John Leguizamo, el actor y comediante americano de ascendencia colombiana, aprovechó la reciente entrega de los premios Emmy (2024) para lanzar un emotivo mensaje reconociendo una mayor –pero aun no suficiente- diversidad entre los nominados. No pudo evitar centrarse en los actores y actrices de origen latin o hispanic que como él las pasaron blancas para acceder a un mínimo espacio bajo los reflectores de Hollywood. Pasó revista a algunos de los actores no latinos que habían interpretado papeles de latinos, blanquiñosos haciéndose pasar por cobrizos, tiznados de maquillaje para hacer el paro: Marlon Brando haciendo de héroe revolucionario mexicano en Viva Zapata, Al Pacino de Toni Montana, un marielito cubano devenido en gangster en Scarface y Natalie Wood de la virginal puertorra, María, en West Side Story. Y recordó -con estupenda mala leche- al veloz ratón Speedy Gonzáles (no, nada que ver) cuyo parlamento distintivo era “!Ándale! ¡Ándale! ¡Arriba! ¡Arriba!, mientras corría intrépido con un sombrero charro rebotándole en la minúscula cabeza animada.
Se requiere de uno de esos congresos internacionales que se dedican a desentrañar desencuentros culturales y genéticos para entender qué se entiende por latino e hispánico (por separado o juntos) en pleno corazón del Imperio. Está claroscuro que por hispanic and latin se designa alguien con residuos de sangre española galopándole por las venas. Así, ni Martin Scorsese ni Robert De Niro, por ejemplo, pueden ser considerados latin a pesar del abolengo italiano que presumen tener. (La raza cósmica de Vasconcelos, cobriza y universal, debería reclamar su derecho exclusivo a representar a los suyos). Pero aquí se complica el asunto y los congresos internacionales justifican su existencia. ¿Por qué un actor americano de origen colombiano o mexicano, pero más gringo que un burrito Tex-Mex, sí tendría derecho a representar a personajes hispano parlantes de otras nacionalidades que no son la suya? ¿Alguien ha escuchado a Benicio del Toro hablando español? ¡Hizo del argentino Che!
Los latinos o hispánicos solo existen como categoría sociológica en los Estados Unidos de Norteamérica, más abajo del Río Grande solo hay países, fronteras e himnos nacionales fervorosamente resguardados cual reliquias. En EEUU son una fuerza económica de trabajadores que ya tiene varias décadas y generaciones aposentados y todavía son percibidos -y se perciben- como minorías a pesar de su dimensión demográfica e impacto de mercado. No son homogéneos, cada quien celebra su gentilicio en su rincón y no andan comiendo arepas con cochinita pibil y chimichurri. Son un conglomerado abstracto anclado en la realidad de sus barrios y urbanizaciones, los más afortunados.
Está rodando en las redes: el candidato Donald Trump da unos pasitos que se suponen de Salsa, mientras suena un mal remedo de Juliana, la gran minicrónica de la diáspora dominicana de Cuco Valoy: Kamala que mala eres, sustituye burlonamente al original, “Juliana que mala eres, que mala eres Juliana”. Y no es de extrañar que la vicepresidenta y candidata Kamala Harris se muestre en un video bailando la Macarena, because that´s what latins love. Dale a tu cuerpo alegría Macarena…
Es tiempo de votaciones, la veda de cacería se ha levantado, y los bad hombres hasta votan. ¡Ándale! ¡Ándale!
@jeanmaninat
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