A la hora en que estas líneas están siendo preparadas (jueves por la tarde) se está celebrando la Cumbre Mundial por la Democracia, convocada por el presidente Joe Biden, que reúne ─de manera virtual─ a más de 100 dignatarios que conducen gobiernos marcados por el signo de dicha forma de gobierno.
El presidente (E) Juan Guaidó ha intervenido y ha dicho todo lo que era de suponer que habría de decir. Los demás repiten más o menos lo mismo. Siendo una reunión simbólicamente importante, lo más relevante no es tanto lo que allí se expresa sino la lista de quienes han sido invitados y –más relevante aun– los que han sido excluidos, que en el caso de nuestro continente son Bolivia, El Salvador, Honduras, Guatemala, Haití y naturalmente Cuba, Nicaragua y la Venezuela castro-chavista. No se esperan grandes logros sino apenas una sonora reafirmación de los principios fundamentales de libertad, respeto a los derechos humanos, representatividad, rendición de cuentas etc. Puede afirmarse también que ni son todos los que están, ni están todos los que son.
Sin embargo, para nosotros los venezolanos lo insólito del asunto es que mientras Guaidó es invitado a una Cumbre por la Democracia, resulta que en su propio patio aparecen actores políticos de relevancia que en ese mismo momento le quitan la escalera y pretenden dejarlo colgado de la brocha dando una estocada –posiblemente mortal– al proyecto de restitución democrática que –con demora y dolores– hemos estado bregando desde 2019. Nos referimos a las recientes acciones y declaraciones de Julio Borges.
Conozco a Julio desde que él era estudiante en las aulas de la Facultad de Derecho de la UCAB, siendo desde entonces seleccionado para participar en lo que llamábamos “cátedra de honor” –entiendo que de ese grupo germina la semilla de Primero Justicia, cuya evolución siempre ha caminado de la mano de Julio─. Desde entonces nos hemos visto en distintos proyectos políticos e institucionales, unas veces con mayor visión comun que en otras. Julio es un hombre honorable y probo –lo afirmo sin dobleces– pero no es una persona de trato fácil ni frontal. Durante los días de la MUD y de la Coordinadora Democrática sus compromisos muchas veces no se ajustaban con sus acciones porque siempre se veían supeditados a la agenda política de su organización. No era tampoco el único.
En cuanto a la situación de crisis que hoy se ha desatado por el accionar de Borges, este columnista expresa disgusto no por lo que Julio denuncia en materia de corrupción y otros vicios –que lucen muy probablemente ciertos– sino por el manejo de los tiempos y de los intereses subalternos que participan en el debate político de la castigada oposición venezolana justo en el momento en que está sobre el tapete la continuidad o el naufragio de nuestro proyecto político. Los sospechosos de manejos raros parece que sí son los que Julio denuncia y que son los mismos que en su momento señaló Humberto Calderón Berti, recibiendo por ello indigna destitución de un cargo que nunca pudo estar en mejores manos.
Muchos de quienes hemos participado y seguimos participando en el proyecto de restitución democrática para nuestra Venezuela, hemos venido percibiendo los errores de conducción que eran y son ya evidentes pero en todo momento lo hemos hecho sin dejar de preservar el norte que a todos anima. Si el señor Borges tenía desde hace tiempo elementos de juicio para hacer reclamos ha debido hacerlos y no esperar, sospechosamente, el momento de la culminación del Estatuto de la Transición, para dar la estocada que pueda definir la supremacía de la lucha interna a favor de su grupo por encima del interés colectivo de la patria en este momento de extrema incertidumbre.
Desde esta columna hemos afirmado y reafirmado el apoyo irrestricto a Juan Guaidó en cuya honorabilidad, probidad y coraje hemos puesto nuestras esperanzas reservando siempre para momentos más oportunos los reclamos que pudiéramos tener y ciertamente tenemos. A Julio y a quienes andan en la onda de boicotear el proyecto democrático les ha faltado la grandeza que en su momento exhibieron Jóvito, Rómulo y Caldera en 1958, cuando se comprometieron a trazar y cumplir la estrategia que en definitiva impulsó a Venezuela por las mejores décadas de toda su historia.
@apsalgueiro1