En el sureste de la península arábiga se encuentra un territorio desértico, donde existe un país llamado Emiratos Árabes Unidos (EAU), que tiene costas marítimas en el golfo de Omán y en el golfo Pérsico y que es vecino de Arabia Saudita y Omán, cuya extensión total es de 83.600 kilómetros cuadrados, con una población para el año 2019 de 9.890.400 habitantes, de los cuales 80% son inmigrantes, que tuvo un producto interno bruto (PIB) nominal per cápita estimado, para 2019 según el FMI, de 37.749 dólares, lo que lo ubica en el puesto 24 a nivel mundial y está dividido en 7 emiratos o estados, donde los más conocidos son Abu Dabi y Dubái, por ser los más extensos y cada uno de ellos es gobernado por una antigua familia, que es dirigida por un jeque – viejo sabio – cuyo título nobiliario es emir y de ahí se deriva el término emirato.
Comparando a esa nación con Venezuela –por ser dos países productores y exportadores de petróleo –, Venezuela tiene una superficie de 916.445 kilómetros cuadrados, una población para 2019 de 28.435.943 habitantes y un producto interno bruto (PIB) nominal per cápita, estimado para 2019 según el FMI, de 2.547 dólares, lo que lo ubica en el puesto 134 a nivel mundial, de modo que los EAU representan en extensión 9% del área de Venezuela, una población que es cerca de la tercera parte de la venezolana, pero un PIB nominal estimado per cápita en el año 2019 que es 15 veces mayor al de Venezuela.
Cabe destacar que en los EAU, por su condición climática desértica, la mayoría de los alimentos es importada y el agua potable es producida mediante plantas desalinizadoras de agua del mar, con tecnología de ósmosis inversa, lo que junto a la necesidad de usar aire acondicionado por haber en algunas épocas del año temperaturas de hasta 50 °C, ocasiona un alto consumo de electricidad, que es generado por plantas termoeléctricas que consumen gas, pero que están siendo sustituidas por energías limpias, con grandes inversiones en la generación de energía solar y eólica.
La forma de gobierno de esa nación es una monarquía federal, compuesta por un presidente que es el emir de Abu Dabi y un primer ministro que es el emir de Dubái, pero además existe un Consejo Supremo formado por los 7 emires, un Consejo de Ministros, un parlamento que es un consejo federal nacional similar a un congreso, con funciones solo consultivas y un tribunal supremo federal, que representa al Poder Judicial basado en la ley islámica, pero en este país no existen partidos políticos ni un sistema de gobierno basado en la democracia.
Desde tiempos remotos, los habitantes de esa región eran tribus nómadas muy pobres, por ser un territorio desértico, que se dedicaban a la pesca, a la búsqueda de perlas, al comercio y en algunos casos, al saqueo de barcos mercantes que navegaran por sus costas, pero a lo largo de la historia, esa región sufrió diversas invasiones, siendo la última realizada por el imperio británico a principios del siglo XIX que terminó en 1971, cuando nace como país los Emiratos Árabes Unidos, donde se había descubierto en 1958 yacimientos petrolíferos y de gas, que han sido explotados en su mayoría por inversores de compañías petroleras de los Estados Unidos de América, nación que ha sido una aliada de negocios para ese país.
Actualmente los EAU son un país próspero, debido a que sus sabios dirigentes entendieron que el petróleo era un recurso natural que se iba a agotar en algún momento o iba a ser sustituido por otras fuentes de energía más limpia, provenientes del hidrógeno, del sol o del aire y así empezaron a invertir desde 1973 los ingresos provenientes del crudo y el gas en infraestructura y educación, de tal manera que lograron crear: vías de acceso, servicios públicos, universidades, hoteles, urbanizaciones y ciudades modernas, líneas de transporte terrestre y aéreo, sistemas de energía renovable, servicios financieros y centros de industrias y negocios, donde se atrae e incentiva tanto a los inversores nacionales como a los internacionales; pero, por otra parte, han eliminado algunas de las malas prácticas propias de las democracias occidentales, tales como son la corrupción administrativa y la especulación: comercial, monetaria y financiera, de tal suerte que su moneda llamada dirham se ha mantenido estable en el tiempo, conservando su estabilidad y por ende su valor, de manera que para el día 4 de junio de 2021 –cuando estoy escribiendo este artículo– el tipo de cambio es de 3,67 dirham/dólar y sus fluctuaciones son mínimas.
