23 de noviembre de 2024 12:24 AM

Ana María Matute: La torta del domingo

I

Los domingos eran para visitar a mi abuela María. Mi papá pasaba el día consentido por su mamá y yo jugaba en la casa con los animales, gallinas, patos, pavos, conejos; o le robaba las fresas al sembradío de mi tío o curioseaba en su biblioteca de marxista. Pero el evento principal de ese día era el almuerzo.

He descrito aquella mesa antes, con entrada, plato principal y postre. Y es allí donde quiero detenerme. Los adultos podían escoger de un sinfín de frutas en almíbar que tenía mi abuela en una de las neveras. Pero había un postre que ella hacía solo para mí: una torta de vainilla, lo que llaman un ponqué. ¿Y qué tenía de particular esa torta?

Primero, que era de un solo huevo. Segundo, que la batía con tenedor en un pequeño recipiente, nada de aparatos eléctricos y sofisticados. Tercero, ni siquiera medía los ingredientes. Cremaba la mantequilla de verdad, con sal, luego le agregaba el azúcar y batía con el tenedor hasta que la mezcla quedaba blanca y esponjosa. Le echaba el huevo, de los que recogía del corral de las gallinas, y luego harina alternada con leche y un chorro de vainilla. Esa cantidad de mezcla la vertía en una ollita como de 15 centímetros de diámetro que había perdido el mango, y la metía al horno.

Para mí era como comerme una nube con sabor a vainilla y mantequilla. No demasiado dulce y con el toque saladito. Una masa amarillita por el huevo del corral y una textura esponjosa. Uno de los mejores recuerdos de mi vida.

II

Los domingos en casa se sigue horneando. Lo hice mientras mi hija fue creciendo y ella aprendió como yo de mi abuelita. Prácticamente he estado en la cocina desde aquellos domingos y eso lo he completado con mi maña de coleccionar libros de recetas. Es por eso que cuando supe el motivo del allanamiento -hace aproximadamente 15 años- de una conocida pastelería de Caracas, casi muero, pero de la risa.

Entiendo que en el Cicpc no tienen por qué saber para qué se usan las semillas de amapola en la cocina. Entiendo que cuando lee “amapola” cualquier policía piense en “opio”. Pero antes del papelón, pudieron preguntar, y es hasta probable que les convidaran un ponquesito o un pan con estas semillas.

Es como el que piensa que por tomarse un té de coca se va a drogar. Cosas de la gente que no lee lo suficiente.

III

El sábado fui al puesto de mi vendedor de especias a comprar algunas cosas. Sobre todo fui por un ingrediente específico para mis muffins de cranberry sin gluten porque, ya saben, hay que hornear el domingo.

Agarré mi bolsita de pimienta en grano y me puse a buscar entre lo que estaba expuesto una de bicarbonato de soda. Este químico tiene muchos usos en el hogar. Primero que nada, es un excelente desinfectante y quita los malos olores. Mi mamá siempre tenía una cajita abierta en la nevera para neutralizarlos.

Hay quienes se lo echan hasta a las caraotas, pero principalmente su uso es en el horneado. No es lo mismo que el polvo de hornear y por lo tanto no puede sustituirse uno por otro. Como los muffins llevan un elemento ácido que es el yogurt, esto propicia que el bicarbonato, cuando entre en contacto con ese agente ácido, se active y los haga esponjosos. El polvo de hornear sabe un poco más artificial y si la idea es hornear con harina sin gluten, uno requiere algo más natural.

Le pregunté a la muchacha si tenía y me respondió: “El gobierno prohibió la venta de bicarbonato de soda”. Al principio, pensé que escuchaba mal. Recordé las semillas de amapola. Volvió a pasar.

Hace días hubo una protesta de pacientes renales que exigían bicarbonato para poder hacerse la diálisis. No hay derecho de que esta gente sufra, su caso es de vida o muerte y al parecer el régimen los condenó por anticipado. No puedo creer que este bicarbonato sea el mismo que se usa en pastelería, y no debe serlo. Pero no encuentro otra explicación para semejante medida absurda, que parece más de realismo mágico.

El régimen no hace su trabajo de garantizar el derecho a la vida y a la salud de cientos de pacientes renales, pero la culpa es de la vendedora de bolsitas de bicarbonato y de las señoras que hornean los domingos en su casa. ¿Se puede ser más ignorante? ¿Se puede ser más indolente?

Si me dijeran que si dejo de hornear se va a conseguir el material para la diálisis, lo hago con todo el amor del mundo. Pero, por favor, que alguien le diga a esta gentuza que dejen de poner excusas y en verdad arreglen las máquinas de diálisis sin inventar cuentos chinos. Ya basta.

@anammatute

El Nacional

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