Cosas de la moda: en Miami de golpe está habiendo una gran demanda de monos color naranja, los cuales se destinan a damas y caballeros que llegan a Florida no en balsas ni cruzando el Río Grande, sino en importantes jets de tipo ejecutivo. La línea aérea que transporta dichos pasajeros: el Departamento de Justicia de Estados Unidos, y los asistentes o azafatos de a bordo son los muchachos y muchachas de la DEA u otras agencias gubernamentales encargadas de concretar la extradición de esos personajes a tierras norteamericanas.
Los días recién transcurridos dan testimonio del fin de las andanzas de ciudadanos que en su momento creyeron estar excluidos del alcance de la justicia mientras gozaban del privilegio de disfrutar vidas a todo tren. Para Alex Saab, el Pollo Carvajal, Claudia Patricia Díaz (antigua enfermera de Chávez y ex tesorera nacional) y su esposo, Adrián Velásquez, etc., se ha vuelto cierto aquello de que la justicia tarda pero por fin llega, especialmente la norteamericana cuando se trata de narcotráfico, corrupción, lavado de activos, violación de derechos humanos y otras “menudencias”. Ya eso mismo lo había experimentado el famoso “tuerto” Andrade (también ex tesorero nacional), quien hoy paga prisión en una cárcel federal, igual que los “narcosobrinos” de la primera combatiente y algunos otros personajes vinculados al mundo petrolero y de otras actividades “non sanctas” que, no siendo nuevas en Venezuela, no llegaron a ser su principal industria.
El único que se ha venido salvando “por ahora” ha sido el “rojo rojito” Rafael Ramírez, quien a cuenta de italiano (por estar casado con una italiana) ha podido refugiarse en vericuetos legales que –en todo caso– tal vez no lo salven de los buscadores de recompensas que bastantes “pájaros” tienen para cazar en estos tiempos.
Aquí no aspiramos discurrir sobre los venideros procesos judiciales que afrontarán estas personas sino promover una reflexión acerca de la muy distinta percepción que existe sobre la justicia en Estados Unidos frente a la que existe en Venezuela.
En 2017, ante un caso de posible corrupción en Citgo en Estados Unidos, seis ejecutivos de dicha empresa fueron citados a Caracas para una “reunión”. Una vez reunidos se los apresó y más tarde fueron sentenciados a largos períodos de prisión que –según la temperatura de la relación con Washington– se suaviza con tiempos de arresto domiciliario. Cinco de los seis ex ejecutivos son ciudadanos estadounidenses y por esa razón, sabiendo que en Venezuela la justicia se negocia, fue que el conocido político, exembajador y exgobernador norteamericano Bill Richardson viajó a Venezuela para gestionar su liberación. Su único éxito fue conseguir prisión domiciliaria, la cual desde entonces se convierte en efectiva o no según el humor presidencial venezolano. En otros casos el preso fue liberado sin más trámite.
Lo interesante del asunto es que los ocupantes de Miraflores y su combo creen que en Estados Unidos la cosa es igual y que según sea la conveniencia política el Ejecutivo puede “soltar” o intercambiar como ficha a cualquier preso si así conviene al gobierno. Es por ello que en su momento se hicieron gestiones –infructuosas siempre– para mejorar la suerte de los “narcosobrinos” o influir en la investigación y extradición de Alex Saab a cambio de la concesión de beneficios para aquellos norteamericanos sometidos a la justicia venezolana que –como es obvio– responde a las órdenes de Miraflores en todos los casos internacionales o internos que interesen a los que mandan.
En Estados Unidos podrá haber vicios políticos objetables, pero el asunto de la independencia absoluta de los jueces es principio fundacional de esa nación donde nadie, absolutamente nadie, sea quien fuere, está por encima de la ley y de sus tribunales. Allí no vale si en el mundo se hacen marchas para pedir por Alex Saab ni si su esposa monta un show de llanto en una plaza, ni si se inventa una inexistente condición de “diplomático” para quien no la tiene, ni si se contrata a Baltasar Garzón para enredar los trámites de la extradición. De ello pueden dar cuenta Nixon, Clinton, Trump y otros que con distinta dosis de éxito, según el caso, debieron enfrentar la justicia.
Con la llegada no turística de estos personajes venezolanos a suelo norteamericano se especula y bromea que cantarán más que los famosos tres tenores (Pavarotti, Domingo y Carreras) que en su momento deleitaron al mundo de la ópera. Tampoco serán los primeros. Fueron precedidos ya por personajes de la misma o peor calaña, como el general Cristopher Figuera, Leamsy Salazar, el exmagistrado Cristian Zerpa y otros que han buscado o están buscando, cada uno a su manera, que cuando la justicia los alcance el trancazo sea más leve.
@apsalgueriro1