26 de noviembre de 2024 2:13 AM

Ricardo Sucre: El 54% de Datanálisis y el rifirrafe en Twitter

El mundo tuiter siempre sorprende. De forma súbita, descubre procesos que existen. Está en su mundo, y de repente despierta, para luego volver a la tranquilidad hasta el próximo asombro. Las primarias del PSUV, Afganistán, y ahora una cifra presentada por la firma Datanálisis. La firma encontró que el 54% de la población opinó que su situación personal es mejor si la compara con 2018. La cifra causó irritación en redes sociales. Creo no se entendió bien la pregunta del estudio. Como pasa con frecuencia en tuiter, “se dispara primero, y se averigua después”.

Lo que me sorprendió es que, hasta donde hago seguimiento, Datánalisis hace esa pregunta desde 2020. Sí llama la atención que la respuesta afirmativa sube desde el año pasado. En julio de 2020 fue 29%; en febrero de 2021 fue 44%, y en agosto subió a 54 por ciento. Un incremento de 10 puntos en cinco meses y 25% en un año. Para el valor de agosto, no hay datos desagregados para ver cómo ese 54% se distribuye en vectores de clasificación. Quienes afirmaron que su situación personal es mala, bajó de un 71% en julio de 2020 a un 46% en febrero de 2021. Es decir, más gente siente que su situación personal es mejor si la compara con años previos.

La cifra no significa que no haya personas que perciban que su situación personal hoy es peor. Son un 46%. Si se cierran las cifras, de cada 10, 5 dicen que su situación personal hoy es mejor si la compara con 2018 y 5 afirman que es peor. No se niega esta realidad que es muy importante. Para mi artículo, lo que destaco es que quienes afirman que es mejor, suben desde 2020.

Posiblemente el mal entendido o mala intención fue confundir o hacer ver que se preguntaba por la “situación del país” y no por la “situación personal” en comparación con años anteriores. La pregunta es sobre la última, porque acerca del país, la evaluación es casi un 100% negativa. Para febrero de este año, un 91% evaluó como mala la situación de Venezuela. Es decir, 9 de cada 10 evaluó que la situación nacional era negativa, pero cerca de 5 de cada 10 consideró su situación personal como favorable. Por bloques políticos, para febrero de 2021, un 53% de los chavistas, 44% de los no identificados, y 35% de los opositores se ubicaron en la opinión que su situación personal era mejor. Como era de esperar, la evaluación positiva de la situación personal está más presente en los chavistas: 5 de cada 10 opinaron que era mejor, frente a 4 de cada 10 de los no identificados, y a 1 de cada 3 de los opositores.

En un tuit del día 26-8-21 un directivo de la firma, Luis Vicente León, tuiteó que la explicación del 54% es sencilla: en comparación a 2018, las personas perciben mejor su situación personal. Con el tuit del encuestador tal vez no habría que escribir más y terminar el artículo. Pero no. Quiero profundizar un poco más en el 54% que causó el rifirrafe en tuiter.

Una variable fundamental para esta percepción de mejora personal en comparación con 2018, es la dolarización que permite tener una vida privada con más seguridades. No es que la gente piense que la situación del país mejora –hay un contraste entre la evaluación del país y la evaluación personal, como se mostró- pero sí tiene un “locus de control interno” en su mundo privado.

Es la compensación por el “mundo horrible de afuera”. Lo público se percibe corrupto, deteriorado, “más de lo mismo”, y las personas se encierran en un mundo que pueden controlar, más predecible, estable, y grato. Por ejemplo, no es lo mismo pagar 20 y pico de millones de bolívares por 10 litros de gasolina, que 5 dólares. El primero se devalúa. Hace unos meses eran 15 millones, pero en dólares siguen siendo 5 dólares. Con el bolívar, la cantidad “suena grosera”. Quizás por esto, mucha gente prefiere hacer 8 horas de cola para echar gasolina subsidiada, sin tener certeza si podrá, pero si puede, serán 200 mil bolívares que “suena bonito”. Con el dólar también “suena bonito” y la vida es más predecible. La dolarización trajo estabilidad, certezas, seguridad ¿Quién no se siente mejor así? No es lo mismo $1,32, $0,76, $9,34 que BsS 10.996.834,36 o 33.165.786,45. Todo el mundo preferirá lo primero. Hasta para la “buena forma” de la Gestalt 5$ se percibe mejor que 20.545.165,67 BsS.

