23 de noviembre de 2024 6:40 AM

Raúl Fuentes: Yo también me bajo

«Paren el mundo que me quiero bajar» es una frase atribuida a la ligera y sin  pruebas a la precoz y desmesurada sabiduría de Mafalda, o al ingenio de Quino, su creador, aunque sé de una canción en inglés, interpretada por la banda británica Arctic Monkeys, titulada Stop the World I wanna get off with you; sin importar, empero, si su  autoría es o no apócrifa, me vino de perlas a fin de perpetrar el presente delito de lesa escritura, el pasado jueves 19 de agosto, cuando se celebró el Día Mundial del Orangután —primate en peligro de extinción, mas no en este país donde mandan gorilas y  toda suerte de homínidos: fuertes como el odio, se niegan a desaparecer y circunstancialmente cantan rancheras, procurando eternizarse en la copa del árbol bolivariano—, a pesar de las  rigurosas y conservadoras posturas de opinantes apegados a formalismos y convenciones, o sujetos a las recomendaciones de algún puntilloso  manual de estilo en desuso, quienes no se atreven a colocar una cita al comienzo de sus escritos para no sentirse obligados a   glosarla y aplicar un rumbo no deseado a sus ideas; empero, el irresistible avance del talibán y su acceso al poder reclamaban una obertura a escala del drama afgano. De allí su escogencia en vez de una monda, lironda y redonda sentencia de la Editora Senior para Latinoamérica del New York Times, Elda Cantú, en alusión al panorama informativo internacional: «El mundo escupe malas noticias por donde se le vea». Y nuestro país no ha sido esquivo al escrutinio del diario neoyorquino, no en razón de malas nuevas —chorrean estas a montón —, sino del esperado encuentro, en México, de representantes del nicochavismo gobernante a juro y delgados de la plataforma unitaria de oposición liderada por Juan Guaidó.

Sí, el pasado viernes 13 fue noticia porque pareció comenzar con buen pie la nueva ronda de conversaciones entre un gobierno de facto ávido de reconocimiento y apremiado de despenalización, y la convaleciente oposición democrática. Ese día, las partes reunidas (mas no revueltas) en el museo antropológico de la capital azteca, suscribieron, entre anhelos, cálculos y recelos, un Memorándum de Entendimiento, sentando las bases para  negociar una agenda de siete puntos —«Derechos políticos para todos; garantías electorales, también para todos, y el respectivo cronograma de comicios observables; levantamiento de sanciones y restauración de derecho a activos; respeto al Estado Constitucional de Derecho; convivencia política y renuncia a la violencia; protección de la economía nacional y medidas de protección social al pueblo venezolano; garantías de implementación, seguimiento y verificación de lo acordado»—. Así lo reseñaron los medios y nadie se atrevió a vaticinar la duración de este cónclave en suspenso hasta el próximo 3 de septiembre. ¿Reparación de asignaturas pendientes o materias reprobadas? En todo caso, se concertó un receso para, conjeturo, consultar a Caracas y coger swing de cara a los próximos innings; pero, en el mientras tanto, Maduro exhibe el memo cual si fuese oreja cortada en faena de tronío en la Monumental plaza de toros de Ciudad de México —la más grande del mundo—, haciendo uso propagandístico del mismo, falseando su significación —lo hizo publicitar en Gaceta Oficial— y presentándolo, a la manera de Goebbels, como un sobrentendido reconocimiento al régimen. ¡A otro perro con ese hueso!, podríamos exclamar ante semejante dislate; pero, afortunadamente, voces autorizadas, se encargaron de poner las cosas en su lugar.

Román Duque Corredor, exmagistrado de la Sala Político-Administrativa de la Corte Suprema de Justicia e individuo de número de la Academia de Ciencias Políticas y Sociales, en comunicado difundido el miércoles 18 de agosto, desestimó el pronunciamiento de la Asamblea Nacional color carmesí sobre el memorando de marras, por su manipulación política y publicitaria, y lo equiparó a los obituarios y saludos conmemorativos de rutina, despachados en ese congreso de utilería. El espurio parlamento oficialista, sostuvo el destacado jurista, acepta que un gobierno sedicente, al discutir su propia gobernabilidad con otra parte, reconoce implícitamente el cuestionamiento de su condición de poder.

