22 de noviembre de 2024 1:00 PM

Alí Rojas Olaya: Nanny de los cimarrones

Jamaica es una isla del Caribe cuya historia de resistencia debe ser conocida. Los británicos nunca pudieron colonizarla totalmente por el arrojo de mujeres como Nanny of the Maroons a quien conocemos gracias a fuentes orales, transmitidas durante 300 años. Esta heroína nació en la tribu de los Ashanti, en el actual territorio de Ghana, en 1686. Cuando era una niña los negreros ingleses la cazaron y la trasladaron a Jamaica donde fue vendida como esclava en Saint Thomas Parish, una región próxima a Port Royal donde los esclavos trabajaban en los ingenios azucareros. Sus hermanos Accompong, Cudjoe, Johnny y Quao pertenecían al mismo amo y se fugaron al mismo tiempo de la plantación. Nanny y Quao crearon un cumbe en Portland Parish donde Nanny conoció a su marido, Adu.

La esclavitud, el amor a sus hermanos y a su pueblo, hicieron de Nanny una estratega de energía inusitada. Fue precursora de la moderna guerra de guerrillas y de las emboscadas en la que los mercenarios eran implacablemente aniquilados. Nanny comandó multitudes de personas esclavizadas transformándolas en cimarronas y cimarrones.

Hacia 1720, Nanny y Quao llegaron a controlar la región de Blue Mountains, a la que llamaron Nanny Town, un cumbe de 2,4 kilómetros cuadrados, donde las comuneras y comuneros vivían de la agricultura, la ganadería y el trueque de alimentos por vestidos y armas. Desde esta comuna, situada sobre un cerro de 300 metros y junto a un precipicio, los centinelas avistaban la presencia de los negreros a distancia soplando un cuerno que cumplía las funciones de alarma. Hoy, este soplo, llamado “abeng”, es un símbolo de resistencia en todas las fiestas de Jamaica.

El 29 de marzo de 1733, el Diario de la Asamblea de Jamaica felicitaba al capitán Sambo, también conocido como William Cuffee, como modelo de esclavo leal porque “Este buen negro ha matado a Nanny, la mujer rebelde”. Tras esta tragedia, algunos cimarrones se suicidaron lanzándose por el acantilado. Otros fueron capturados vivos. Pero unos 300 pudieron huir y unirse a otros cumbes, donde continuaron la lucha.

A uno de ellos llega en 1797, un cimarrón sentipensante caraqueño que, huyendo de la persecución española por haber sido en La Guaira el “presidente de una junta secreta de conspiradores denunciada por un traidor”, se hace llamar Samuel Robinson.

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