22 de noviembre de 2024 9:39 PM

Carlos Blanco: Buscar lo que no se ha perdido

  1. Por estos días la incapacidad de resolver nuestro rompecabezas nos vuelve expertos en los de los demás. Sorprende la audacia para analizar igual lo que ocurre en Bielorrusia que el triunfo de Gabriel Boric en Chile, con vuelo rasante por la terrible mutación del covid-19 en ómicron. La tentación analítica es sana siempre que los márgenes de duda sean lo suficientemente amplios como para admitir la probabilidad de los yerros. Se han visto casos de quienes habiendo lanzado una hipótesis alguna vez, demostrada su inviabilidad, prefieren hundirse con ella antes que dar su brazo a torcer.
  2. Pintar el mapa de América Latina con rojo, por los triunfos de Boric, Pedro Castillo, AMLO y otros, como si fueran Ortegas o Murillos, Maduros o la difunta familia Castro, me parece un error. Son rojos, sí; pero tienen entre ellos matices que van del rosado al rojo furioso. No hay que olvidar que a la ola roja de comienzos de siglo, impulsada y simbolizada por Chávez, siguió –al cabo de los años– otra ola variopinta y más hacia el azul, con azules que iban del color cielo al cobalto. Ahora se revierte la situación.
  3. Sería un genio quien pudiera entender las dinámicas de las sociedades en estos tiempos caóticos. La abundancia de variables es inasible, la fragmentación de todas las estructuras es brutal, la ausencia de sentido es común, los unicornios existen en el mundo de las startups empresariales, los cisnes negros vuelan de noche y no se ven hasta que se instalan en el salón de la casa, por lo que cada día hay una sorpresa y las sorpresas constantes se convierten en rutina, agotan la paciencia y la salud mental.
  4. Se ha dicho que es el péndulo que se mueve de aquí para allá: a veces uno de centro izquierda, seguido por uno de centro derecha, hasta regresar, en un ir y venir interminable. De tiempo en tiempo una rueda se sale y aparece un Chávez por allí, en otros casos se enchumban las bujías y gana Bolsonaro. Pero, ¿por qué ese ir y venir? ¿Qué mueve a las sociedades latinoamericanas (y a otras) de este tiempo a esas exploraciones?
  5. Se tendría la tentación de decir que son demandas insatisfechas las que obligan a los cambios de orientación del electorado o tal vez el tamaño de las promesas de los candidatos o la credibilidad que estos puedan tener. Sin embargo, en variados casos no es la seriedad de la oferta electoral, porque se ha visto cómo astutos aventureros que no tienen en las alforjas más que las notas de algún asesor, ganan el favor popular. Puede haber algo más; tiene que haber algo más.
  6. Por estos días me tienta la idea de que lo que mueve al electorado es el cambio por el cambio mismo; el movimiento de aquí para allá y de allá para acá. No es el objetivo del cambio sino el swing, la cadencia, en términos nuestros: el “vamos a probá”. No son los planes ni los, con frecuencia, pavosísimos programas de gobierno, sino tal vez la empatía con el accidente o el lance.
  7. Cuando se señala que algunos dirigentes están poco preparados para asumir las responsabilidades de gobierno, que carecen de preparación, que son piratas de parche y pata de palo, y que por eso las sociedades deberían repudiarlos, puede haber una profunda equivocación. Es posible que esas condiciones sean sus atractivos principales. Ese lado payasesco, liviano, irresponsable, bucanero y contrabandista, puede ser la razón para los apoyos que reciben y no la causa para su repudio.
  8. Hay una pregunta que recorre muchas tarimas de cultos oradores, seminarios académicos y reflexiones de eremitas: por qué se da esta torcedura hacia el autoritarismo; qué la proclama y la logra. En Venezuela nuestra respuesta común ha sido la de que Chávez aprovechó las bondades de la democracia para asaltarla y destruirla desde adentro; son los casos de su cruel sucesor, de Ortega y su pantera roja, de Bolivia con Evo, y de otros casos conocidos y recientes. ¿Podría haber otra explicación?
  9. La época es la de la fragmentación y el desamparo de la mayor parte de los miembros de las sociedades, de los pobres, de la clase media en sus distintas expresiones; todo parece revuelto y la pulsión hacia el orden perdido puede anidar ante la intemperie, y quizá pueda ser la puerta de entrada de los autoritarismos; inicialmente se buscaría alguna versión de la “democracia autoritaria” y por allí colarse –fue el caso de Venezuela– la tiranía y el orden criminal. No sería, entonces, falta de memoria de las generaciones actuales sino la búsqueda del orden y de una defensa frente al caos, el laberinto pandémico, la desintegración, objetivos que no por desatinados en su explicación dejan de ser poderosos.
  10. Es posible que asumir la derecha para combatir a la izquierda, otra vez en ascenso, sea una equivocación esencial, porque los fracasos periódicos de una, siempre convocan a la otra. Se podría renunciar a esa lógica horizontal de derecha-izquierda por la vertical: del autoritarismo a la libertad, por igual en combate contra los autoritarismos de derecha y de izquierda.
  11. La época obliga. Pudiera ser que la tentación autoritaria no solo venga de arriba, de los alucinados por el poder sino de los hastiados por eldesbarajuste, por los desgarros y la ausencia de mañana. A lo mejor los que gustan no son los que ofrecen mucho sino los que ofrecen disparates que se sabe son incumplibles pero agregan más desorden al desorden.
  12. Por cierto, Maduro y su banda no pertenecen a este planeta que describo, aunque él pugne por asimilarse y apropiarse de triunfos ajenos. Él es solo el presagio de un movimiento de timón que será violento, duro e inesperado. Él no representa ninguna búsqueda sino la letrina desbordada del avión que maneja.

El Nacional

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