Esta lógica se extiende a otras esferas. No funciona Internet, pero hay una oferta en dólares con buenas velocidades. Personas pagan por este servicio, lo que a su vez refuerza su mundo digital. La pandemia igualmente ayudó porque hace que el contacto exterior sea más pequeño y “buscar el sustento” puede ser a distancia o con un “delivery”. Hay un mundo más autónomo pero más encerrado, principalmente en las elites que aunque se hayan quejado del descubrimiento de Datanálisis, son las principales beneficiarias del mundo en dólares.

La gente necesita certezas y la dolarización las ofrece parcialmente. En función de la capacidad de cada quien, pero la sociedad puede llevar una vida con menos incertidumbre.

Eso explica, entre otras variables, el alejamiento de las personas no solo de la política, sino de lo público en general. Lo público en Venezuela es fuente de incertidumbre ¿o todos los que hacen 8 horas de cola tienen la seguridad que echarán gasolina?

La relación con el Estado es por los servicios que presta de los que no es posible una vía privada, salvo la corrupción. Los “regalitos” a GN, policías, y “alguien conoce a un técnico de…” de los “chats”, son formas perversas para lograr certidumbre. Se puede prescindir de la “dignidad”, pero no de la certidumbre.

De resto, las personas habitan en su mundo privado con sus pares, sus series de cable o Internet, sus fuentes de información, y todo lo que refuerce su visión de la vida. Tan es así, que en tuiter fue noticia que “niñas con pinta bien” hayan visitado el centro de Caracas. O tuiteros que se nota no son chavistas, publican como un acontecimiento, su ida al centro. Algo como salir “off limits”. Lo que también evidencia la superposición del discurso político sobre la historia común.

El centro siempre fue el centro para todos, pero el discurso político lo transmutó a que “el centro y el oeste son chavistas y el este es de la oposición”. Entonces, cuando al centro van ejemplares que no parecen chavistas, es todo un acontecimiento. La propia sociedad aceptó su exclusión urbana. Hay zonas “chavistas” y zonas “no chavistas”. La memoria histórica se perdió y la gente internalizó los “off limits”.

Una de las consecuencias del conflicto político venezolano fue privatizar y aislar al público. Para quien no tiene dólares, es la vida “solitaria, pobre, desagradable, y brutal” de Hobbes. Para quien los tiene, colabora para hacer esa vida “menos brutal”. Esta realidad lleva a la reflexión que si una de las tareas para Venezuela es, antes de la unidad o de la soberanía, construir alguna referencia de una comunidad política común.

El alejamiento de lo público y la “visión de los míos” ayuda a una opinión negativa hacia la política. Es una tipo los “políticos sean del gobierno o de la oposición, no hacen nada o solo persiguen sus intereses, mientras el trabajo hacia el país lo hacen las ONG y los emprendedores”.

Tal vez lo anterior revele la fiebre por figuras no partidistas que se perciben auténticas, sin poses, como la del medallista Daniel Dhers. Las personas buscan autenticidad, maneras de ser genuinas, y menos acartonamiento que perciben caracteriza al mundo de la política, sea del gobierno o sea de la oposición. Por ejemplo, cómo en redes sociales se construyen las opciones de Guanipa y Patiño para Caracas. El primero, el “político tradicional”, acartonado, y el segundo un joven menos acartonado. El gusto en redes va al segundo que se percibe más auténtico que el primero.

Por eso la lejanía de lo público, junto al hacer y los éxitos en lo privado. El espacio para tener logros es el privado, no el público, porque el gobierno de Maduro lo vació de todo “locus de control” ayudado por la pésima estrategia de la oposición. De aquí la fiebre por los “emprendedores” porque son los que hacen, los que tienen logros, frente a un gobierno que gestiona malísimos servicios públicos y ante una oposición incapaz de hacer un cambio de gobierno o ser una alternativa política. La gente se refugia en su pequeño mundo amurallado de logros individuales que puede controlar porque se dolarizó, que recibe “likes” en redes sociales. En lo privado, las personas son “alguien”. En lo público, “unos equis” o “ilustres desconocidos”. Adentro, el orden político; afuera, el estado de naturaleza.

Lo anterior afecta a todos los grupos políticos, pero más a la oposición. El público chavista se siente parte de un proyecto al menos políticamente exitoso –Maduro sigue en el gobierno- mientras que la cuesta es más empinada para la oposición porque es el sector con mayor “locus de control externo”, que se refugia en lo privado para compensar la dureza de la esfera pública.

II

Tengo una segunda hipótesis, vamos a llamarla “positiva”, que explica el 54% y la molestia en tuiter por el guarismo de la encuesta.