Desde otro ángulo, la ingeniero, escritora y miembro correspondiente de la Academia de la Lengua, Carolina Jaimes Branger, después de pormenorizar en El Estímulo las exigencias del madurato a fin de enviar a sus representantes a la cita mexicana, ninguna de las cuales fue satisfecha, concluyó: «El solo hecho de que los representantes del régimen de Nicolás Maduro hayan estado en México, hayan firmado un memorando de entendimiento y se hayan comprometido a asistir a unas nuevas jornadas de diálogo, es un éxito. Pero no es un éxito de Maduro. Es un éxito de Juan Guaidó y su equipo en su camino al Acuerdo de Salvación Nacional». En su análisis, Jaimes Branger rechaza los reparos de María Corina Machado, desconociendo la representatividad de la plataforma unitaria y decretando la muerte del interinato.

¡Ah, la inmaculada, la inmarcesible María Torpedo! Cuando oficiaba de heraldo del Apocalypse of Saint Donald, convencida de la necesidad de derrocar el M(ad)uro a TRUMPetazos, cual abatieron los israelitas las murallas de Jericó a punta de shofarots, fue ridiculizada por Elliot Abrams, a la sazón, encargado especial del gobierno de Estados Unidos para los asuntos de Venezuela, quien ironizó sobre su llamado a una intervención extranjera y tildó de «Plan B surrealista» a la bautizada por ella «Operación Paz y Estabilidad (OPE)». No sabemos si se trata de una presencia o de un aspecto de la «gente bien». Acaso solo sea un si condicional o un verso esdrújulo o sobresdrújulo y una reducción al absurdo. Todo eso y también una figura retórica, tesis y antítesis de sí misma entre peros y paréntesis, autoerigida en conciencia de la decencia, anclada en una añeja y quimérica consigna del Mayo Francés de 1968: ¡seamos realistas, pidamos lo imposible! Como el de ella, otros gañotes enronquecen con histéricos alaridos desacreditando a quienes acuden a un convite con delincuentes. Tales delincuentes, olvidan los prístinos, purísimos y encapillados seguidores del Vente tú de la Machado, el Bravo Pueblo de Ledezma y otras organizaciones de similar predicamento mediático, ejercen el poder real y efectivo en este país víctima del mal de Chávez y de su agente transmisor, el Nicovirus. Si la salida es negociar con criminales, debe hacerse. Churchill y Roosevelt transaron con Stalin la repartición de Europa tras la derrota nazi. ¿Y no se sentó Trump con Kim Jong-un?

A estas alturas, convendría aferrarse a la realpolitik, para usar el término acuñado por el Canciller de Hierro Otto von Bismark, dejando de lado escrúpulos y melindres, pues, en las actuales circunstancias, el conflicto doméstico aconseja pragmatismo. El ejercicio político no puede continuar basándose únicamente en consideraciones ideológicas y valoraciones morales. Ya Maquiavelo recomendaba al príncipe utilizar el mal para hacer el bien. Si realmente estamos interesados en salir de Maduro y su banda de corruptos y corruptores es preciso pactar hasta con el diablo. Sin distancia ni categoría. Rómulo Betancourt y Miguel Otero Silva, por ejemplo, se juntaron con Rafael Simón Urbina para combatir a Gómez. En la junta patriótica de 1957 convergieron adecos, copeyanos, uerredistas y comunistas en torno a un objetivo concreto: derrocar a Pérez Jiménez. Este fue defenestrado por un alzamiento militar debido en gran parte a la presión de la sociedad civil. Las condiciones eran otras, y otros los oficiales de entonces. Es puro pensamiento ilusorio confiar en un inevitable golpe de Estado. Lo sensato, inteligente y conducente es fortalecer la unidad con base en protestas y movilizaciones ciudadanas orientadas a la realización de elecciones libres bajo la supervisión de organismos internacionales, probos e imparciales. En este sentido, es plausible el acuerdo de salvación nacional, fundamento de las conversaciones en reposo. Pero —es insoslayable un pero más—, soy pesimista respecto al logro de un entendimiento, sobre todo porque el envite del arrogante reyecito rojo es ¡cese de las sanciones o nada! Así lo pregonó en sus invasivas incursiones televisuales. Y cuando asegura ladinamente hacer todo lo posible para que la oposición no patee la mesa, está cantando un adelantado ¡yo no fui!  Para más inri, el papagayo se le enredó y Fatou Bensouda lo dejó fatuo al dictaminar: «la información disponible en la CPI proporciona una base razonable para creer que, desde al menos abril de 2017, autoridades civiles, miembros de las fuerzas armadas y personas progubernamentales han cometido crímenes de lesa humanidad de encarcelamiento u otra privación grave de la libertad física en violación de las normas fundamentales del derecho internacional». ¡Chúpate esa mandarina!, cual gracejaba Chivo Negro. Tal vez como a Mafalda, le apetezca al Bigotes bajarse del planeta.

El Nacional

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