4 de diciembre de 2024 10:17 PM

Carlos Raúl Hernández: Tribulaciones de un chino en China

Carlos Raúl Hernández

1. Den Xiao Ping fue un dirigente histórico del P. C. Chino, miembro recurrente de la cúpula, pese a que Mao lo detestaba por sospechoso de derecha, “procapitalista”. Pero Mao no lo aniquilaba por su extraordinaria sagacidad, capacidad de trabajo y porque su hombre de mayor confianza, Chou Enlai asumió protegerlo. Durante la “revolución cultural”, en 1968 lo arrestan con su esposa, le imponen trabajar en un taller mecánico para que supere sus desviaciones burguesas y los guardias rojos lanzan a su hijo por una ventana de la universidad de Pekín y lo dejan parapléjico. Cumple su “sentencia” y regresa al partido, pero en 1976 vuelven a purgarlo del poder. A la muerte de Mao ese año, el sucesor Hua Guofen, lo habilita y lo trae a Pekín. El desastre de Mao potenció la miseria, hizo al país el más pobre del mundo y también el más poblado. A partir de una larga cadena de operaciones políticas audaces y brillantes, Deng sobrevive, actúa, se involucra en el grupo que derrotó a los maoístas, conocidos como la banda de los cuatro de Jiang Qing, la mujer de Mao. En 1978 “la derecha” encabezada por él, toma el poder y lo elige el XI Congreso del Partido Comunista y desmantela el perverso sistema de terror creado por la revolución cultural,

2. Pero en 1978, como parte de un movimiento interno contra él, un miembro del comité central lo acusó ¡sorpresa! de neoliberal y de que no estrechaba la de los marxistas sino “la mano invisible del mercado”. En la siguiente sesión del comité central prevista, Deng plantearía su tesis sobre el imperativo de dejar en manos privadas la producción y distribución agrícola, pero el maoísmo remanente había montado una conspiración y tenía los votos para destituirlo, encarcelarlo y fusilarlo. Cuando la reunión comienza, Deng sorpresivamente pide la venia para proyectar unos videos informativos. Enterado de la maniobra, había enviado amigos suyos a hacer cintas sobre hambrunas en el norte, testimonio dramático que incluía tomas de canibalismo, ingesta de cucarachas y ratones. En su obra Tombstone, el periodista chino Yang Jisheng cuenta que madres se suicidaban para que sus hijos se las comieran. Algunos estallan en horror y llanto y aprueban a Deng el proyecto de los mercados campesinos. Las reformas esenciales que cambian la historia se concretan en el discurso de Deng sobre “las cuatro modernizaciones” (industria, agricultura, ciencia-tecnología, defensa, idea tomada de Chou Enlai).

3. Plantea con insólito valor que los comunistas aspiraban eliminar la pobreza pero que “ni Marx ni Lenin podrían resolver los problemas del subdesarrollo hoy”. “La fundamental tarea de China era el desarrollo económico, que requiere continua innovación tecnológica, incremento de la productividad, impulsar la competitividad y la calidad de la gerencia y la producción”. Se jugó la vida por las reformas planteadas, y luego avanzará con las zonas especiales, para privatizar el resto de la economía. Las reformas sacaron de la pobreza a mil millones de personas desde 1978, lo que significa el 100% de los chinos hoy ya no son pobres, un proceso mucho más rápido que todas las revoluciones industriales conocidas. China experimenta el mayor y más acelerado proceso de formación-acumulación de capital en la historia mundial del kapitalismo, superando a EE. UU, Alemania y Japón. Según datos oficiales, en esta fecha 92.3 % de la economía China es privada, 52 millones de empresas, y en investigación científico técnica, lo es 96% de la actividad, abrumadoramente más que Europa. Según Forbes, China está entre las tres naciones con mayor concentración de empresas hiperpoderosas y calificadas del mundo, entre ellas el Banco Chino de Construcción (número dos en el mundo), el Banco Agrícola Chino, el Banco de China, Ping An Insurance Group, Petro China, China Merchants Bank, Tencent, Postal Savings Bank, China Mobile.

