Las acciones de Alibaba en la bolsa de Hong Kong se descolgaron en los días pasados hasta sus más bajos niveles desde su inclusión, en 2019. La causa es evidente y reviste la forma de nuevas disposiciones antitrust que Pekín se sacó de la manga y que acaba de anunciar con gran fanfarria. Las medidas están orientadas a la reducción de la gravitación que empresas como la citada juegan en el comercio online chino. Se han inventado una verdadera camisa de fuerza para los grandes de los negocios digitales.
Alibaba no fue la única alcanzada por este anuncio. Son todas las firmas “Big Tech” las que perdieron 50.000 millones de dólares en valor de mercado en el momento en que los inversionistas percibieron el interés del gobierno en reforzar las leyes anticompetencia entre las empresas de Internet que operan desde y dentro del mercado chino. Tencent cayó cerca de 4%; Alibaba 4,8%; DJ perdió 5,2% y Maituan 3,5%.
La censura oficial contenida en estas nuevas disposiciones pretende impedir prácticas que son usuales y válidas de estas firmas en otros mercados desarrollados y las prohíbe de un solo zarpazo. De lo que se trata es de impedir el uso de instrumentos de inteligencia digital que corrientemente son puestos en práctica para la captación de clientes por parte de las grandes tecnológicas en el mundo como la utilización de data, algoritmos y otros medios para redireccionar el tráfico desde empresas rivales o la creación de obstáculos para impedir que su público objetivo instale o utilice servicios de la competencia.
Ocurre que China había puesto en marcha incentivos fiscales y ayudas financieras durante años para impulsar las inversiones tecnológicas. Pero el asunto se le fue de las manos al régimen de vocación controlista y ahora el gobierno viene de regreso tratando de impedir lo que Xi Jinping ha llamado “un desordenado crecimiento de capital”, que no es otra cosa que un manejo eficiente de un negocio de avanzada que, en la práctica, está produciendo ingentes beneficios a su comercio con terceros.
Si vemos de cerca lo que estas firmas han logrado para China, y Alibaba en particular, notaremos que su plataforma B2B de comercio y su sistema de pagos online Alipay han sido los grandes artífices de la conexión de pequeñas y medianas empresas de Estados Unidos y de Europa con fabricantes chinos y ha instaurado servicios de datos en la nube que han terminado por impulsar 80% de todo el comercio en línea en China. Solo que es ello justamente lo que no es apreciado en las alturas del poder: que gracias a Alibaba y a sus potentes motores de búsqueda las empresas chinas de todo tamaño pueden vender productos autóctonos o manufacturas a compradores ubicados en todo el planeta, haciendo crecer sus negocios con la adecuación de sus producciones a los gustos y preferencias extranjeras.
Es así como el asedio a los gigantes de Internet –tanto Alibaba como Tencent están valoradas en más de 700.000 millones de dólares–, que había tomado la forma de multas más o menos modestas en el pasado, está revistiendo más agresivos instrumentos de limitación de los negocios a través de la imposición de normas encaminadas a impedir una mayor penetración en el comercio.
Con la excusa de la salvaguarda de la seguridad nacional y de la protección de la ciudadanía china, desde Pekín, y a través de la Oficina Antimonopolio de Internet (SAMR), están empeñados en matar a la gallina de los huevos de oro.