23 de noviembre de 2024 10:27 PM

Carlos Raúl Hernández: Ambientalismo: tragedia, farsa y negocio

Según las ONGs que medran del ambientalismo, estamos montados en el Titanic del fin del mundo y en cuatro décadas, por deshielo del casco polar, estarán bajo las aguas 570 ciudades ribereñas, entre ellas Londres, Shanghái, Tokio, Bangkok, Nueva York, Hong Kong, Guangzhou, Kolkata, Mumbai, Dhaka y gran parte de Bangladesh, igual que Vietnam, y la costa suramericana del Pacífico. Cientos de millones de personas sin agua potable, hambrientas, en la Edad de Piedra. La Amazonia languidecerá en inundaciones, sequías y huracanes. Nubes de zancudos traerán epidemias en nuevas zonas cálidas antes frías, debido a los altos niveles de CO2 por la actividad humana. Miseria abrumadora. El PTB se desploma en un aterrador -20%. Los próximos 25 años la cantidad de personas en países con falta de agua crecerá de 800 a 3000 millones…se derretirán glaciares de los Pirineos”. Nos espera YA, el fin de la civilización y el regreso al tribalismo, esta vez de pandillas armadas y motorizadas. Ese es el aterrador panorama que se les ocurrió a un grupo de futurólogos iluminados y los grandes medios hoy políticamente correctos, como gustan a Bruselas. De eso se burlan a mandíbula batiente amplios grupos de científicos silenciados por la Agenda 2030, de esa confluencia entre errores, mentiras, ingenuidades y manipulaciones. Hay ciudades que están construidas sobre suelos porosos y otras donde la ineludible extracción de agua, provoca un fenómeno bacteriano que ablanda el terreno, para decirlo rápido.

Ese síndrome las hunde 0.2 o más centímetros al año, pero no tiene nada que ver con “cambio climático”, ni niño muerto, sino con unas bacterias aeróbicas. Para algunas afectadas, entre ellas Nueva York, México, Venecia y otras, hasta ahora no hay respuesta, aunque tendencias igual de peligrosas las ha contrarrestado el hombre. Los proyectistas y previsores estratégicos piensan que en 25 años, cerca de 800 millones de personas habrán visto el mar subir medio metro en sus playas. Pero ahí entra la farsa salvadora: nos ahogaremos en el mar, “a menos que” … y aquí viene la receta milagrosa, “atendamos a los acuerdos de París 2020 (Deadline 2020) que persiguen evitar que “el aumento de la temperatura global en 2C. Por cierto, este invierno lejos del desacreditado entre los expertos “calentamiento global”, es uno de los más helados en décadas. En agosto de 2023, 1600 científicos, entre ellos dos Premio Nobel publicaron La declaración climática mundial: no hay emergencia climática. Rápidamente sus profetas se cambiaron de caballo en medio del río y Antonio Guterres ya no habla de calentamiento global, sino de cambio climático, el joker de la baraja en el que cabe todo: calor o frío, lluvia o sequía, huracanes o estabilidad y todos juntos.

Los más alarmados piensan que aunque se pare en seco el uso del petróleo, la destrucción ambiental durará miles de años. Esa catástrofe prospectiva no registra síntomas que la anuncien, salvo la imaginación de los interlocutores. Pero la comunidad científica que comienza a burlar la censura gracias a las redes, especialmente a X, desestima que sea un fenómeno antropogenético, creado por la acción humana, y afirma que los hombres son tan arrogantes que quieren ser causa hasta de los fenómenos cósmicos. Según modelos matemáticos previos a la “astrofísica ideológica”, contracultural, los incontables cambios climáticos en 4000 millones de años fueron producto de movimientos siderales, las variaciones del sol, su campo magnético, tormentas solares, aumento de luminosidad, variaciones orbitales de la tierra, volcanes y múltiples complejidades más. Hoy los trabajos de divulgación están obligados a ser políticamente correctos y no cuestionar la antropogenia y sus patrañas ideológicas. Los dinosaurios no quemaban petróleo porque pensaban en su propio futuro, tampoco permitían vacas ni vehículos de motor a combustión, pero desaparecieron en un cambio climático.

