22 de noviembre de 2024 10:09 PM

Edgar Cherubini: Los submarinos y la decadencia francesa

Este gran país y su valiosa historia política, social y cultural está perdiendo su grandeza y eso es preocupante en un momento geopolítico tan convulsionado como el que hoy vivimos. En los últimos días, Francia ha recibido un duro golpe propinado por Australia, cuando este país rompió el contrato para la construcción de 12 submarinos por un monto de 61.000 millones de euros. Pero eso no es todo, el gallo francés ha sido dejado a un lado del pacto y superalianza estratégica Aukus, creada por Estados Unidos, Inglaterra y Australia, así como del Five Eyes, el consorcio de inteligencia de Estados Unidos, Gran Bretaña, Australia, Canadá y Nueva Zelanda, lo que supone también una afrenta para París. Como guinda para la torta, el Ministerio de la Defensa de Suiza ha preferido comprar los F-35 estadounidenses en lugar de los Rafales, perdiendo los franceses un contrato de 6.000 millones de euros.

Se hace necesario entonces, analizar fríamente esta delicada situación diplomática generada por Australia y sus socios estratégicos. George Friedman, en Why Australia Spurned France (Geopolitical Futures, 21.09.2021), se refiere al rechazo hacia Francia en términos muy precisos: 1) “La decisión de Australia fue geopolítica, no sobre un contrato”. 2) “La guerra no es inevitable, ni en mi opinión probable. Pero las naciones deben prepararse para el peor de los casos. Comprar equipos de Francia plantea la cuestión de las intenciones y capacidades francesas en caso de guerra. En tiempos de paz, la compra de equipos no se basa necesariamente en una alineación de intereses o en la capacidad o voluntad de participar en un posible conflicto. Una nación necesita tener una relación integral con un país que probablemente pueda compartir riesgos. El precio, en otras palabras, no es el problema. La adquisición de armas debe formar parte de un interés común y sistemático. Francia no encajaba en este perfil. Su acción o inacción desde el punto de vista de Australia es impredecible. Francia tiene sus intereses y no está claro que se alinearán con los de Australia. En 2016, esto no fue un problema. Ahora sí lo es”. 3) “Pero mucho más interesante es observar la evolución de Five Eyes, el consorcio de inteligencia de Estados Unidos, Gran Bretaña, Australia, Canadá y Nueva Zelanda. Las tres grandes potencias ya han tejido una alianza que va mucho más allá de la inteligencia. El punto más importante es que está surgiendo un sistema de alianza internacional muy real centrado en los océanos. La OTAN todavía está allí, pero su misión y capacidades en caso de guerra no están claras”.

El Estado y el gobierno francés parecen enfrentarse a una lenta degradación de su capacidad de actuar que va mucho más allá́ de la simple percepción y se revela flagrante en los asuntos políticos, económicos y diplomáticos. Macron, que aún mantiene su popularidad en el filo de la navaja como precandidato a las elecciones del año próximo, ha reaccionado ante esta situación llamando a sus embajadores en Australia y Estados Unidos, acentuando la gravedad de esta desafortunada situación; mientras, su ministro de Exteriores, Jean-Yves Le Drian, responsabilizaba a Biden por la pérdida de ese contrato aludiendo a “una puñalada por la espalda”.  Sobre esto último, la declaración de Inglaterra en boca de su ministra de Relaciones Exteriores lanza gasolina al fuego al afirmar sin ambages: “Se trata de algo más que de política exterior en abstracto, se trata de asociarse con países de ideas afines para construir coaliciones basadas en valores e intereses compartidos”. Ante estas fuertes palabras cualquiera se pregunta ¿Francia no llena esos estándares? ¿Es que Francia ha dejado de ser para Occidente un socio confiable en asuntos de geopolítica?

Sobre este delicado tema, Jean-Patrick Grumberg (La vérité sur la commande de sous-marins français annulée par l’Australie, que les médias ‘oublient’ de vous dire, Dreuz.info, 20/09/2021), escribe sobre las repetidas quejas de Australia con relación a dicho contrato, entre otras las referidas a las modificaciones presupuestarias, retrasos debido a la burocracia, paros, huelgas y vacaciones colectivas, pero fundamentalmente sobre la seguridad y el mantenimiento del secreto del proyecto: “En agosto de 2016, DCNS, anteriormente Naval Group, 62% propiedad del Estado francés, fue pirateado. 22.400 documentos relacionados con la capacidad de combate de los 6 submarinos Scorpene con destino a la India, que ya están en servicio en Chile y Malasia, y en construcción en la India, fueron pirateados, lo que puso extremadamente nervioso a Australia y suscitó preocupaciones sobre la seguridad de los suyos. No olvidemos que los submarinos no están destinados a viajes por mar, sino a desalentar el temerario imperialismo de China. El 26 de agosto, el ministro de Industria de Defensa, Christopher Pyne, ordenó que se diera una advertencia a DCNS. El Ministerio de Defensa australiano exigió entonces al fabricante de submarinos un mejor nivel de ciberprotección para su proyecto, igual al que le proporcionó Estados Unidos. Los datos robados, explicaron los ejecutivos de DCNS, pueden haber sido sacados de Francia en 2011 por un exoficial de la Armada francesa que, en ese momento, era un subcontratista de DCNS. En ese momento, la oposición exigió que se suspendieran las relaciones con la empresa francesa. El asunto comenzó con mal augurio”. Otro elemento para tomar en consideración es que, siendo Francia una potencia nuclear, en los últimos años el gobierno se ha dejado influenciar por grupos ambientalistas y “progresistas” opuestos a esta alternativa energética, demostrando, al igual que en otros asuntos de Estado, una preocupante bipolaridad.

No solo es en los asuntos de seguridad interna en los que se aprecia la debilidad francesa como lo cita Grumberg, la declinación de Francia se debe entre otras causas a la ambigüedad supina de políticos y dirigentes europeos y en especial del gobierno francés sobre las políticas a implementar con urgencia como son, entre otras, el grave problema de la inmigración con dimensiones de invasión silente, la creciente amenaza islamista y el notable debilitamiento de la justicia francesa contra el terrorismo. En un escenario de amenazas y conflictos internacionales se deben buscar aliados confiables y firmes, pero cualquiera que observe la esfera política francesa, lo que percibe es el saco de grillos de una liga de intelectuales y políticos, utilizando en forma difusa las banderas del multiculturalismo, el tercermundismo y el antiimperialismo, así como el de un humanismo mal entendido, nadando en esa turbia marea antidemocrática y antioccidental, quizás orquestada por movimientos fundamentalistas islámicos que actúan a sus anchas en territorio francés, creando una temeraria relación de la extrema izquierda con el islamismo. Pierre Vermeren, escribe sobre la política del avestruz de los dirigentes franceses: “El caso francés ilustra la exitosa estrategia de los terroristas: islamización y conversión, radicalización religiosa previa al paso a la acción, banalización del crimen y del horror, frivolidad de las élites mediáticas y de los notables, compasión y cultura de la excusa de parte de sociólogos mediatizados, cobardía de las élites políticas” (Face au terrorisme, il faut arrêter la politique de l’autrucheLe Figaro, 20.08.2017).

Desafortunadamente para este país, su política del avestruz y la ambigua imagen que proyecta hacia el mundo ha provocado su alejamiento de los centros estratégicos de decisiones geopolíticas. Ante tal agotamiento y para lidiar con un mundo geopolíticamente convulsionado y colmado de amenazas, Francia necesita con urgencia de estadistas que recuperen su grandeza histórica.

El Nacional

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