I
Cada vez que a Hugo Chávez se le pasaba la mano, profería insultos a diestra y siniestra, se encolerizaba en alguna de las millones de horas de cadena en contra de alguien, luego aparecía como un manso corderito. Incluso hubo momentos en que sorpresivamente dejó sin efecto medidas o se hizo el loco para no aplicar las amenazas que había proferido. Al final todos sabemos que tarde o temprano la “cobraba”, pero una cosa era segura, le angustiaba que la gente hablara mal de él, le interesaban mucho las apariencias.
Se cuidó siempre de tirar la piedra y esconder la mano; por lo menos así lo percibían personajes brillantes como Simón Alberto Consalvi o Pedro Llorens, con quien yo tuve la bendición de compartir tardes de conversación sobre este esperpento que nos volvió un desastre el país. “Es un cobarde”, me decían cada uno a su manera. Esas “apariencias” que con tanto celo le gustaba mantener lo salvaron más de una vez de ser desenmascarado en la escena internacional que le importaba demasiado.
No hay que olvidar que hasta hace pocos años nadie era capaz de creer lo que pasaba en Venezuela, que la debacle del país comenzó a ocurrir con Chávez pero que nadie nos había hecho caso, hasta que el hombre fue enterrado en el cuartel de la montaña.
II
También me dijo Consalvi el día del anuncio de la muerte de Chávez: “Ahora sí se van a desatar estos demonios”, y no se equivocó. Entre otras cosas, porque a los usurpadores de Miraflores no les importa mantener las apariencias. Les tiene sin cuidado que el mundo piense que son unos trogloditas que han estado torturando a un país entero a punta de hambre y necesidades. Lo único que les quita el sueño es que pueda probarse en alguna instancia de justicia internacional los delitos que han cometido, porque eso puede significar cárcel.
Y por allí viene la cosa. Lo de la Corte Penal Internacional se ha vuelto una piedra en el zapato que no han podido removerse, pero esta es una instancia que cumple unos procesos bastante largos; al final pueden condenarlos por delitos de lesa humanidad que, si somos sinceros, poco les ha importado cometer y poco les importa que los consigan culpables. Se necesitaría ser un verdadero ser humano para que esto hiciera mella en personajes como estos.
Pero lo otro, que un simple tribunal o dos o tres digan que fueron capaces de lavar dólares, robar dinero del erario público y pagar comisiones a diestra y siniestra, eso sí es prueba fehaciente de que no son más que simples malandros organizados, como lo sería cualquier mafia, como pudiera haber funcionado la de Al Capone.
III
Alex Saab, Hugo Carvajal y la extesorera de Chávez tienen la pista lista para grabar unos discos que serán todo un éxito a escala mundial. Muchos venezolanos han estado celebrando con dulce de lechosa porque consideran que eso va a incidir directamente en la solución de una vez por todas de esta crisis tan nefasta, y la verdad puede que se queden con las ganas.
Los procesos que se siguen contra estas tres personas implican, por ahora, a ellos solamente. Pero lo que sí es completamente cierto es que el desprestigio será tan grande que no habrá poder humano que lo oculte. Quedará en blanco y negro el tipo de marramucias que han cometido y por asociación todo el que haya hecho acuerdos con ellos será calificado de la misma manera. Ya no importará que ellos se sientan orgullosos de ser los más malos de los malos, sino que hay papeles que prueban que mientras la gente en Venezuela se muere de hambre, ellos robaron y repartieron todo el dinero del mundo.
Ese es un duro golpe si se piensa en el futuro. Ya no podrán ocultarse detrás de un partido político porque lo que son es una partida de delincuentes. Y, quiéranlo o no, cada vez estarán más solos para seguir cometiendo fechorías. Ya están desprestigiados, ya son parte del hamponato mundial, ya nadie puede negarlo. Y solo eso, aunque no cambie nada, merece un dulcito.
@anammatute