¿Te abruman las obligaciones y las fechas límite? ¿Intentas hacer demasiadas cosas en muy poco tiempo? Si es así, encontrar alivio para tu estrés puede ser tan simple como decir que no.
Por: El Espectador de Caracas con información de Noticias al Día y a la Hora
Motivos para negarte
Es poca la probabilidad de que las exigencias importantes disminuyan y como no es posible añadir más horas al día, entonces, ¿estás condenado a vivir abrumado por las responsabilidades? La respuesta es «no», siempre y cuando estés dispuesto a negarte a algo. Si bien no es lo más fácil, es el camino hacia vivir con menos estrés.
Ten en cuenta que sentirse abrumado es un asunto personal. El solo hecho de que un compañero de labores pueda arreglárselas con 10 comités a la vez y dar la impresión de que es muy fácil no significa que tú también debas hacerlo. Solo tú puedes saber cuánto es demasiado para ti.
Considera lo siguiente para negarte a algo:
Negarte no necesariamente es un acto egoísta. Cuando te niegas a comprometer con algo más, estás respetando tus obligaciones existentes y asegurándote que podrás dedicarles el tiempo que merecen.
Decir que no puede permitirte probar cosas nuevas. El simple hecho de que siempre hayas ayudado a planificar los torneos de fútbol de la empresa no significa que tengas que hacerlo siempre. Negarte a hacerlo te da el tiempo que puedes dedicar a otros intereses.
Aceptar no siempre es saludable. Cuando te sobrecargas de responsabilidades y estás bajo mucho estrés, eres más propenso a sentirte agotado y a enfermar.
Decir que sí puede dejar de lado a otras personas. Cuando te niegas, en cambio, das lugar a que otros intervengan. Puedes también delegar a alguien para que se ocupe del asunto y aunque no haga las cosas como tú, eso no es problema porque cada persona hace las cosas a su manera.
¿Cuándo negarte?
A veces, es difícil determinar qué merece tu tiempo y atención. Aplica estas estrategias para evaluar las obligaciones, y las oportunidades, que se te presentan.
Concéntrate en lo más importante. Examina tus obligaciones y prioridades, antes de asumir ningún compromiso nuevo. Pregúntate si el nuevo compromiso es importante para ti. Si es algo sobre lo que estás seguro, hazlo sin dudar; pero si no lo estás, niégate a hacerlo.
Sopesa la proporción entre aceptar algo y el estrés de hacerlo. La nueva actividad que estás considerando ¿requiere un compromiso a corto o a largo plazo? Por ejemplo, hornear galletas para la feria de la escuela te llevará mucho menos tiempo que estar a cargo del comité para recaudar fondos. No aceptes si eso significa meses de estrés para ti y, en su lugar, encuentra otra forma de involucrarte.
Retira la culpabilidad de la ecuación. No aceptes algo que rechazarías si no te sintieses culpable u obligado a hacerlo. Aceptarlo podría provocarte más estrés y resentimiento.
Consúltalo con la almohada. ¿Te tienta la invitación de un amigo para ofrecerte como voluntario en tu antigua universidad o para unirte a una liga de golf semanal? Antes de responder, tómate un día para pensar en la propuesta y en cómo podría adaptarse a tus compromisos actuales. Si no hay tiempo para consultarlo con la almohada, al menos tómate un minuto para pensarlo antes de responder.
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