Recientemente me hice el propósito de hacer una pausa narrativa como consecuencia que un análisis de contenido de mis artículos donde comencé a observar repeticiones, no solo dentro del contexto general, sino que incluso las conclusiones comenzaron a replicarse y, que nada cambia, y al final, los mensajes se hacen inefectivos, pero no obstante de todo ello, asalta la angustia de expresarse cuando el fenómeno de la corrupción nos afecta personalmente, bien sea como consecuencia de alcabalas que nos piden cualquier cantidad de documentos hasta que, por fin falta algo, y aparece la sonrisa burlona del funcionario de turno, quien de inmediato tiene la solución para resolver con su intervención a costilla de la odiosa contribución.
Desde la escala más individual, el asunto va creciendo a lo interno de la frontera nacional y, se exporta,y se siente en cualquier parte. Esta reflexión me obliga a las andadas en este prestigioso medio, y esta vez, para volver sobre el asunto, del crimen organizado, las elecciones fraudulentas y los efectos en el sistema social, especialmente el educativo donde mi competencia se hace evidente por la profesión de docente que aún poseo. Es por ello, que retrotraigo nuevamente el tema al crimen organizado como responsable e involucrado directo en la catástrofe país.
Apenas hace dos años decía. “El desenlace de la crisis venezolana parece inminente, pero se desvanece tan rápido como las expectativas del hombre común. Las explicaciones, argumentos, análisis, y disertaciones comunicacionales de todo orden abundan en el espectro nacional e internacional basado en diatribas políticas y diplomáticas; las más relevantes están centradas en la sabia decisión del Tribunal Supremo de Justicia (TSJL) en el exilio, que el año 2018 sentenció la nulidad del sistema electoral y de sus procedimientos electrónicos, acompañados de decisiones complementarias tales como: declarar sin lugar el resultado de la elección presidencial, y de alcaldes y concejales; como si fuera poco, sentenció a cárcel a la cabeza visible del régimen por nada menos que lavado de dinero, peculado y otras irregularidades que determinaron que fuese declarado usurpador del cargo de presidente, activándose la fórmula constitucional de sustituirlo por un gobierno de transición hasta tanto se restableciera el Estado de Derecho y se hagan elecciones libres con un sustento muy claro, de nuevas autoridades y la creación de un registro electoral confiable”.
Todas las decisiones del TSJL, de la Asamblea Nacional y del propio presidente encargado han dado al traste con el reclamo popular de que el usurpador deje el poder, lo han transado por negociaciones inútiles y que se replican en un ejercicio inútil. Un sinnúmero de estrategias y decisiones se han abortado, incluyendo los execrables diálogos, la fallida ayuda humanitaria, y la concesión de amnistías potenciales para forzar la salida del usurpador y de sus apoderados. Todo ha sido burlado, no ha habido argumentos, demostraciones legales, y apoyos internacionales en contra del régimen en busca de la paz que hayan logrado provocar la salida del régimen usurpador, por el contrario, el régimen se comporta de manera retadora, encarcela, persigue a líderes, y a individuos; ataca sin misericordia a la población, somete de hambre, escasez de todo tipo y de recursos a la población, se aprovecha para inmovilizar a la población con la excusa de la pandemia y se jacta del manejo de la crisis que incluso reconoce, y se burla de los países democráticos haciendo gala de su subordinación y el poder de las fuerzas invasoras, cubanas, y rusas, se apoya en colectivos y guerrilleros del vecino país que invadieron al nuestro para desgobernar asentado en la propia fuerza armada, en esbirros y en las fuerzas especiales, sembrando de muerte y dolor al pueblo venezolano ante la mirada atónita de observadores y de gobiernos de países amigos, incluyendo al gigante del norte.
Nos preguntamos qué tan fuerte es el régimen que no puede ser desplazado por estos mecanismos, ni la calle, ni la oposición real y resistente, de las amenazas internacionales, del cerco y persecución a las actividades económicas y de sus colaterales; muy por el contrario, el régimen se manifiesta pendenciero y hace gala de la fuerza apoyando a una suerte de mercenarios, explotadores de los recursos del país donde la reacción internacional se desconcierta, la dirigencia nacional se desagrega digna del ejercicio operativo fallido, discontinuo e ineficaz.