4. Esto es posible porque entre 2001 y 2019 la asombrosa magnitud de 55% del PIB de China se invirtió en empresas privadas de alta competitividad, con un crecimiento interanual de 10% durante décadas. China ha puesto al desnudo la lasitud del pensamiento actual y ha dejado en interiores a la izquierda, que solo a hasta hoy a duras penas, comienza a despertar ante el terremoto conceptual que se produjo mientras sus “pensadores” declamaban contra el “neoliberalismo, “las privatizaciones”, por “la lucha de los pueblos”, un lenguaje pringado de hongos y sarro de los años sesenta. Por allá en 1984 en la dirección de un partido de izquierda, expuse que China aspiraba privatizar ciento cuarenta mil empresas ese año y un dirigente tenido por docto gritó “¡eso es mentira!” ante lo cual no pude evitar una carcajada. Aún el enredo es intenso, porque siguen pensando que China “es comunista” (declarativamente lo es), una táctica hacia su clientela izquierdosa global, aunque se propone, según dijo Xi Jinpin en Davos (2017), ser el “líder de la economía de mercado en el mundo”. Creen que es un país tercermundista, cuando está a la cabeza de un nuevo primer mundo y tiene ciudades del siglo XXII; que es una economía “socialista”, cuando en 2019 tenía un millón de empresas transnacionales y hoy es primer atractor mundial de capitales, muchos que huyen de la Europa quebrada por la guerra.

5. La izquierda anacrónica padece de una tendencia incurable a la autosodomía, un complejo de inseguridad que los hace añorar con “gobiernos grandotes contra la burguesía”. China es un inmenso mercado abierto, pero también una férrea dictadura kapitalista sin partidos, sindicatos, prensa libre, redes, parecida a Singapur, Malasia y al Chile de Pinochet. Según escribió un importante antropólogo, Alfredo Weber, Asia y África jamás conocieron la idea occidental de democracia y ni siquiera en sus lenguas hay alguna palabra parecida o asociada a libertad. El histórico viraje de Deng Xiaoping para destruir los fundamentos del maoísmo se hizo popular por medio de sus aforismos antirrevolucionarios, en los que se cuidó de enfrentar sutilmente la memoria del gran destructor, su verdugo, Mao Tse Tung: “ser rico es glorioso”, “la economía de mercado también tiene lugar en el socialismo”, “no hay contradicción entre socialismo y la economía de mercado”, ”debemos preocuparnos por las deviaciones de derecha, pero sobre todo por las de izquierda”, “el socialismo no es compartir miseria”. Ante la observación sobre las “desigualdades” que traería la economía de mercado, afirmó: “dejemos que algunos se hagan ricos primero…si abres la ventana para que entre aire, también vendrán moscas”.

6. Al contrario, el panorama en EE. UU, la aún primera potencia, parece corresponder a un diseño de Satanael, aquel hermano malvado de Cristo que, según herejía de los Cátaros, aprovechó la siesta del Todopoderoso para crean el mundo con toda su perversidad. EE. UU se empeña en el suicidio, como algunos países del tercer mundo. Kamala Harris garantizaba una política económica tercermundista, inflacionaria, que mantendría el atroz endeudamiento y la destrucción de Europa como hizo Biden. Y Trump lo mismo: política económica nacionalista, a base de aranceles, proteccionista, perjuicio de Europa, que devuelve occidente a los años sesenta y da ventaja a las nuevas potencias kapitalistas China, India, Rusia. Las ventajas netas de Trump están en su oposición al wokismo que encarna el sentimiento mayoritario, la derrota de Soros y la presencia de Elon Musk. En Hispanoamérica los atisbos en algunos países no son buenos porque no entender el mundo impide arreglarlo. Hay gobiernos que se empeñan en hacer retroceder sociedades que ya eran modernas. Ojalá que el deseo de hacer revoluciones sea para bien, aunque es un contrasentido. El primer concepto de revolución en la modernidad es el planteado por Giambattista Vico, aquel desconocido y genial filósofo de la Ilustración italiana. Consistía en una órbita de 360 grados que deja al fenómeno en el mismo punto de arrancada. La experiencia de las revoluciones sociales es aun peor: quedan muy por detrás del lugar dónde comenzaron.

@CarlosRaulHer

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