El G20 está integrado por 19 países y la Unión Europea. Los 19 países son Alemania, Arabia Saudita, Argentina, Australia, Brasil, Canadá, China, Corea del Sur, Estados Unidos, Francia, India, Indonesia, Italia, Japón, México, Rusia, Reino Unido, Sudáfrica y Turquía. En conjunto, sus miembros representan el 85% del producto bruto global, dos tercios de la población mundial y el 75% del comercio internacional. Además sus miembros tienen gran influencia en otros mecanismos regionales y/o organizaciones como el P5, los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, el G7, los ascendentes BRICS, la OCDE, el Mercosur e incluso la OPEP, como es el caso de Arabia Saudita. Sus agendas se interelacionan, confluyen pero también chocan; es por ello que este foro internacional es fundamental para la definición del rumbo de la agenda internacional, especialmente en un momento que se asemeja al “Choque de civilizaciones” de Huntington reconfigurando un nuevo patrón de aliados, “satélites, “neutrales”-activos o disruptivos-, o “no alineados” y las propias oscilaciones que se marcan como tendencia.
Precisamente este fin de semana en Nueva Delhi, India, bajo el lema “Una Tierra, una familia, un futuro» se celebra la 18ª cumbre del G20, liderada por la India de Narendra Modi, que disputa la gran carrera geoestratégica global con otros actores como China, y se acerca sigilosamente a Washington, y marcada por la ausencia del presidente Xi Jiping, siendo está la primera vez que no asiste un jefe de Estado chino al G20, hecho que India ha manejado con una diplomacia acertada, pero que salta las alarmas en torno al espíritu de cooperación de Pekín.
Hoy cobra más vigencia que nunca la necesidad de una representación más equilibrada y ecuánime de las relaciones de poder que marcan la nueva aqrquitectura geopolítica y de seguridad global, articulando además un importante lobby diplomático para la “aclamada” reforma del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y otros mecanismos que revigorizen el multilateralismo.
Una carta abierta a los líderes globales, firmada por más de 300 personalidades que incluye multmillonarios, CEOs, economistas, políticos y académicos, alertan sobre “los peligrosos niveles de desigualdad”; es la gran peste del S.XXI; la desigualdad exacerbada aunada orgánicamente a los niveles de pobreza estructural y sistémica constituye un desafío multidimensional para abordar la triple transición: energética, digital y sociopolítca. Se propone introducir políticas fiscales fruto de la cooperación internacional que sean efectivas para alcanzar mayor recaudación fiscal para las mayores fortunas del planeta. Descabornizar la economía es tema de reflexión permanente pero este año, se espera que la inversión en carbón aumente otro 10 por ciento, hasta 150.000 millones de dólares pese a las promesas de cumbres pasadas.
La asistencia del presidente estadounidense Joe Biden, que propondrá “ serie de iniciativas conjuntas para abordar los problemas globales”, a saber, el cambio climático y “mitigar las consecuencias económicas y sociales de la guerra librada por Rusia en Ucrania”, será determinante para reforzar su influencia en el bloque, repotenciada por las ausencias tanto de Xi Jipining, como de Putin, solicitado por la Corte Penal Internacional por presuntos crímenes de guerra. Las difíciles relaciones comerciales entre Washington y Pekín, la participación de India en el Diálogo de Seguridad Cuatrilateral (Quad), que China califica de «OTAN del Indo-Pacífico» a los que pertenencen también Australia, Japón y EEUU, la resistencia de países como Arabia Saudita y Rusia para abandonar los combustibles fósiles, y las divergencias entre una eventual condena de la Guerra de Rusia contra Ucrania, lenguaje que enfatizará la Unión Europea, dificulta la adopación de una declaración conjunta.
La irrupción del llamado Sur Global, dará fuerza a inciativas como ampliar el G20 al G21 incorporando a la Unión Africana. Con la entrada de Arabia Saudí, Irán, Etiopía, Egipto, Argentina y los Emiratos Árabes Unidos, la creciente influencia de los BRICS en la economía mundial estará sin duda «sobre la mesa» dando los primeras señales si reinará un espíritu de cooperación global con el Occidente, entendido en términos clásicos, ode confrontación, desastroso para abordar cuestiones como el cambio climático, la seguridad internacional, la ciberseguridad y el desarme nuclear.
Es ingenuo pensar que los BRICS no tiene vectores ideológicos; la presencia de China y su influencia es ineludible. Pero el precedente alemán de la regla 19+1 en los tiempos trumpista de EEUU en materias como la acción climática nos reafirma que no estamos enfrascados en dicotomía maniqueístas de “todo o nada”; siempre existen formulas y es el deber de la diplomacia encontrarlas.
China intentará contrarrestar una eventual “agenda occidental” de Nueva Delhi, coon el próximo Foro de la Franja y la Ruta para conmemorar el décimo aniversario de su iniciativa mundial de infraestructuras y comercio, un elemento clave de la nueva estructura de gobernanza mundial planteada por Beijing.
América Latina estará representada por Argentina y Brasil, un Brasil que asumirá la proxima presidencia del grupo estará representado por Lula, quien intentrá persuadir a los líderes del grupo para apartar la polarización, apostar por el multilateralismo, y trabajar en objetivos concretos para reducir la pobreza y «desarrollo sostenible, en sus dimensiones económica, social y ambiental», así como la reforma de instituciones multilaterales como el Consejo de Seguridad de la ONU y el Banco Mundial, para dar más peso a los países en desarrollo. Lula podría ser un puente G20-BRICS aunque hay rasgos de desconfiaza por la percepción de antagonismo y desconfianza. La doctrina de coexistencia pacífica debería ser las “guidelines” frente a una globalización que parece “moderarse” ante la polarización, y que debería apuntalar las asismetrías globales y las responsabilidades diferenciadas ante los grandes desafíos que todos enfrentamos.
Dylanjpereira01@gmail.com
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