En un artículo publicado el día 22-3-21 por el portal de la casa, El Cooperante, con los números de Datanálisis para febrero de 2021, dejé como hipótesis que hay una tensión entre que la gente percibe que está bien, pero el país está mal, que se traduciría en mayores demandas al gobierno para mejorar la gestión. Esa tensión no sería indefinida porque si la persona se siente bien, buscará como un efecto halo, extender la felicidad a otras áreas de su vida. Un “Proxy” puede ser que la gente ahora quiere ir al centro de Caracas. Dispone de recursos, y el gobierno municipal mejoró el sitio. Una demanda para salir afuera de los límites, halló una oferta urbana. Esa tensión la llamé en el artículo de marzo para El Cooperante, el “malestar inconsciente”.

El disgusto por el 54% puede ser la cara del “malestar inconsciente”. Las personas, al ver que su situación personal mejora, produce al mismo tiempo un malestar por la situación calamitosa del país. Ocurre porque la vida se transformó en una inercia y produce disonancia. Hay una toma de conciencia tipo, “bueno, estoy bien, pero no puedo hacer mucho porque el país está mal”. Una lógica de la “pirámide de las necesidades de Maslow”: la dolarización satisfizo las necesidades básicas. Hay una estabilidad en lo básico -tengo azúcar, por ejemplo- que produjo una concienciación sobre valores más elevados. Se genera una presión para salir del mundo privado para buscar esos valores –el esparcimiento, por ejemplo, con bicicletas o ir a parques como se observa ahora- pero choca con la realidad pública que es limitada. Principalmente, los servicios públicos. Este choque resulta en que aumenta la demanda al gobierno para que tenga una gestión. Las colas ahora no son por harina sino por gasolina. Puedo alimentarme, pero no desplazarme. Lo anterior genera una presión al gobierno para tener una gestión. No se puede hacer un Clap de gasolina, por ejemplo.

No es descabellada esta hipótesis si se toma en cuenta que desde hace unas semanas, Maduro enfatiza en sus palabras la necesidad de tener una gestión. En un tuit con fecha 25-8-21 tuiteó que, “Ministros, Gobernadores y Alcaldes, les reitero: el bloqueo no debe ser la excusa para dejar de garantizar la atención integral del pueblo, todo lo contrario, es la causa de lucha para superar los ataques criminales, y lograr la mayor suma de estabilidad y felicidad posible”.

Quizás Maduro percibe que ese “malestar inconsciente” comienza a politizarse o puede politizarse en la coyuntura de las elecciones regionales. Por eso su énfasis en “escuchar las críticas” como lo demandó en la actividad del día 25-8-21, y su descarga feroz contra el gobernador de Mérida. Parece consciente de la mediocre o gris gestión de su gobierno, que distribuye Claps y entrega viviendas, pero no puede garantizar certidumbre para una vida cotidiana, así sea con privaciones. Ofrece un presente gris, pero no un futuro. A lo sumo, también gris como la pintura en paredes de Caracas. El gobierno se halla en un círculo vicioso y Maduro está consciente. Pero apela a lo mismo: llamados para ser eficientes, y amenazas a la oposición que posiblemente deje a los “protectores”. Una creencia que solo el voluntarismo o “echarle bolas” con unas botas llenas de barro, es suficiente para abordar las consecuencias del cambio climático.

Lo clave desde el punto de vista político es que Maduro internalizó que el talón de Aquiles de su gobierno es la gestión y lo prioriza. En una actividad del día 25-8-21 Maduro reiteró que su visión de la economía es diversa. Dijo, “no hay dogma en nuestra política económica. Tenemos el Plan de la Patria 2025, tenemos una idea clara de una economía desarrollada, integrada, mixta, diversificada; articular servicios, bienes, recursos. Es el objetivo y vamos lográndolo paso a paso”.

Si el gobierno puede salir de sus dogmas el tiempo lo dirá. El 54% también es un indicador que ha salido de algunos. Por ejemplo, el control de precios o del tipo de cambio. Lo relevante desde el punto de vista político es que Maduro está al tanto del “malestar inconsciente” ¿Las renuncias de Erika Farías y Marco Torres tienen que ver con el “malestar inconsciente” que el gobierno olfatea? Las personas mejoraron su vida personal y ahora quieren que la vida pública mejore.

III

Los dos explicaciones anteriores son analíticas. Es decir, abonan para comprender procesos que no son nuevos. Al menos en mi “observación a lo Picón Salas” de la realidad venezolana, a partir de 2017 noté “en el pueblo” la dolarización en las transacciones, no en la salida de capitales que siempre ha existido en Venezuela para los ricos, la clase media, y los pobres. También, antes que Maduro anunciara su “paquete de medidas” el 1-1-18, el pueblo había hecho su “reconversión” y le quitó 3 ceros al bolívar de la época. Hoy no hablamos de nada nuevo sino de procesos que abarcan a más personas. Que un 54% opine que su situación personal es mejor si la compara con 2018, indica que la dolarización amplió su presencia en la población.

