Todo el mundo coincide en que las elecciones del 21 de noviembre son un arroz con mango. Comprensible para nosotros, porque no son elecciones como Dios manda, con las mínimas exigencias de transparencia y verificabilidad universales. Incomprensibles para otros, incluyendo a quienes, interesada o desinteresadamente, las promovieron, pescando en río revuelto. De nuestro lado no hay reglas, y se hacen trampa en la misma familia política, como también se hicieron en las supuestas primarias del oficialismo que es tan celoso de lavar los trapos en casa. Todo esto terminó siendo parte de la estrategia del régimen para buscar su estabilidad política, cerrando para la oposición cualquier otra alternativa constitucional de cambio, arrinconándonos a participar de cualquier forma.
Hoy en día, ni en los que apoyan al gobierno o ni los de la oposición saben quién o quiénes son sus candidatos. Muy pocos se atreven a hacer campaña personal franca y abierta, esperando mejor por el despliegue de vallas que la mano de la unidad los lleve a un mejor resultado. No se trata sólo de las limitaciones impuestas por la pandemia, sino por los churupos. Esto último puede confundir al lector: no es porque algunos no los tengan, todo lo contrario, sino porque es una inmoralidad el derroche propagandístico frente a la vida que cada vez es más difícil. En los sectores muy bajos ni siquiera son bien recibidos; en otros, como los edificios de la clase media que gustaban tanto de la bisutería electoral – gorras, franelas, cornetas y otros recuerditos- no hay para comida ni para medicinas; en este último sector, las dolencias físicas junto con el corona virus arrasan inmisericorde con los ahorros, y más de uno ha tenido que vender el carro o alguna otra pertenencia de valor a precio de gallina flaca para costear los tratamientos.
No hay candidaturas inocentes en la oposición, siendo muy pocos, los que tienen la posibilidad de ganar que no significa hacerlo con los votos pulcramente contados, porque todo depende del capricho oficialista que es el repartidor de los cargos. Pero a veces es como halado por los pelos que el madurismo, por ejemplo, gane el municipio Chacao. Una posible explicación es que, por una parte, los enchufados tienen invadido el este de la ciudad capital y, por la otra, si pierde la oposición, o quién haga las veces de opositor, ¿qué puede hacer, además de llamar a Mandrake?, sin tomar en cuenta que el actual burgomaestre de la comarca es un desconocido. Faltando poco, ¿no tiene más pinta de clase media, la candidata del PSUV en Baruta que les cerró la boca a toda la oposición temerosa, desde que homenajeó a Piedad Córdoba en la cámara municipal que controlan?
Hay candidaturas opositoras que han demostrado no ser capaces de ganar jamás, ni en esta ni en ninguna otra vida, pero ayudan a dividir a la propia oposición. Esta conducta le ahorra la tarea al régimen de trampear los resultados en la mismísima mesa, después de hacer lo que le venga en gana con el padrón electoral, mandar a votar a alguien de Valera a Boconó, de Carrizal a Petare o de San Fernando a Puerto Páez, por ejemplo. No ganarían la gobernación ni la diputación regional, o la alcaldía o la concejalía, pero –eso sí– unos buenos reales, porque sencillo: ¡es negocio ser candidato si alguien lo paga! Y le da de comer a quien ayude en la campaña, es decir, completar algunas actividades para justificar la generosa donación. Y un arroz con mango tiene por ventaja confundir a la gente e inducirla a la abstención que, repetimos, economiza el esfuerzo de voltear los resultados en la mismísima mesa que, de por sí inauditable, también trae sus “sorpresitas” electrónicas.
Este panorama es una radiografía de lo que puede ocurrir en las elecciones del 21 de noviembre, y no es por desanimar ni por ser pájaro de mal agüero, pero el ciudadano necesita escuchar con franca realidad qué está pasando y qué va a pasar, sin dar falsas esperanzas. Todos hubiéramos deseado que la unidad se hubiera consolidado con todos los factores que hacemos vida dentro y fuera del país, para poder jugar un mejor papel en cualquier reto electoral o de otro índole. La idea sigue siendo no llegar a ser prisioneros de cuatro partidos que terminan siendo los dueños y señores del sentir de la oposición venezolana o de un régimen que gobiernan siendo minoría. El cambio llegará en el momento cuando dejemos a un lado las apetencias personales, que entendamos que somos parte de un todo, no el todo una parte. Seguir en el trabajo de insistir, resistir y persistir en la prosecución de la unidad para proyectarnos, nuevamente, a un futuro libre, democrático y económicamente sostenible en el tiempo.
@freddyamarcano