En el mundo opositor seguir y tratar de comprender al mundo chavista es visto con recelo y sospecha. El “default” es subestimarlo. Así fue con Chávez hasta que se impuso -del “teniente coronel” de 2002 al “presidente Chávez está mal informado” y la tesis de la “triangulación” de 2012- y así ocurre con Maduro.
Este no tiene el carisma de Chávez y le encanta su estilo “mandón”; “burlista” como afirma. Maduro disfruta que lo subestimen y hagan chistes de él porque sabe que es un político avezado y con mucha paciencia y sangre fría -los “nervios de acero” de los que tanto se ufana- que al final “con paciencia” articula su respuesta. Maduro vive con la sombra que siempre ha sido y es subestimado. Por eso se afirma tanto y tiene ese estilo de entrompar que le gusta mucho. Es su mecanismo de defensa porque no se le percibe con mayores luces para nada.
En esto influye que viene de un movimiento marginal de la izquierda insurreccional -marginal en el sentido de al margen, no como la expresión se entiende en Venezuela- como es la Liga Socialista. Frente a figuras importantes de la izquierda insurreccional e institucional -como Douglas Bravo y Petkoff– estaban figuras desconocidas como Maduro, pero que se abrieron paso con un atributo que debe tener un político en Venezuela y en el mundo: aguantar en las luchas intestinas –“nosotros sabemos tirar los brazos” como le dijo a Ernesto Villegas en una entrevista el día 5-9-21; supongo que lo que dijo fue “sabemos dar golpes”- que vivieron esos micro grupos insurreccionales de Venezuela entre los 70’s y 90´s. Tuvieron la suerte que Chávez apareció y los “aggiornó” a todos, y de la mano del teniente coronel, llegaron al poder en 1998.
Siempre he pensado que Chávez escogió a Maduro por esa paciencia y sangre fría o sangre de horchata que exhibe, y no por “imposición de los cubanos” según reza uno de los tantos “mantras” que hay en la oposición para explicar cualquier cosa. En mi análisis, el «comandante» veía no sé si una situación como la que hoy sucede en el país, pero sí vio el mar político encrespado como lo dejó ver en el último consejo de ministros al que asistió que fue el día 20-10-12 que llamó “el golpe de timón”. Con ese nombre tan insinuante, Chávez intuyó que el ambiente político venezolano entraría en aguas más profundas. Ponderó que Maduro era el hombre para ese futuro de conflicto.
Por supuesto, no subestimar al chavismo o a Maduro, pero tampoco sobreestimarlos. Al adversario hay que comprenderlo. Maduro no es mal analista político y aunque no lo parezca, piensa en escenarios futuros. Me luce que cierra el capítulo de 2021 -salvo que los electores sorprendan en noviembre y la oposición salga mejor de lo que se espera, escenario que no descarto, dependerá sobre cómo la oposición conduzca su campaña antes, durante, y después- y ya tiene la mente en 2024 y 2030.
Sendos actos que Maduro tuvo me dan la pista. El primero, un taller con los candidatos del PSUV el día 31-8-21. El segundo, una actividad que es semanal, que se llama “Miércoles productivos”. La emisión del día 1-9-21.
En la actividad con los candidatos del PSUV, delineó lo que puede ser su visión del futuro político, al menos en el corto y mediano plazo.
El gobierno se siente seguro en el poder, con la estabilidad política garantizada. Algo como, “Maduro, el pacificador”. El magnánimo. Le dio la “bienvenida a la democracia” a los dirigentes del G4. El anuncio del G4 de participar en las regionales, Maduro lo interpretó con las palabras que afirma desde hace meses, “trajimos a la oposición a la política”. Agregó algo importante que define su visión en el corto y mediano plazo, “se abre un período de estabilidad política hasta por lo menos 2030”.
De manera que Maduro percibe que ganó la estabilidad política, ahora sí. Por eso –más allá del casquillo de los jerarcas chavistas a la oposición, y a ésta le gusta engancharse- felicitó a Ramos Allup, “lo logramos Henry”. Añadió que “seré feliz cuando vea a Capriles recorrer a Venezuela”, porque sabe que ahora toda la oposición menos el grupo Machado y Guaidó, quien está en la definición sobre cómo replantear su estrategia política, entraron en el sistema político autoritario.
Los tres grupos: el G4, Capriles, y la Alianza Democrática aceptaron jugar con las reglas de un sistema sin pesos ni contrapesos. No entran porque quieren, sino porque no había otra opción, salvo seguir una política que progresivamente los desdibujaba con el riesgo de desaparecer o ser sustituidos por otros grupos que llenen los espacios que el G4 abandonó desde 2017. Por cierto, estoy de acuerdo con que hayan entrado a dar la pelea por la alternancia dentro de las reglas del sistema político autoritario.
La prioridad para Maduro ahora es tener una gestión de gobierno, un objetivo que tiene desde que es presidente. Para Maduro, en los 8 años de mandato que lleva, siente que no ha tenido una gestión por la inestabilidad política. Su estrategia fue construir una que, cuestionable en el fondo y en la forma, hoy la tiene con más solidez. Evalúa que puede pasar a la etapa de la gestión. Esta etapa tiene dos orientaciones.
