23 de noviembre de 2024 3:13 AM

Luis González Del Castillo: ¡Talibanes, estudiantes y cultura!

Después de 20 años, y ahora más que nunca “La cultura importa”. No menos de 2.400 vidas de ciudadanos norteamericanos y 2 billones de dólares arrojaron la conclusión compartida por muchos, y por cierto la de los 2 candidatos en la reciente disputa por la presidencia de Estados Unidos sobre la inconveniencia de mantenerse por más tiempo en Afganistán (la administración Trump pactó retirada según “acuerdo de Doha”). Bajo la situación anterior, también se hace patético aquello de que el cómo es tan o más importante, a veces como el qué; Veamos:

La sociedad estadounidense, rica en diversidad cultural, en iniciativas de avance científico-tecnológico, bajo un sistema de libertades que inagotablemente hace de la promoción del talento humano su clave para el progreso; sin embargo, está padeciendo de una incontrolada disputa interna por el poder político. Esto, según he podido observar, nubla parcialmente sus capacidades para una mejor planificación del desempeño de las funciones de Estado, nacional e internacionalmente. Dar mayor peso al beneplácito de una opinión pública temporal, de aceptación o rechazo, el sesgo de intereses distintos a la prioridad de Estado, frente a la conveniencia estratégica de largo aliento sobre lo que es necesario asumir como una política correcta a nivel geopolítico, les está pasando factura.

Las dos décadas que siguieron a la caída del muro de Berlín (9 de noviembre de 1989) y a la disolución soviética (11 de marzo de 1990-26 de diciembre de 1991), que por cierto tuvo su primer turno de desgaste en Afganistán, crearon aquella suerte de síndrome norteamericano de triunfo sistémico capitalista. De allí surgió una rica discusión que se tradujo en muy interesantes publicaciones. A manera de ejemplo podemos recordar al “estudiante” Francis Fukuyama con su ensayo El fin de la historia (1989), lo cual convertiría al libro El fin de la historia y el último hombre (1992). Luego su mentor o profesor Samuel Huntington, en El choque de civilizaciones (1996), expresa la importancia capital de las religiones en el devenir mundial. Las resume en ocho: subsahariana, latinoamericana, sínica, hindú, budista, nipona, occidental, ortodoxa e islámica. Luego Fukuyama  se criticaba a sí mismo, y criticaba con América en la encrucijada (2005) el problema de la “guerra preventiva”, y por lo cual no justificaría el neoconservadurismo en su posterior caso de invasión a Irak, frente a la invasión a Afganistán plenamente justificada por todo Estados Unidos y sus aliados. Igualmente, criticó entonces la invasión a Irak el expresidente Al Gore en Ataque a la razón (2005). Pero en La cultura importa (Huntington, 2001) se da y es una imperdible lectura que contiene la vital discusión sobre si el tema económico, las típicas posiciones ideológicas, o es más bien la religión y la concepción del mundo lo que marcaría una clave del futuro. Pareciera que es algo de esto, o mucho de esto, lo que está aconteciendo en la actualidad.

Talibanes o “estudiantes”, como se traduciría idiomáticamente esta palabra, no parece asociar esta nomenclatura a una idea que encierra o mueve a la idea de alguien que quiere aprender. Estados Unidos surgió de la búsqueda de libertad para practicar un modo de vida basado en la libertad religiosa, y en una organización social según sus valores y principios. Ese compromiso universal en valores y principios no puede ser abandonado jamás. La cultura, en este caso, después de veinte años de presencia occidental en Afganistán reclamaría supuestamente como un río su cauce original. Pero, en cuanto y tanto que los cambios de las sociedades sin duda alguna comienzan y terminan en la mentalidad de sus ciudadanos, una nueva lucha apenas comienza para ellos. De allí saldrá la cosecha de lo que se haya realmente podido sembrar en sus conciencias. De la Afganistán de estos últimos años tendrá que venir el cambio. Por ello se equivocan los que creen que todo está perdido, o que fue en vano la presencia de Estados Unidos en Afganistán durante estas dos décadas. Por supuesto que nos es muy doloroso sentir que regresan al poder los talibanes, sin saber cuánto tiempo tomará al pueblo afgano producir dichos cambios y evoluciones necesarias para derrotar la cultura teocrática extremista, y de dominación hacia la mujer, por ejemplo. Como mirandinos libertarios estamos al lado de las naciones libertarias y democráticas; como lo es la auténtica nación americana. Igualmente creemos en la lucha por los derechos universales del ser humano. Dos aspectos claves debemos señalar al respecto:

a) El problema de la promoción del ser humano, del conocimiento de la historia. La formación cultural ciudadana para la libertad y la democracia. El conocimiento de los idiomas. Métodos de intercambio cultural permanente y de discusión interreligiosa; b) la promoción de la transparencia en los procesos para la toma de decisiones sobre las políticas públicas de formación, administración de recursos y acceso a las universidades, para evitar la conformación de cónclaves de pensamientos retrógrados que supuestamente son de naturaleza justiciera y respetuosa de las ideas pero que se convence a sí misma de lo importante que es “controlar al ser humano”. Este conocimiento es reducido a grupos de interés que pretenden seguir usufructuándolo para su beneficio, y en detrimento de la eficacia y conveniencia de las naciones.

Pienso que hay dos posturas equivocadas en este asunto del manejo de sociedades problemáticas como las del “atraso talibán”: a) el creer que solo por la fuerza se podrán realizar los cambios que las sociedades atrasadas y secuestradas por los enredadas mafias político-criminales han mantenido a lo largo de décadas, y b) creer que sin la intervención de las fuerzas de la luz, del bien y de la inteligencia de las sociedades más avanzadas se podrán esperar eternamente cambios en las sociedades más atrasadas. Ello debe ser motivo de reflexión mundial por el deber moral de la propia condición humana, pero incluso por el deber de garantizar el control sobre estas y los peligros y amenazas ciertas que implican para nuestra cultura occidental de libertades.

El Nacional

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