Erick el rojo y su hijo Leif, llaman las tierras que descubrieron, Groenlandia (tierra verde) y Vinlandia (tierra de vinos) hace apenas 1000 años, en territorios hoy helados y fundaron comunidades que sobrevivieron hasta la pequeña glaciación, como se llamó al cambio climático del siglo XV, que también ocurrió sin que hubiera industrias, aunque tal vez las carabelas contaminaban. Los catastrofistas anuncian alegremente que a finales de este siglo sólo sobrevivirán 500 millones de hab. guarecidos en el Ártico, para entonces con temperaturas como las de Europa hoy. La primera hipótesis de cambio, “sustituir los combustibles fósiles por energía nuclear”, desató un escándalo y en varios países se impuso el oscurantismo. Pero el botánico y activista ecológico David Bellamy, como muchos otros, piensa que la “apocalíptica doctrina está diametralmente equivocada casi en todo, porque procede como si las fuerzas cósmicas se movieran conforme a la voluntad del hombre. Dice Bellamy: “…el dióxido de carbono es una parte minúscula, 0.3% de la atmósfera, y el que produce el hombre apenas 0.1%. ¿Cómo demonios habría una multiplicación tal de ese componente que pueda afectar la temperatura?… (porque) las plantas dirían muchísimas gracias, lo absorberían para crecer más rápidamente”. La paradoja es que, dentro de respectivas insignificancias, los gases del ganado producen más volúmenes de carbónico que autos e industrias y por eso la Agenta Apocalíptica (2030) quiere desterrar la ganadería y la agricultura, hacernos comer insectos y “carne artificial”.

Promueven que el tercer mundo se encargue de la producción de alimentos, con otro mito o mentira imposible: la “agricultura natural” con métodos no industriales. La verdad de esta patraña es que la tal agricultura natural prácticamente no existe sino para autoconsumo, es decir el conuco, encarnación del atraso, que erosiona y saliniza la tierra, mientras la mecanizada moderna lo preserva y además es 10.000 veces más productiva (podemos comer gracias a ella). Entonces inventan los alimentos orgánicos, para explotar el mercado “pudiente” que solo se pueden producir en pequeña escala y altos costos, nunca para la alimentación masiva. Los cambios climáticos son… “naturales en los últimos estertores de una era glacial en que las temperaturas suben y bajan enloquecidas” (Bellamy) . La futurología es la disciplina del delirio y una fantasía de la ciencia. En el siglo XIX tenemos muchos equivocados o en caso peor, mentirosos. Robert Malthus anunció que “la producción de alimentos crecía en progresión aritmética mientras la población aumentaba en progresión geométrica”, la perspectiva era, entonces, hambruna general de la humanidad. Otro, Marx, dijo que el materialismo científico demostraba que el empobrecimiento absoluto (depauperación) y relativo de la población era inevitable, una ley del capitalismo y… conduciría necesariamente a la revolución. Durante la segunda mitad del siglo XX, brilla entre los grandes mitómanos el Club de Roma que anunció la desaparición de la humanidad a finales del siglo XX.

Quien crea pronosticar, escuche a Michael Crinchton, escritor, investigador, inspirador de películas de Spielberg y director de cine. Dice que “…la gente de 1900 ni siquiera sabía lo que era el átomo. Tampoco una radio, un aeropuerto, una película, la televisión, una computadora …un celular, un avión a reacción, una filmadora, un antibiótico o un cohete…ni un satélite, ni un CPU, IBM, MRI, EPA, DG1, UPS, POP3, HTMI, JPG, GPS, nylon, teflón, internet, interferón, fibra óptica, túnel carpiano, trasplantes de córnea, hígado, corazón, cirugía laser, laparoscopia, y Ud. quiere predecir el mundo en 2100. Los modelos predictivos transportan el presente al futuro y están destinados a equivocarse”. A mediados del siglo XIX, New York tenía 3 millones y medio de habitantes que se movilizaban en cientos de miles de caballos. Como cada uno de estos produce 15 kilos diarios de estiércol, en las afueras había montones de 20 metros de altura imposibles de eliminar. Elbert James, futurólogo, calculaba que para 1900 se llenaría con ellos una extensión de tres veces el Cañón del Colorado. La desesperación convocó un congreso internacional para tratar el tema que se disolvió pronosticando la muerte de la ciudad. Pero vinieron los ferrocarriles y los automóviles y derrotaron la “vida natural”. 

@CarlosRaulHer

El Universal

Síguenos en TelegramInstagram y X para recibir en directo todas nuestras actualizaciones

Share this post:

Noticias Recientes

El Espectador de Caracas, Noticias, política, Sucesos en Venezuela