Javier Vidal: Las aventuras de Juan Planchard

En Miami tuvimos la oportunidad de presentar La Promesa en el Tower Theater de la 8, la calle de cubanía entronizada. Pintoresca, cromática. Saturada de tiendas de habanos mayameros, café cubanito, las mesas de dominó con sus 55 piedras: “No hay sábado sin sol, ni fiesta cubana sin dominó»; músicos en cada esquina, restaurantes latinos y nadie que hable inglés.

Pero antes de la afortunada presentación de La Promesa fuimos invitados de honor en el tercer preview de Las Aventuras de Juan Planchard escrito y dirigido por Moisés Kaufman basado en la novela de Jonathan Jakubowich en una coproducción de Miami New Drama (Michel Hausmann) y Tectonic Theater Project (M.K.).

Un espectáculo potencial.

Lo es porque contiene en su espectacular continente el drama melódico y lírico en instante tangencial, fábula, poesía, ensayo expositivo en una estructura aristotélica (clásica) pero con modulación épica rompiendo la cuarta pared de la doble ilusión, en ocasiones brechtianas. Un espectáculo duro, crudo y estéticamente cautivador.

Cuando leemos la novela de J.J. sentíamos que era un especie de guión literario para cine -su autor en cineturgo-; empero Moisés se lanza de cabeza en una adaptación y versión que dirige para teatro. El resultado es “potencial”.

Una joya teatral de la diáspora venezolana en el exilio con un rigor profesional de un play vía Broadway… y bilingüe con subtítulos de ambos idiomas.
El trabajo protagónico de Christian McGaffney es abrumador, envolvente, directo, magro, sin concesiones a galería después de su no menos exigente trabajo cinematográfico en Simón (batiendo récords de taquilla por aquí y por los allá). En ésta vira 180 grados para interpretar un boliburgués que descubre en el “socialismo del siglo XXI” la mejor horma moral de vivir de la corrupción, cosa que, como bien dice el personaje, es imposible en el capitalismo ya que en él hay que trabajar para llenar la billetera.

McGaffney carga el peso protagónico en exclusividad con el resto del elenco, satélite de una estrella que encandila. Un coro griego con igual luminosidad encabezado por Elba Escobar y Orlando Urdaneta al lado de Mariaca Semprun,Elysia Roobach, Patrick Ball, Carlos Fabian Medina, Vicente Peña y Roberto Jaramillo (el mismo de Simón que en ésta, entre otros caracteres, interpreta a H. Chávez). Christian, hoy por hoy, es el mejor y más grande actor de su generación… y lo tenemos en el exilio.

La risa hecha mueca de esta tragedia tropical post-petrolera emerge de las situaciones más desequilibradas que en un contexto de ficción se nos revelarían como una parodia goldoniana que nos ayuda, como público, a sobrellevar la cruz que cargamos camino al calvario de nuestro país. Un país que también se nos revela como una ficción, sintiendo, en este caso, que el teatro es la realidad que espejea una sociedad en crisis moral. Rostros y máscaras invertidas.

Moisés, al bajar el telón, nos confesaba que seguía explorando el montaje y que cambiaría el final que nosotros presenciamos para su estreno, ya consumado.

Una nueva y buena excusa para volver a verla.

javiervidalpradas@gmail.com

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