Alberto Aranguibel
“Existe tal diferencia entre la suerte de los reyes españoles y los reyes americanos, que no admiten comparación; los primeros tratados con dignidad, conservados, y al fin recobran su libertad y trono; mientras que los últimos sufren tormentos inauditos y los vilipendios más vergonzosos”, dice Bolívar en su Carta de Jamaica. Lo que traducido a la realidad actual describiría la impunidad de los mandatarios del mundo capitalista cuando salen del poder, mientras los líderes progresistas cuyo mandato vence son siempre procesados con la mayor saña por la justicia burguesa, ya no solo en el nuevo continente, sino en cualquier parte del mundo.
En Latinoamérica (excluyendo el muy excepcional caso de Perú, cuyas particularidades políticas lo hacen un caso atípico en la región) se ha vuelto costumbre enjuiciar desde los gobiernos de la derecha a aquellos mandatarios que impulsaron las luchas populares, como Dilma Rousef y Lula Da Silva, en Brasil, Cristina Fernández, en Argentina, Rafael Correa en Ecuador, o Evo Morales en Bolivia. Sin contar la recurrente y demencial pretensión de enjuiciar internacionalmente al presidente constitucional de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro Moros.
Ni el sanguinario Alvaro Uribe, ni el fascista Mauricio Macri, ni ninguno de los corruptos expresidentes de México, han sido perseguidos jamás por la justicia internacional gobernada por la burguesía capitalista.
Ni se diga de los expresidentes de Estados Unidos, que por tratarse de la potencia más arrogante y arbitraria de la historia, obliga al mundo con total cinismo a aceptar la impunidad de sus exmandatarios, quienes suelen llegar al sepulcro con las manos llenas de la sangre de millones de seres exterminados por ellos, y aún así son siempre homenajeados con los más fastuosos honores de Estado.
Hoy se despide Benjamín Netanyahu del cargo de primer ministro israelí, en el que se erigió en el más cruel y sanguinario genocida del mundo contemporáneo desde la segunda guerra mundial, y desde el cual masacró con la mayor crueldad a cientos de miles de palestinos, contra quienes lanzó como le vino en gana toda la furia del fascismo sionista por más de una década.
Es la despedida de otro criminal internacional que la burguesía no enjuiciará jamás.
