El caluroso agosto nos sorprende con la noticia de negociaciones entre Maduro y Guaidó, entre el régimen y la oposición venezolanas. Para algunos la noticia es un prometedor giro en un país que temen se convierta en un Estado fallido; otros son escépticos con esta iniciativa de la que no esperan gran cosa, mostrando cierto hastío por la falta de soluciones. Por ello conviene analizar las circunstancias de este nuevo intento de acercar a dos partes muy alejadas y tener en cuenta algunas claves novedosas.
Estas negociaciones no son las primeras; de hecho, son las quintas desde la contundente derrota del chavismo madurista en las elecciones parlamentarias de 2015 (la oposición ganó con dos tercios del parlamento). Ni Maduro ni el chavismo aceptaron la derrota, propugnando la ilegalización del parlamento y copando las instituciones del Estado para evitar que la oposición tuviera ningún espacio de poder propio. Pero en paralelo Maduro se ha venido jactando repetidamente de su vocación de sentarse a negociar con la oposición y consiguiéndolo, de hecho, en 2016, 2017, 2018, 2019 y ahora en 2021.
Así el primer intento en 2016 se saldó con una fugaz foto en el palacio presidencial de Miraflores, con la intervención de los ex presidentes Zapatero, Torrijos y Leonel Fernández, junto con el Vaticano. El Vaticano salió airado y decidió no volver a implicarse en posteriores negociaciones. En 2017, en plenas movilizaciones populares, el régimen volvió a sentarse a negociar, esta vez en secreto y en la embajada de España, moderado por Jose Luis Rodriguez Zapatero. Aunque salió en arresto domiciliario Leopoldo Lopez, el proceso acabó en un nuevo fracaso por la negativa a suspender las elecciones a una Asamblea Constituyente monopolizada por el oficialismo y pensada para desvirtuar las competencias legislativas de la Asamblea Nacional de mayoría opositora que presidía en esa época el líder opositor Julio Borges.
En 2018 un nuevo intento, esta vez en Santo Domingo y con intervención, como facilitadores, de los cancilleres de una serie de países (México, Chile, Nicaragua y Bolivia, entre otros), además de los mediadores Zapatero y Danilo Medina, para conseguir fijar una fecha y unas condiciones para celebrar las elecciones presidenciales. Nuevo fracaso y el fin de Zapatero como mediador tras su enfrentamiento con la oposición por no haber aceptado un acuerdo que no garantizaba unas elecciones presidenciales con participación plena de todos los líderes opositores proscritos.
En 2019 un nuevo intento, esta vez en Barbados y con mediación de expertos funcionarios del gobierno de Noruega. Nuevo fracaso tras varios meses de conversaciones acompañadas en paralelo de dañinos incidentes, declaraciones altisonantes, asesinatos de opositores detenidos por el régimen en lo que pareció un intento de sectores contrarios a la negociación de sabotear unas negociaciones ordenadas y bien planteadas por los discretos y pacientes noruegos, que finalmente terminaron tras darse a conocer las negociaciones en paralelo de Maduro con un sector minoritario de la oposición, la “Mesita”, para librarse de un incómodo proceso que obligaba a cesiones a medida que avanzaba. Y ahora se repite la mediación noruega y una nueva sede en un tercer país, esta vez en el México de Lopez Obrador.
Jesús Silva, ex embajador de España en Venezuela // EL MUNDO
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