En los últimos años, la mayor parte de los ingresos de ese país han dependido del turismo y de los negocios en vez del petróleo y han sido tan exitosos, que han instalado hoteles como el Burj Al Arab que es el único de 7 estrellas a nivel mundial, junto con grandes centros comerciales, donde han colocado cajeros automáticos que dispensan divisas y también oro en monedas y lingotes, pero uno de sus últimos logros fue enviar una nave espacial a orbitar el planeta Marte, emulando a grandes potencias como Estados Unidos o China; aunque lo más importante es que mantienen un alto nivel de vida y prosperidad para todos sus habitantes, quienes han visto cómo un desierto se ha convertido en un paraíso donde, por ejemplo, el salario medio en Dubái está por el orden de los 2.500 dólares mensuales, con valores que oscilan desde los 300 dólares mensuales para un camarero –sin considerar las propinas– hasta los 50.000 dólares para un directivo de una empresa transnacional.
Sería muy interesante que los políticos y los gobernantes de un paraíso como era Venezuela en el pasado, pudieran analizar y replicar el éxito obtenido por los Emiratos Árabes Unidos y les preguntaran a sus viejos sabios –jeques emiratíes– cuáles han sido las razones de su éxito administrativo. También pudieran consultar a los emisarios del reino de Noruega que están de visita en Venezuela, facilitando el diálogo nacional, debido a que ese es otro de los países petroleros exitosos, del que se pueden obtener buenas recomendaciones, por su extensa experiencia en la gerencia de los recursos económicos provenientes del petróleo.
En mi opinión, estimo que parte del gobierno exitoso y sustentable de los EAU se debe a los siguientes aspectos entre otros: uso de reglas de conducta honestas, existencia de una moneda fuerte y estable, eliminación de vicios como son corrupción y especulación, no existencia de partidos políticos, inversión de sus ingresos en el país en vez de mandarlos a bancos de paraísos fiscales y finalmente, aplicación de la visión y la sabiduría ancestral de sus 7 gobernantes que pueden considerarse unos verdaderos estadistas, por pensar en el futuro de sus ciudadanos en vez del próximo triunfo electoral, según la definición de Sir Winston Churchill.
Como un valor agregado, aprovecho esta ocasión para informar a los amables lectores que la Universidad Católica Andrés Bello –UCAB–, a la que debo felicitar por su valiosa iniciativa, ha puesto a disposición de todos los interesados un conjunto de 15 cursos virtuales gratuitos sobre diversas materias –solo se pagaría un arancel, en caso que se desee obtener certificación oficial de parte de la institución–, que son muy apropiados en tiempos de receso por la pandemia y que están en el enlace: https://cursosabiertos.ucab.edu.ve, donde ya me he inscrito en el curso de Historia de Venezuela mediante el siguiente enlace: https://cursosabiertos.ucab.edu.ve/#courses-online/historia-de-venezuela y de ahí copio la siguiente descripción:
“La historia es la aventura de la humanidad a través del tiempo. Sus grandes hechos, pero sobre todo el conjunto de fenómenos sociales, económicos y culturales, que explican esos hechos. Todo cuanto le ha sucedido a la humanidad forma parte de su historia. Unas cosas más importantes que otras, pero todo entra en la historia. No solo, como se pensaba antes, los grandes personajes o las guerras.
Tradicionalmente, la historia de Venezuela es dividida en tres grandes períodos: el prehispánico o aborigen, el colonial y el republicano. Aunque cada etapa responde a criterios distintos y todos tienen aspectos más o menos discutibles, pero al ser aceptados en términos generales, representa una visión consensuada, una especie de lenguaje común desde el que podemos iniciar un diálogo”.