“Yo soy un liberal libertario. Filosóficamente, soy un anarquista de mercado”.
Así se definió en 2021 el entonces diputado Javier Milei, ahora presidente electo de Argentina al imponerse este domingo 19 de noviembre en la segunda vuelta electoral al ministro de Economía, Sergio Massa, por un cómodo margen.
También dejó plasmada esta posición en «El camino del libertario» (enero de 2022), una recopilación de textos y discursos suyos donde explica el camino que lo llevó a percibir y calibrar el descontento de la sociedad con lo que él llama la casta política.
El presidente electo, un economista de 53 años con estilo “rockero”, ha venido captando la atención desde hace años, gracias a sus controvertidas -y en no pocas ocasiones altisonantes- intervenciones en los programas de televisión más populares del país austral.
Con frases como “vengo a sacar a estos delincuentes a patadas”, Milei comenzó a ganarse el respaldo de los jóvenes y de una clase media desencantada y hastiada de la incapacidad de las fuerzas políticas tradicionales de resolver sus principales problemas, entre ellos, la galopante inflación.
Y aunque sus promesas de “dinamitar” el Banco Central, de poner fin a la “obra pública”, de recortar los subsidios y permitir el porte de armas de fuego parecen estar en sintonía con lo que se espera de un libertario, otros anuncios hechos por el controvertido político dan motivos para dudar.
¿Qué es el libertarismo?
El libertarismo es una corriente filosófica dentro de la política que coloca a “la libertad individual como el valor político supremo”, escribió David Boaz, exvicepresidente del Instituto CATO, una fundación estadounidense que precisamente persigue impulsar esta tendencia.
“Un libertario admite que se puede obligar justificadamente a las personas a hacer ciertas cosas, la más obvia abstenerse de infringir la libertad de los demás. Sin embargo, un libertario considera inaceptable que se pueda obligar a nadie a servir a otros, ni siquiera si es por su propio bien”, se explica en la Enciclopedia Filosófica de la Universidad de Stanford.
Esta corriente tiene sus raíces históricas en el movimiento de la Ilustración, que se inició a mediados del siglo XVIII y se extendió hasta los primeros años del siglo XIX en Europa.
Fue en esta época cuando pensadores como el francés Montesquieu, el inglés John Locke o el escocés Adam Smith comenzaron a desarrollar teorías e ideas que cuestionaban la ancestral -y entonces dominante- creencia de que un grupo de personas pudiera imponer sus deseos sobre otras personas, por herencia o por motivos religiosos.
El libertarismo recibió un impulso con la Independencia de EE.UU, pues los llamados padres fundadores concedieron amplios derechos a los ciudadanos del nuevo país.
Pero como si cuestionar el rol de los monarcas y del clero no fuera suficiente, esta corriente también ha perseguido limitar los poderes de los gobiernos democráticos y representativos.
“Los libertarios creen que el respeto por la libertad individual es el requisito central de la justicia. Creen que las relaciones humanas deben basarse en el consentimiento mutuo. Los libertarios abogan por una sociedad libre, de cooperación, tolerancia y respeto mutuo”, afirmó el filósofo estadounidense Jason Brennan, en un artículo para la Escuela Austriaca de Economía e Ideas de Libertad.
Lo anterior deja en claro que este movimiento recela del Estado, por considerarlo invasivo e innecesario. Y sostienen que “algunas formas de orden en la sociedad surgen de forma natural y espontánea, sin dirección central”, se explica en la Enciclopedia Britannica.
Por esta razón los libertarios terminaron separándose de los liberales, quienes asumieron que es necesaria una estructura (gobierno, leyes, etc.) que permita dirimir los conflictos y también que ayude a solventar las diferencias entre las personas.
«Yo considero al Estado como un enemigo; los impuestos son una rémora de la esclavitud. El liberalismo fue creado para liberar a las personas de la opresión de los monarcas; en este caso sería del Estado», ha declarado Milei, con lo que el argentino sí parece estar en sintonía con estos postulados básicos del libertarismo.
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