ante los retos que atenazan nuestro porvenir, reflexionar sobre el pensamiento y la acción de estos grandes hombres es un estímulo, siempre presente para conquistar las exigentes causas que tenemos por delante.