Cuenta la leyenda que en un árbol se encontraba encaramado un indiecito guaraní que, sobresaltado por el grito de su madre, perdió apoyo y cayendo se murió. Y que entre los brazos maternales, por extraño sortilegio, en chogüí se convirtió… chogüí, chogüí, chogüí, cantando está mirando, acá mirando, allá volando, se alejó… Qué lindo es, qué lindo va perdiéndose en el cielo azul turquí.
Igualito le pasó a aquel inefable mozalbete que la derecha golpista venezolana escogió un día para autojuramentarlo como presidente de la República y ponerlo a recorrer el mundo ejerciendo como tal, pero sin serlo.
El pintoresco personaje terminó creyéndose de tal manera la fábula de su imaginario cargo, que hasta comenzó a nombrar embajadores y directivos de instituciones y organismos de aquel Estado que sus alabarderos le habían metido en la cabeza que él presidía. Pero siempre en el exterior, porque dentro de Venezuela, aunque sus acólitos se lo ocultaban, gobernaba un presidente verdadero que no era él.
Fue así como el indiecito de esta otra leyenda se cayó, ya no de un árbol sino de una altísima mata de coco, cuando se dio cuenta de que aquellos que antes lo aplaudían y lo celebraban eufóricos, en realidad no lo hacían muy sinceramente, porque de la noche a la mañana comenzaron a granputearlo como al más miserable de los delincuentes, achacándole toda clase de corruptelas y sinvergüenzuras como si hubieran descubierto de repente el agua tibia en medio de las aguas termales de Las Trincheras, un poquito más allá de Valencia.
Le indignaba que lo trataran como si él fuera otro, cuando en realidad era él mismo. Con la única diferencia de que antes no era presidente y no tenía de dónde robar ni un centavo.
Pero tampoco era como para tanto lo que bajo su mandato se había apropiado como para que lo trataran así, con tanto desprecio y tanto irrespeto a su alta investidura, porque él no se estaba robando el dinero de la República, sino el de la ayuda humanitaria. Y todo el mundo supo siempre que él, como todo ser humano, fue en todo momento una persona muy necesitada de ayuda.
Al final la leyenda concluyó que también este indiecito quedó convertido en ave luego de la caída. Pero ave de rapiña que terminó en el fracaso, porque quedó haciendo “chogüí, chogüí, chogüí”.