Ricardo Gil Otaiza: La literatura fantástica

Hay una zona densa como un bosque en la que algunos se extravían y pierden toda noción del ahora, y es la denominada literatura fantástica, hasta hace no mucho tiempo hundida en un limbo de inconsistencias argumentales y a la que hoy, luego de un largo recorrido y de grandes obras universales, se la considera como un género literario con todas las de la ley. Por variadas razones siempre se vio de soslayo lo fantástico, tal vez por la falsa creencia de tratarse de algo irreal y absurdo, de menor categoría, y a sus cultores no se les tenía gran respeto y se dudaba de su seriedad, no se les consideraba como cuentistas o novelistas, sino como a una suerte de segundones perdidos en los desvaríos de la mente y en sus oscuros meandros.

Por supuesto, los lectores de todas las épocas no hemos tenido muchas complicaciones con aquello de la noción genérica, ni en sus sutiles o drásticas diferencias, ya que desde siempre nos ha interesado una obra de calidad que nos atrape, que rompa con la noción del tiempo y del espacio, que desdibuje los linderos de la realidad y la fantasía para instalarnos con disfrute en sus predios y así dejarnos llevar sin reticencias por la historia y sus personajes. Son los estudiosos y los críticos, qué duda cabe, quienes desde siempre se empeñan en clasificar, en insertar un libro en un contexto literario determinado, en sujetar las obras y a los autores con los fórceps de las teorías y las formulaciones académicas, para hacer de todo esto una especie de Torre de Babel. El canon: siempre ha sido éste la excusa perfecta, y desde su impronta erudita y desmenuzada se ponen sellos a lo creado y, con ellos, murallas infranqueables y pátina de olvido a todo aquello que no responda a sus “exquisitos” preceptos.

Tuvo la literatura de lo fantástico que luchar contra atavismos y preconcepciones de toda índole, contra las reticencias de quienes jamás comprendieron que la narrativa es creación, y que la creación artística va íntimamente unida con la libertad. La literatura fantástica echa mano de la imaginación, del desvarío propio de la mente, de los fantasmas que pueblan nuestros sueños y nuestra cercana realidad. La fantasía es algo intrínseco al Ser y nadie escapa a ello, y resulta lógico que si nos posee desde la más tierna infancia, pues termine en las páginas de la obra, porque el hecho artístico es una de las más claras manifestaciones de la naturaleza humana.

Muchos leyeron al norteamericano Edgar Allan Poe con la nariz tapada (y con inmenso terror), razón por la que pasó por grandes dificultades en su labor creativa, tuvo muchos rechazos y sinsabores hasta que se comprendió en toda su magnitud la propuesta estética, y alcanzó un relativo éxito. Nunca cejó Poe en su empeño, y aunque cometió muchos errores y tuvo profundos extravíos en su breve existencia, quedó su obra como muestra fehaciente de su poder imaginativo y de su audacia estética: y hoy se la admira, se la estudia, es fuente permanente de referencia y de lectura en todo el mundo. Si bien sus narraciones le dieron dolores de cabeza, también significaron placer y realización, fama y reconocimiento, vida y muerte.

Pero no nos vayamos tan lejos, y pongamos sobre la mesa a autores contemporáneos. Y no puedo obviar aquí a Jorge Luis Borges, ineludible, todo un portento entre nosotros. Sus cuentos son casi perfectos, en ellos se conjugan muchos elementos, pero sobre todo lo fantástico. En Borges la fantasía no es tan sólo un mero ejercicio del desvarío propio del autor, sino que es dictada también desde la razón, sus textos narrativos son intelectuales y eruditos, responden a sus variadas lecturas, a su innata curiosidad, pero en todo este denso entramado del autor argentino es lo fantástico el vaso comunicante, el que articula sus espléndidos artificios, el que nos lleva por ignotos mundos que nos dejan estupefactos, noqueados y sin posibilidad alguna de salvación. ¿Cómo resistirse al oscuro encanto de Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, de Pierre Menard, autor del Quijote, de Las ruinas circulares o de la Biblioteca de Babel presentesensus Ficciones? Todos responden a hechos fantásticos, pero también al intelecto y al denodado trabajo estilístico de un autor genial.

Traigo aquí a colación al guatemalteco nacido en Tegucigalpa Augusto Monterroso, y sus dos breves piezas El dinosaurio El eclipse, incluidas en su primer libro Obras completas (y otros cuentos). Termino de leer del mexicano Carlos Fuentes un cuento asombroso, y descubro que es considerado por la crítica y los lectores como una de sus mejores piezas narrativas: Chac Mool, incluido en su compilación Los días enmascarados y finalmente en sus Cuentos completos, de salida póstuma. Al también mexicano Juan Rulfo y sus dos obras maestras: El llano en llamas y Pedro Páramo, en las que los fantasmas son los protagonistas: deambulan en los campos, en las casas y en las calles, hablan con los vivos y son ejes de las tramas. A Franz Kafka y La metamorfosis, obra que los estudiosos se empeñan en incluir en la sobrevenida categoría de “realismo fantástico”, obviando que la realidad copia a la ficción. Podría seguir citando: a Gabriel García Márquez y todo su universo macondiano, a Julio Cortázar y su Bestiario, y a quien todo esto escribe y sus primeros cuentos: Ráfagas, El francotirador, El cuervo y En busca del eslabón perdido.

rigilo99@gmail.com

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