Ricardo Gil Otaiza: Poemas de la esencialidad

A lo largo de mi carrera como escritor he visto a la poesía como a un summum, al que me he acercado con cautela y temor, reverencia y espanto. Hasta el 2020 sólo me había atrevido a publicar dos poemarios; luego llegó el confinamiento y me entregué en los brazos de la creación poética, y de esta enorme aventura nacieron tres títulos. Pero no vengo hoy a hablar de mi producción poética, sino de un libro que termino de leer de la poeta y novelista española María Pilar Cavero Montori, titulado: Caricias y cantares (Sial / Fugger Poesía, Grupo Editorial Sial Pigmalión, 2023), del que quedé prendado.

El poemario lo leí en su versión digital (que gentilmente me remitió su autora), pero la hay impresa, y me ha impactado de tal manera, que no puedo vencer la tentación de aproximarme a su esencia, aunque no es sencillo hablar de poesía sin vencer la tentación de poetizar. Es la primera vez que me acerco a esta autora, con quien tengo una relación cercana, ya que compartimos en un grupo de WhatsApp creado a propósito de un libro titulado Frankfurt, territorio literario, en el que ambos somos coautores, y que fuera presentado con éxito a finales de 2022 en la Feria del Libro de Frankfurt, una de las más prestigiosas y antiguas de Europa.

Podría afirmar que se trata de seis poemarios y un epílogo fusionados en una misma forma, y cuya estructura, hábilmente configurada, conjunta y complementa a la vez la intención de su creadora. El primero de estos libros da título al tomo (que alcanza las 198 páginas), y los subsiguientes son en estricto orden: Despedidas y Despertares; Días de sombras; Instantáneas; Naturaleza amiga y Repiqueteos. El poemario está precedido de un Prólogo de Miguel Migueláñez y cada libro que lo constituye abre con la imagen de una dama antañona, que le otorga a cada grupo (y al conjunto) ciertos aires decimonónicos.

La muestra poética es variada, de una hondura electrizante, cada pieza deja en nuestra memoria vivencias, imágenes y espectros que se quedan largo rato con nosotros, y que mucho nos dicen de su densidad y de su raíz ontológica. Es María Pilar Cavero poeta de la intimidad y de la existencia, le canta a lo que vive y a lo inanimado, sus sentidos están prestos a avistar aquello que suele dejarnos indiferentes en medio de la cotidianidad: el río que fluye como metáfora de la existencia, el trinar del ave que con su canto nos despierta a la vida cada mañana, la pulsera hallada en el camino, que de pronto se humaniza y se hace caprichosa al escapar furtiva a la muñeca de otra dueña, la casa vieja y añorada que nos lleva a lugares remotos de nuestro inconsciente, el dolor frente al dolor del otro, la soledad que gravita y que nos lleva en sus alas a la interioridad del Ser, la vejez que nos asalta de pronto, los cariños idos y perdidos para siempre, las ansias de la piel por la compañía y las caricias, y el lento e inexorable correr de los días, que deja en cada uno huellas indelebles.

Se trata de poesía libre, es cierto, pero por serlo hay en su estructura cadencia y musicalidad, así como un vertiginoso ritmo que nos impulsa a indagar más, a hundirnos en su esencia y profundidad, en el asombro y la perplejidad que nos producen los poemas, pero también en sus silencios y reflexiones filosóficas; en el disfrute orgiástico y en el desgarre escatológico de muchas de sus piezas. La propuesta de María Pilar Cavero es rompedora, pero al mismo tiempo es clásica, hurga en el pasado y no pierde de vista lo contemporáneo: se mece en una suerte de lento pendular, en el ir y venir de las imágenes y las emociones.

“El alma de un poeta / siempre puede ser desflorada”, nos dice la autora en el primer libro, y con ello deja plasmada la esencialidad del espíritu de lo poético: frágil como un cristal, leve y sutil como el aliento que insufla la vida. La poesía es síntesis y concreción, realidad y sueño, es perderse en medio de un bosque y saber que cada árbol es en sí una propia realidad, es autarquía absoluta, es verdad y es misterio: nada le antecede y nada le sucede, es vida y muerte.

Hay erotismo, hay carnalidad y morbo, hay desasosiego y profundos abismos en estas densas páginas, no en vano grita la autora a sus propios fantasmas, en el poema Deseos: “Deposita tu esencia / entre mis manos, / que si es águila hambrienta / le daré mi comida”. Más adelante, en el poema El tacto y la palabra, canta sin rubor a quien quiera escucharla: “El placer del tacto / que acaricia mi piel, / que me hace sentir / el vuelo de una mano / surcando mis pliegues, / curando mis heridas.” Y en el poema Amor, una cima sutilmente orgiástica: “Necesito el aliento de tu boca, / leve brisa de abril, / para avivar mi néctar.”

Concluye María Pilar Cavero su magnífico poemario con el libro Repiqueteos, y no en vano busca horadar la memoria del lector en el poema los Adioses: (…) “Te canté las canciones / con las que te arrullaba / después de la pasión / y fue mi despedida. (***) Ante la enfermedad, / mejor romper el tiempo. (***) Te di mi cuerpo y parte de mi alma. / ¿Cuál disfrutaste más?” No contenta, nos increpa al despertar en el poema Vivencias: “Vivimos encerrados / en nuestros propios sueños.” Y el cierre es magistral en su Epílogo y último poema, Espacio: “Pequeño es el espacio / en el que moro, / y grande, / porque vuelo, me expando, / y me derramo / más allá de sus límites.”

rigilo99@gmail.com

Síguenos en TelegramInstagram y X para recibir en directo todas nuestras actualizaciones

Share this post:

Noticias Recientes

El Espectador de Caracas, Noticias, política, Sucesos en Venezuela