En sus palabras, Maduro señaló que la prioridad para gobernadores y alcaldes son los servicios públicos. Esta es la primera orientación. El gobierno está consciente que los servicios públicos son una importante debilidad no solo de la gestión sino política. De aquí la insistencia de Maduro desde hace varias semanas en los asuntos vinculados a la gestión.
La segunda orientación es el tema de las sanciones. En el acto con el PSUV, Maduro reiteró que la delegación del gobierno llevará este asunto a las negociaciones en México que se reanudaron el viernes 3-9-21. Jorge Rodríguez lo reiteró a su llegada a México, mientras que la AN sigue en la anulación de actos del parlamento de 2015. Principalmente, los vinculados al “cese de la usurpación”.
Lograda la entrada de la oposición en las regionales, la próxima meta del gobierno son las sanciones. Se fajará en México para conseguir una declaración que solicite levantar o revisar las sanciones.
En definitiva, Maduro se siente más consolidado en la presidencia. Cuando habla de un ciclo de “estabilidad política hasta 2030”, no descarto que Maduro tenga en mente lo que hará ese año si se mantiene en el poder. Es probable que Maduro considere reelegirse en 2024 porque tiene la “espinita” de la gestión. Además, percibe que ganó el pulso político a la oposición. En su criterio, se “comió las verdes” y ahora quiere disfrutar “de las maduras” con un gobierno que no tendrá mayores amenazas políticas.
Ahora que se percibe estable, quiere ver realmente cómo gobierna y dar su propio sello al sistema político. En su mente, puede estar que en 2024 se reelija, y en 2030 no lo haga sino que promueva una “transición” dentro del chavismo supervisada por él o, tal vez lo prefiera aunque no parezca, una “transición” a la oposición con una figura que no amenace los intereses vitales del chavismo. Esto le permitiría no solo decir al mundo, “¿de cuál dictadura hablan?”, sino que ayudaría a que Maduro se mantenga como la referencia dentro del chavismo porque el gobierno sería opositor, y no un gobierno chavista que pudiera ser distinto al de Maduro o, como pasa con el poder, ya dejaría de ser la figura central porque a “rey muerto, rey puesto” y se desatarían las pugnas internas dentro del chavismo.
Esta eventual “transición” para 2030 puede ser con una “oposición a la medida” que el gobierno fabrique para decir que “en Venezuela hay alternancia”. Pero también puede ser porque la oposición ganó la elección de 2030 producto de los acuerdos que hoy se bosquejan en México o si este intento naufraga, que la oposición compita y gane las elecciones dentro de 9 años. Los votantes sorprendieron al gobierno, y éste no le quedó otra sino aceptar el cambio en el gobierno.
Son conjeturas que hoy parecen muy traídas por los cabellos, pero no me parecen irrealizables. A Maduro no le gusta que le digan “dictador”. Sabe que es visto así por la opinión interna y externa, y no quiere que ese sea su legado.
Dentro del chavismo la idea de un “Maduro en reelección indefinida” tampoco caerá bien. Hoy es visto como la persona que lleva la herencia de Chávez, y lo evalúan bien porque el chavismo está en el poder luego de 8 años. Maduro ha sido no el único, pero el principal artífice de esto. Sin embargo, este reconocimiento no será para toda la vida. Las primarias también crean cultura política. La militancia del PSUV sabe que en su voto tiene un poder. Lo usó en las primarias del 8-8-21. De acuerdo a las cifras oficiales, apenas 1 de cada 10 de los alcaldes en ejercicio, recibió el apoyo de las bases del PSUV. Los 9 restantes no recibieron el respaldo de los chavistas. No será fácil justificar que el candidato presidencial del PSUV de 2024 sea “impuesto” por Maduro o por la dirección, para imponer a Maduro. Después que la militancia votó para seleccionar a sus candidatos a diputados en 2015 y a gobernadores y alcaldes en 2021 ¿no exigirá primarias para escoger a su candidato presidencial?
Maduro debe tener este escenario en su mesa de trabajo. Pienso que buscará reelegirse en 2024, y ya debe analizar cómo ser el candidato del PSUV sin que se vea como una imposición ¿Se atreverá a hacer primarias cerradas o abiertas?
La idea de mejorar la gestión y la “prosperidad económica” apunta a 2024. Maduro construye el escenario para competir con menos ventajismo. Estima que puede ganar con una gestión que tenga su sello, sin abusar del poder del Estado, que caracteriza a las victorias electorales del chavismo. Si gana, que la victoria no sea criticada o desconocida. Quiere ganar con el peso de una gestión, no con el tradicional ventajismo del PSUV que viene desde Chávez. Ventajismo que no comenzó en 2015 como cierta oposición quiere imponer como “historia oficial”, para tapar la pusilanimidad de muchos que hoy hablan fuerte pero que en el pasado callaron.
Lo cierto es que Maduro parece tener su plan de vuelo hasta el año 2030 y percibe que alcanzará llegar a esa fecha para cerrar, si decide irse y si todavía está en el poder, con el bicentenario de la muerte del Libertador con algo como, “Chávez, te fui leal y te cumplí”.
Si se mantiene en el poder para 2030, y decide irse de la política o “retirarse” a lo Putin, ya es otro artículo para el portal de la casa, El Cooperante.