El gobierno ofrece hospedaje gratis en el Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin), tiene habitaciones para todos los gustos, desde tigritos para castigos hasta placenteros aposentos con televisión. Claro, algunas comodidades tienen su costo en divisas como en cualquier otra cárcel del país. El capitalismo revolucionario es incapaz de perder la oportunidad de explotar esas cuotas de poder que le parecen minucias a los ministros.
En una de las zonas más transitadas de Caracas se encuentra un enorme edificio con varios sótanos en los que solo se escucha el pasar del Metro, lo cual permite saber cuando es de día o de noche, ya que no tienen acceso a la luz del sol. Cruzando la calle de una de las salidas del subterráneo de Plaza Venezuela puede llegar con facilidad, sin trasladarse en los peligrosos carritos por puesto que exigen billete para subirse a la ruta, esos que dejaron de imprimir por la supuesta futura reconversión que le quitará ceros a la moneda. Los ciudadanos deben tener paciencia y viajar en transporte público, la revolución se los agradece.
Otras locaciones, como El Helicoide en Caracas, son para los invitados de alto perfil. Para alojarse allí se exige nivel equivalente a petrolero gold, narcotraficante o amante equivocado. Los políticos pueden ingresar a las horas menos esperadas, por motivos fútiles, a pie, en moto, hasta en carro -así sea montado en grúa-. Me dicen que hay cuartos con el nombre de alacranes en ejercicio, por si se portan mal (se denomina alacrán a los diputados y demás dirigentes de partidos que pasaron a la nómina del gobierno a cuenta de su voto y organización con fines políticos, de lo cual están muy agradecidos). Las sedes se encuentran en urbanizaciones, en otros países son los barrios opulentos, por ejemplo, Prados del Este en la que hay bellas casas dispuestas para tal fin. En Maracaibo, cerquita del Country tenéis una. Toda ciudad que se respete posee su propio hotel de permanencia extendida, y algunos estados tienen más de una. Los tramites se inician cuando al respectivo juez le dan la orden de proceder y se haga oficial su derecho a candado sin llave.
Los sitios de reclusión dependen del hacinamiento, por ejemplo, estamos en temporada alta de persecución. Bueno, casi siempre nos encontramos en esa etapa, típico de las dictaduras. Suele bajar la ocupación cuando la señora Michelle Bachelet, Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, se pasea por Venezuela o su personal empieza con sus preguntas indiscretas. En ese momento, las ofertas de dar libertad a los políticos de oposición acusados de los más estrambóticos delitos relacionados con la Ley Orgánica Contra la Delincuencia Organizada y Financiamiento al Terrorismo, bajaron por cuanto el supuesto diálogo patinó en el asfalto de la chapucería. Al régimen le es indiferente que venga una Misión técnica de la Unión Europea, ya que tiene mucho menos jerarquía que la ONU, se pueden ir, haber hablado con los candidatos a huéspedes de sus mazmorras o preocuparse por la suerte de la democracia. Ese es su problema.
El Sebin es tan envidioso que a los verdaderos hoteles que hospedan a políticos de la oposición los cierra hasta nuevo aviso, un eufemismo para recomendar que se abstengan de prestar sus servicios a esos individuos parlanchines cuyo verbo y evidencias recuerdan las injusticias que comete Nicolás y sus secuaces.
La mejor competencia que tiene el Sebin es la casa del embajador de la República de Chile, por allí han desfilado ilustres venezolanos, alguno en el vacío de poder de 2002, otros desde 2017, cuando Roberto Enríquez, presidente del partido Copei tuvo que pedirle al representante diplomático que lo recibiera porque el Tribunal 1º de Control Militar, Expediente CJPM-TM1C025-17, le dictó orden de detención N° 037-17, y mediante oficios dirigidos a Interpol y al Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (CICPC) (N° 154-17 y 155-17, respectivamente) ordenaba su aprehensión. Gracias a esta invitación el mencionado ciudadano decidió buscarse una alternativa más favorable para su salud. En esa oportunidad le imputaron: delitos de traición a la patria, instigación a la rebelión, y delitos contra el orden y seguridad de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB).
Freddy Guevera, diputado con un privilegio procesal que llaman inmunidad parlamentaria que impide que lo puedan detener, también estuvo en la casa del embajador de Chile. Luego de su salida el 9 de septiembre de 2020, negó que la residencia tuviera un Spa para masajes, aunque si tiene una piscina pequeña, insuficiente para entrenar. Disfrutó de una estadía de tres años acompañando a Roberto Enríquez, cuando salió apoyó a la gente desde su organización política con actividades de calle. Menos de un año después el gobierno lo encierra de nuevo, siendo el indulto que le otorgó Nicolás una engañifa para poder atraparlo más tarde.
Perseguidos por su designación como magistrados del Tribunal Supremo de Justicia, los abogados Beatriz Ruiz Marín, Zuleima Del Valle González, Elenis Rodríguez Martínez, Luis Marcano Salazar y José Núñez Sifontes se asilaron en la residencia del embajador de Chile. Un gentío para la pequeña morada, por lo que se retiraron en la primera oportunidad.
El nuevo vecino de la casa del embajador es Emilio Graterón, quien tiene a su hermana en Chile, a donde se podría ir, visto que a Nicolás no le tiembla el pulso para otorgarle a sus opositores una tarjeta de invitación a la cárcel con los mínimos gastos pagos.
Hablando de la división de poderes, el que entrega las tarjetas es el presidente de la Asamblea Nacional, órgano parlamentario que debería guardar las apariencias y actuar de manera independiente del poder ejecutivo, pero sabemos que esos chavistas son un batiburrillo.