Si bien las renuncias de candidatos no tienen límite en el tiempo y un aspirante puede renunciar incluso el día de los comicios, lo que sí debe hacerse -en el marco de los plazos establecidos- es el trámite para el cambio de las candidaturas. Solo así los votos de una tarjeta pueden ser sumados al candidato de otra.
Por lo tanto, una cosa es la renuncia y otra la sustitución de candidaturas. La renuncia de Ocariz fue procesada por el CNE y ya no es candidato. Pero según el cronograma electoral, la sustitución podía realizarse hasta el 11 de noviembre y la MUD la solicitó fuera de lapso ante un CNE que recibió 3.151 solicitudes de renuncias, adhesiones y modificaciones.
Sin bien el retiro de la candidatura de Ocariz fue parte de un acuerdo entre la MUD y Fuerza Vecinal, quedó pendiente la unificación de las candidaturas a gobernador. En consecuencia, se corre el riesgo de que los votos de la MUD no se cuenten a favor de Uzcátegui, a menos que la MUD llame a votar por Fuerza Vecinal.
La renuncia de Ocariz le plantea a la MUD el reto de demostrar su compromiso con la unidad del voto opositor para evitar el triunfo del candidato oficialista. El voto que solo sirve para apoyar a una parte de la oposición en contra de la otra, reduce su impacto a la definición del segundo lugar, pero no es un voto que permite capitalizar electoralmente el enorme descontento nacional a favor de un cambio político.
Si la MUD no llama a votar por David Uzcátegui a través de la tarjeta de Fuerza Vecinal, cada voto por la MUD será nulo y se perderá. Si no lo hace, nadie creerá que la renuncia de Ocariz fue un gesto de desprendimiento de sus aspiraciones personales en favor de la recuperación de la Gobernación de Miranda como un espacio de resistencia y lucha institucional, sino una argucia de última hora para dejar que David Uzcátegui sea quien pierda frente al candidato del gobierno.
Aunque el CNE ejecute un arbitraje institucional y mejore las condiciones electorales para celebrar unos comicios competitivos -a tono con los estándares internacionales-, si los partidos de la oposición se presentan divididos, con candidatos que se descalifican unos a otros, los electores no se sentirán estimulados a votar. Los partidos estaban obligados a llegar a acuerdos unitarios que proyectaran la victoria electoral como una meta alcanzable y no lo hicieron.
El retiro de Carlos Ocariz es una decisión incompleta. Al no reconocer como parte de la oposición a los partidos con estrategias diferentes, sino solo a aquellas organizaciones que siguen al pie de la letra la línea trazada por cuatro partidos que se arrogan la condición de oposición mayoritaria, se mantiene el dañino empeño de imponer un pensamiento único opositor. Ese sector prepotente, soberbio y arrogante que se autoproclama como la legítima y verdadera oposición, terminó siendo un grupo excluyente, disolvente y autoritario que no representa ninguna alternativa ante el autoritarismo del gobierno. Una nueva oposición tiene que nacer.
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@victoralvarezr