Nadie ofrece tanto como el que no va a cumplir
Francisco de Quevedo
¡Vaevictis! Ay de los vencidos, palabras duras expresadas por Breno, jefe galo, a los romanos, al quejarse estos de que la balanza donde se pesaba el oro exigido por los galos para retirarse del sitio de Roma estaba trucada. Ahora, al parecer, quienes han vencido no han sido los mejores y los buenos.
Durante años el país austral, patria adoptiva del gran venezolano Andrés Bello, estuvo creciendo económicamente, y con una inflación bajísima: economistas como Sebastián Edwards decían que todos los indicadores colocaban como el mejor país de América Latina con un nivel de pobreza no superior al 10% de la población. Basta decir que en 1990 el PIB por cabeza en dólares a precios constantes de 2011[1] en Chile era de 10.203 dólares; en Venezuela era de 13.251 dólares y en Colombia era de 4.826 dólares; pues bien, ya en el año 2018 Chile contaba con un PIB p.c de 15.608 dólares, Venezuela 8.464 dólares y Colombia de 8.382 dólares. La carrera del crecimiento la ganaba Chile a galope firme en el contexto latinoamericano.
Entonces, quienes han perdido son los que propiciaron y estimularon esa expansión cuasipermanente que fue la envidia de todos los países de la región, y quienes han ganado no poseen las mejores credenciales para administrar correctamente a la nación sureña.
El triunfo de Gabriel Boric, en las elecciones presidenciales chilenas del pasado domingo 19 de diciembre, ha abierto de par en par las puertas del Palacio de la Moneda a un muchacho (cabro, en chilenismo) tutelado por el Partido Comunista chileno. Estos comicios tuvieron como consecuencia la destrucción del centro y la fuerza de los extremos, según la opinión de Michel Faure un analista francés del portal Contrapoints. Frente a Boric se le opuso en la segunda vuelta José Antonio Kast, católico y padre de nueve hijos (quizá solo superado por Josephine Baker en Francia), tildado de nostálgico de la era de Pinochet, y además enemigo del aborto y del matrimonio homosexual tan de moda ahora. Así y todo, presentó ante el electorado un programa liberal y sensato, cuyo lema era “El Estado al servicio de las personas”.
Mientras Boric, nacido en el extremo sur en Punta Arenas, lanzó un programa socialista que bajo populistas promesas se disfraza una ideología opuesta a tesis razonables o conservadoras. Entre las medidas que traerán daños y perjuicios a la hacienda pública y que supondrán un incremento de los impuestos e inflación, se encuentra la principal, que no es otra que la eliminación de los fondos de capitalización privada de pensiones establecidos desde hace algunos años con éxito económico, pero que no son del agrado de una minoría que no ha podido cumplir los años de cotización. Y como las fuerzas armadas, los carabineros y la policía tienen uno distinto al de la mayoría, quizá esta envidia de los que ganan menos y con trabajos de escasa calificación, se presentan comoinsatisfechos contra un sistema que apuntaló la bonanza económica de la nación sureña.
¿Qué promete el nuevo presidente?
En su lugar, el recién electo presidente de Chile ansía establecer un nuevo sistema que garantice una pensión mínima de 250.000 pesos (235 dólares)[2], la cual será financiada por las contribuciones de los empresarios, los trabajadores y los impuestos. Por si fuera poco, planea nacionalizar la sanidad, aumentar el gasto público en este sector y establecer un sistema universal, haciendo que las aseguradoras sean el complemento mediante la suprema autoridad del Estado.
De igual modo, este “teenager” también quiere imponer un aumento gradual del salario mínimo hasta 500.000 pesos (463 dólares) y la reducción de la jornada laboral a 40 horas. De esta forma, se espera favorecer al proletariado, pero por si no lo sabe, se frenará casi en seco, la creación de nuevos empleos. Por consiguiente, se incrementará el empleo informal. De acuerdo con la OCDE, el empleo informal en Chile alcanza 23%, pequeño con relación a sus vecinos de Perú, Bolivia, etc.
Ante esta crítica sensata, Boric exclamó: “Es la mano de obra la que genera la riqueza”. Echó de esta manera en el pipote de la basura: las nuevas tecnologías, la buena gerencia, la invención de nuevas máquinas, etc. Este líder de las masas, también desea como estudiante fallido, cancelar la deuda de 1 millón de estudiantes, lo cual estremecerá a la banca privada y a las universidades privadas. Adicionalmente, aspira a que su gobierno se convierta “en el primer gobierno ecológico de nuestra historia”.
Más problemas vendrán
Esta desconcertante elección, pero al compás de las “exigencias” estudiantiles, confirma que la nación del cobre y la estrella solitaria ha entrado en un proceso radical y “revolucionario”. De esta forma esta colectividad “vengadora” pretende huir hacia delante del agobio del pasado pinochetista, de los “malos” compromisos de la «Concertación» liderada por los socialistas y la democracia cristiana tras el fin de la dictadura, para concebir un nuevo futuro. Que, providencialmente, estará a la izquierda, mediante la atronadora “revolución” juvenil.
La primera estación de este vía crucis fue la asonada de los descontentos e inadaptados, que estuvo signada por los terribles motines de octubre de 2019, provocados (excusa) por el aumento (racional y mínimo) del precio de los billetes de metro. Revelaron o reventó la frustración de una parte irritada de la juventud chilena, cuyas causas son numerosas: “indignantes” desigualdades sociales, supuesto mal uso de los fondos de pensiones que han llevado a pensiones irrisorias y a las ganancias de los administradores de los fondos de pensión, administración sanitaria privatizada, cara y fuera del alcance de los más pobres, educación pública mediocre, educación privada cara.
Por último, los escándalos de corrupción, sobre todo en la policía y el ejército, han proporcionado la materia prima para el estallido de la rabia e indignación en un país que antes estaba orgulloso de la probidad de sus dirigentes.
La segunda estación o parada ha sido la instalación desordenada de una Asamblea Constituyente para promulgar una nueva ley suprema que sustituyera a la actual y vigente constitución, aprobada por Pinochet en 1980 en un referéndum “supuestamente” viciado en octubre de 2020.
Pero esta Constituyente, sometida por la izquierda y las comunidades indígenas de cara a un bloque de la derecha, no avanza. ¡La suerte también ayuda!Inició sus trabajos en julio de 2020 y debía entregar su informe nueve meses después. La petición de prórroga debería conducir a un texto definitivo el 27 de abril de 2022. Se aprobará en referéndum el 28 de mayo. Solo podemos exclamar: ¡Cuidado, hermanos chilenos!, la nueva Constitución en Venezuela que se aprobó en 1999 que decían al alimón ─muchos tontos o ingenuos togados que hoy están en la oposición y hasta perseguidos─ que era la mejor del mundo, concluyó gestando la dictadura más férrea de Suramérica. Y ahora algunos venezolanos hasta llegan caminando a Chile desde Perú, transitando por parajes inhóspitos y peligrosos, siempre buscando y deseando sobrevivir.