El poder de sostenimiento del régimen está montado sobre la base de un ejército mayoritariamente comprometido con la corrupción a conveniencia propia y de los integrantes de un gobierno que secuestraron al país y no va a cambiar con métodos ortodoxos o convencionales, menos aún por presión económica y diplomática de los países empeñados en restaurar la democracia, ahora apoyado por la invisible fuerza de los llamados progresistas.
Las redes clandestinas para el manejo de los ingentes recursos venezolanos fueron dilapidadas y pasaron a tenebrosas manos, potenciados a los intermediarios y no cabe la menor duda que incluso llegó a la caja de connotados dirigentes de oposición. Esa red se fue complicando organizacionalmente como un cáncer y ha crecido mundialmente como una red criminal, tal como lo afirma un estudio de la National Defense University (INSS), IBI Consultants y LLC, en el cual expresan: “Los expertos aseguran que a pesar de las sanciones económicas de los Estados Unidos, la creciente condena internacional y la falta de legitimidad política, el régimen de Maduro no ha colapsado y no lo hará por un largo período de tiempo».
La detección de la red criminal ha conducido a personas que han sido puestas en evidencia y muchas de ellas han entregado a otras en busca de los beneficios de su propia impunidad y el tan ansiado ingreso a Estados Unidos reiteradamente denunciados por la diáspora venezolana que los ve pavoneándose por los más importantes centros sociales. Mientras tanto, las actividades criminales en Venezuela persisten en medio de la crisis más pavorosa en la historia aliando a estados autoritarios que trabajan de manera coordinada tomando billones de dólares en un concierto de lavado de dinero, inversiones fraudulentas administrando los recursos del narcotráfico y del comercio ilícito de todo tipo de bienes, de salud, alimenticios o de recursos valiosos como la producción y extracción de minerales estratégicos.
Uno de los desafíos más importantes no solo es el desplazamiento del régimen que entregó su soberanía a la vil provincia de ultramar, sino el planteamiento central consistente en como desmantelar la red de corrupción mundial más importante de la era moderna. Es bien conocido que ingentes cantidades de recursos, léase billones expresados en dólares o euros son movidos entre países en acciones recurrentes a través de empresas de fachada, bancos comerciales comprados para dichos propósitos, compra de urbanizaciones, edificaciones de todo uso y obviamente a personas no necesariamente afectas al régimen, pero que sus negocios son favorecidos, financiados e incluso, con la dádiva o facilismo para enriquecerse que obstruyen cualquier iniciativa de cambio para no verse comprometidos ante ese cambio y ponga en evidencia el grado de corrupción, enriquecimiento ilícito y sus propias carreras políticas. Ellos conspiran para que toda iniciativa de cambio se obstruya, dilate o negocie con tal de flotar en ese océano de irregularidades para usar palabras adecuadas.
La red criminal es única, construida por un estado terrorista que opera a su vez una red empresarial creada para el crimen, que opera a través de una estructura macroeconómica en complicidad con entidades estatales, negocios y grupos criminales en una actividad que ha socavado la democracia, y la seguridad nacional de países democráticos del continente americano, por citar el radio de influencia más cercano, no hay duda de que gobiernos europeos asiáticos y del islam forman parte de esa red aprovechadora de los recursos a expensas de los pueblos. Por las razones anotadas el régimen es resistente, no entregará el poder por las buenas y se mueve como gelatina adaptándose a las circunstancias sin ceder ni un metro en sus intenciones de permanecer en el poder.
La respuesta a este estado de cosas requiere de un enfoque geopolítico integral y global, es decir, deshilachar la red con otra red más poderosa, que identifique cada empresa, cada actor, cada testaferro, incluso a empresarios y dirigentes de partidos del propio gobierno o de la oposición, de empresas y fundaciones y, por supuesto a líderes de los gobiernos que han propiciado estos desmanes de última generación.
Desmadejar la red requiere del concurso integrado de las autoridades de los gobiernos democráticos, de sus poderes legislativos y judiciales, y de organismos financieros nacionales e internacionales, El venezolano común obligado por sus efectos ha potenciado la migración masiva en busca de mejor vida, pero como consecuencia de las restricciones y penurias sociales de los externos e internos, forzarán inevitablemente la salida del régimen y por tratarse de un problema regional que afecta a muchos países, ellos deberán coadyuvar con los nacionales opuestos verdaderos al régimen para precipitar el cambio y terminar contra la voluntad de los comprometidos o cohabitantes al régimen a recuperar la democracia y desmontar la red del crimen donde los recursos mal habidos harán regresión en la vida económica venezolana.