Pero la rabia por el número de Datanálisis no es solo analítica sino política. Desde 2013, en la oposición se impuso una opinión que planteó como eje de la estrategia la fuerza –que los políticos “compraron” para su mala fortuna- sea militar o la esperada por muchos “explosión social” que catalizará al también esperado “pronunciamiento militar” para el “quiebre”, y la igualmente esperada, “transición” que encabezará el “dream team” de las elites.

Esa fue la apuesta -y todavía es- de cierta oposición que se impuso en 2013 y logró dominar al mundo opositor con dos mecanismos muy sencillos: la “comunidad internacional” y el “chapeo” con el apoyo de los EUA, y el discurso de los “colaboracionistas”, que ahora salpica a todos, incluso a ese grupo. Solo hay que ver la respuesta a los tuits de los partidarios de María Corina Machado, por ejemplo. Personas que apoyaron “la ruta del coraje”, hoy los acusan que “ni lavan ni prestan la batea”.

Pero entre 2013 y 2020 ese grupo dominó. Fue implacable. Las opiniones críticas con la estrategia del “quiebre”, fueron estigmatizadas como “colaboracionistas” y “chapeadas” con el mote de “eso no es lo que quiere la comunidad internacional”. Tuvieron mucho poder. Doblegaron a personas e instituciones como la Iglesia, por ejemplo. Se recuerda que ésta publicó un comunicado sobre las parlamentarias muy criticado por esta opinión. Al final, en vísperas del 6-12-20, la CEV emitió un segundo comunicado cuyo contenido pasó con más pena que gloria. Así operó este grupo de opinión formado por famosos, influencers, “anclas”, periodistas, y portales, que hoy están en el 54% aunque digan que no.

La nuez para el control sobre toda la oposición por parte de esta opinión es que todos tenemos que estar mal -menos ese grupo, claro- porque estar mal, sería el catalizador de la “explosión social”. De manera que cualquiera que mostrara alguna señal de bienestar era censurado con el mote de “enchufado”, que también se le devolvió. Seguramente es la “justicia poética”, pero es toda una ironía leer a influencers quienes durante 2017-2018 le decían a todo el mundo “enchufado” por hablar de algún momento bueno o de “sano esparcimiento”, ahora tuitean que “no todo al que le va bien es enchufado”. Por supuesto, ya están en el grupo de los privilegiados. Tienen que defender su nuevo estatus que pasa, también, por ir a los otrora censurados “bodegones” para los suculentos platillos que exhiben en redes. Ya pasaron la época de 2015-2018 de subir fotos de neveras vacías o con una botella de refresco llena de agua.

Sin embargo, la tesis de “lo bueno de todo esto es lo malo que se pone” no funcionó y ese grupo se tambaleó y se “fracturó” en 2020. Las opiniones críticas hacia la estrategia del “quiebre” que siempre habían estado pero silenciadas o ridiculizadas, lograron mayor presencia. El grupo de 2013 perdió fuerza y legitimidad porque no cumplió con su promesa de un cambio rápido de gobierno. El público los abandonó porque no van a poner su vida en espera o a sacrificarla por una opinión irresponsable y de una incompetencia política sin parangón como la de ese grupo.

Le molestó el 54% porque cualquier cosa que indique que alguien percibe alguna mejoría así sea en su micro mundo, es menos poder para esa opinión. El rey de la dignidad quedó desnudo. No era tan digno como decía que era. Curiosamente, los críticos del 54% son uno de los principales beneficiarios del “ajuste a lo Maduro” que les permite jugar a la resistencia desde la comodidad de tuiter y en casita.

No obstante, ese grupo tiene un punto cierto: cualquier señal de mejora personal o social, el gobierno la llevará a su molino. Pero su temor no justifica su pésima estrategia política y la censurable estigmatización a quienes no le bajaron la cabeza en su reinado de 7 años o aplaudieron todas las “ocurrencias” de este grupo.

La “terca realidad” nuevamente hace presencia. Así como el gobierno está interpelado para dejar la comodidad de “todo lo que pasa es por el bloqueo” y asumir una gestión porque le mejora individual tarde o temprano se traducirá en demandas importantes al ejecutivo, la oposición que dominó hasta 2020 tiene frente a sí dejar la comodidad de un par de tuits para criticar el 54% y entrar en lo que no quiere: la fatigosa, incierta, e ingrata tarea de la política.

El Cooperante

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