25 de noviembre de 2024 4:20 PM

Ricardo Gil Otaiza: Hablando de unidad

1. Un colega se molestó conmigo porque me “atreví” a comparar a un poeta amigo y entrañable para mí, con Rafael Cadenas, Premio Cervantes 2023, y lo que no me perdona es que haya expresado que consideraba su poesía “superior por su mayor cadencia y hondura”. Como respuesta escribió (omito su ofuscación): “Qué temeraria comparación, chocante como toda comparación”. Se olvida que tanto en la ciencia como en las artes el método comparativo siempre ha sido un ejercicio libérrimo y válido, aunque a veces subjetivo, y es precisamente esa línea indecisa que se dibuja al comparar a dos autores y artistas desde nuestra mirada, la que nos permite el cotejo a modo de imágenes especulares y el poder sacar nuestras propias conclusiones que tanto molestan y “chocan” a muchos y alegran a otros.

2. ¿Boicot contra la lengua española? En estos días la organización Hablamos español puso en la mira a los diferentes premios nacionales que se otorgan en España, y denunció que un alto porcentaje de ellos son ganados por autores que escriben en lenguas regionales, y lo que es peor según su criterio es que en algunas de esas regiones no permiten la participación en sus premios de autores que escriban en lengua española, y esto es grave. Pienso que tenemos que apostar por la unidad lingüística, que es en sí misma la unidad cultural y social, lo contrario es sencillamente fragmentación, disgregación y la pérdida de los referentes que hacen de los ciudadanos parte y todo de una misma esencia nacional. La apuesta debería ser en todo caso la unidad en la diversidad.

3. A propósito de unidad, escuché hace pocos días a alguien que se encontraba cerca de mí, hablar con otro desde su móvil, y le explicaba que estaba de pasada por Canarias y que pronto se regresaría a España. No sé, de pronto tuve la impresión de que el archipiélago no formaba parte del reino de España, y que tanto locales como peninsulares proseguían en su empeño de poner barreras bidireccionales que desdibujan el sentido de pertenencia de unos y de otros. Flacos beneficios hacen ambos bandos a eso que desde niños nos enseñan como la identidad nacional, si se niegan a aceptar aquello que forma parte de la geo-política: adjetivo claro y preciso que denota unidad geográfica y política de una región.

4. No es un secreto el que nos habitan sombras (esto ha sido estudiado en diferentes culturas), y ellas determinan, muchas veces, nuestro destino. Ahora bien, yendo al plano de lo concreto-abstracto podría decir que las hay exteriores e interiores, y pienso de inmediato en el factor “luz” y las paradojas que se establecen entre ellas, veamos: las sombras exteriores aparecen con la luz y se esconden en la oscuridad, y las internas (en plural o en singular) desaparecen con el haz luminoso (del entendimiento y la razón) y se hacen fuertes en la oscuridad del alma.

5. Me abruma la gran cantidad de libros que se publica en nuestros días, lo que contradice a las voces agoreras que predican la desaparición del libro como objeto (mas no como entelequia virtual). Muchos apostamos por el libro impreso por congregarse en él una serie de factores que lo hacen entrañable al interactuar a plenitud con nuestros sentidos, y se convierte así en una suerte de tatuaje u objeto de culto que nos marca en el ahora. Soy de los que huelen los libros nuevos, y ese olor, aunque parezca una tontería, es un factor clave y fundamental en mi caso, porque me lleva a los lejanos territorios de mi infancia, cuando el mayor disfrute era poder oler los libros nuevos que me compraban mis padres para el colegio, y ese éxtasis replicado en el presente me impele a llevármelo a casa y así emprender la “titánica” tarea de su lectura (de eso no hay duda); pero también lo es el tacto: poder percibir el gramaje del papel, su textura, su calidad (suavidad o aspereza); el tamaño y nitidez de los caracteres, que son importantes porque permiten deducir de entrada que la lectura no será cuesta arriba; el encuadernado, que garantiza que las páginas no se desprenderán con el trajinar diario y el manoseo permanente; la diagramación de la portada y del cuerpo del libro, que como imanes surten el efecto de hacer atractivo el contenido de la obra; la editorial, que le imprime a sus obras una huella reconocible y para nosotros es garantía de excelencia y apostamos por ella; ni qué decir del autor/a, que es crucial en todo esto, porque los bibliófilos siempre regresamos a nuestros autores favoritos.

6. Los libros más vendidos no necesariamente son los mejores, y creo no descubrir nada nuevo con esto, pero es tal la fuerza de las técnicas de mercadeo, que nos induce a pensar que aquello que más se vende y que está en el top, es una maravilla, pero debemos estar vacunados contra esta peste: cientos de miles de libros que se hacen bestsellers, pero que cuando nos acercamos a ellos descubrimos estupefactos que son unos fiascos que siguen patrones bien pensados para atrapar y embelesar, pero no hay literatura en ellos, y cuando digo esto me refiero a que no hay arte en ellos. Por supuesto, veo libros que son verdaderas joyas maestras que han alcanzado elevadas ventas, y esto es un portento. Las listas de los más vendidos son útiles para estar enterados de cómo van las cosas en el mundo editorial, pero debemos acercarnos a ellas con enorme precaución para no caer rendidos frente a la variable rentabilidad, que favorece a la editorial y al autor/a, pero no siempre al lector. ¿Cómo saberlo?, suelen preguntarme en mis charlas y conferencias, y mi respuesta es un tanto ambigua: dependerá de nuestro olfato lector que madura con el paso del tiempo y nos permitirá separar la paja del trigo.

7. Una frase del gran Octavio Paz: “La historia del hombre podría reducirse a la de las relaciones entre las palabras y el pensamiento.” (El arco y la lira en Corrientes alternas. Antología de verso y prosa, RAE y ASALE, 2024). Nada qué agregar, salvo que en esas relaciones se cuece la existencia.

rigilo99@gmail.com

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