Aglaia Berlutti: We Live in Time de John Crowley: el amor contrarreloj

We Live in Time de John Crowley es una historia de amor que rivaliza con varios de los grandes romances cinematográficos contemporáneos. Pero su gran apuesta es la de relatar una historia que, poco a poco, desgrana las maravillas de amar — y sentir el amor en correspondencia — en medio de la posibilidad de la muerte. Un mensaje complicado que la cinta maneja con elegancia.

En We Live in Time de John Crowley, el tiempo es un rompecabezas que se arma en escenas inolvidables. La cinta, que cuenta una historia de amor en medio de la posibilidad de la tragedia, es brillante al analizar un punto específico. ¿Qué tan doloroso es la idea del recuerdo en medio de un escenario por necesidad dramático? Puede ser un punto de vista muy profundo —o muy complejo— hasta que el guion comienza su cuidadosa y conmovedora travesía hacia el centro de su relato. Es entonces cuando este romance agrio, destinado al dolor, pero que se niega a solo ser amargo, encuentra sus mejores momentos. 

Almut (Florence Pugh) es una chef galardonada que se enamora de Tobías (Andrew Garfield). La historia de ambos se relata en retrospectiva y en cuidadosos fragmentos, que el guion arma en una especie de línea de eventos levemente desordenados. De una escena del futuro, pasamos a otra del pasado y de nuevo al presente. Todo, mientras el amor parece unir, de manera dolorosa y brillante, la vida de esta pareja llena de esperanzas, dispuesta a luchar y sin duda, con una mirada brillante hacia el futuro. Por lo que cuando la desgracia llega —y lo hace, con una dolorosa rapidez— la idea sobre el porvenir se transforma en una serie de hilos acerca de las posibilidades del amor.

¿Cómo luchar contra un cuadro médico mortal? ¿Cómo sobrevivir al dolor del amor en una situación semejante? La película se hace preguntas fundamentales y aunque no las responde todas, tiene la osadía de poner el acento en la visión del día a día de su pareja protagonista. Este es un romance lleno de altibajos, de momentos de atroz sufrimiento, pero también, de una rara belleza. En conjunto, We Live in Time, analiza la idea de las posibilidades del tiempo compartido, de cómo vivir en medio del terreno movedizo de las desgracias cotidianas. Mucho más, en la idea amplia, general y bien planteada, acerca de la identidad como un hecho compartido y un puente entre dos miradas al futuro. 

Amar, perder, seguir 

Para la ocasión, el director toma la perspectiva sobre un relato de largo aliento sobre una relación profunda a lo largo de una década y un poco más, a través de diversas vivencias. El aparente desorden narrativo conecta un grupo de premisas cada vez más complejas, acerca de lo que hace que el amor siempre sea único y en cada ocasión, una experiencia vital por completo nueva. De modo que elabora un mapa en que los grandes eventos de toda pareja se mezclan con los más íntimos y privados. 

Todo en una línea de tiempo disruptiva que parece sugerir que el amor siempre será un eterno presente. Recuerdos, deseos y posibilidades se mezclan mientras Almut y Tobías luchan en diferentes momentos de su gran proyecto de amor en común. Por un lado, le vemos a ella madurar, atravesar el sufrimiento físico y después, tomar una decisión desconcertante y dura. Al otro lado, Tobías es su compañero, pero también el reflejo de todo este acelerado, brillante y, al final, conmovedor recorrido por una vida plena. 

Si algo asombra de We Live in Time es su capacidad para dejar claro que el amor es un hecho que se construye paso a paso. Que se levanta, entre risas y lágrimas, en la búsqueda del consuelo, en los silencios, en las bromas privadas, en la alegría de pequeñas rutinas y mínimas. Aunque no siempre logra su truco elaborado de narrar a través de fragmentos y todo parece ser más desordenado de lo necesario, la cinta avanza con elegancia hacia lugares conocidos del romance, pero bajo su propia óptica. Un logro que le brinda su curiosa personalidad.

El amor y la belleza 

Al final, We Live in Time es también la suma de sus errores, por lo que su extraña cronología no siempre funciona y en ocasiones pierde la lógica. No obstante, aun así, la cinta profundiza en las emociones con una fluidez que logra que nada parezca fuera de lugar o en cualquier caso, artificial o sin sentido.

Esta historia de amor adulta, en la que la muerte es una posibilidad real pero la vida siempre es el punto principal, es mucho más inocente que optimista. Pero en sus momentos oscuros, es dolorosa y casi cruel, al mostrar la angustia de la ausencia y lo que se pierde, en mitad de una gran historia de amor. Una combinación cuidadosa que le brinda un aire atemporal, preciado y casi íntimo a este argumento delicado, con un brillante uso de su propia oscuridad. 

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