22 de noviembre de 2024 7:16 AM

Alzheimer y disfagia: cómo evitar la desnutrición

La pérdida de peso y desnutrición es la principal consecuencia de las personas con Alzheimer y disfagia, según las conclusiones que se han obtenido del ‘webinar’ ‘Alimentación y Alzheimer: alimentos de toda la vida’, organizado por la Confederación Española de Alzheimer (CEAFA).

La enfermedad de Alzheimer cursa con un deterioro cerebral progresivo, que evoluciona deteriorando diferentes habilidades como el lenguaje, la deglución o el reconocimiento de lugares o personas. Una de las consecuencias de ese deterioro es la disfagia, un trastorno que produce una obstrucción y estancamiento de la faringe y que aparece en un 7-29 por ciento de las personas con demencia y un 8 por ciento de la población mundial.

«Que la persona sienta dolor o molestias al tragar, tos durante o tras la ingesta de alimento o líquido, atragantamiento ante determinadas consistencias e incluso babeo, entre otros», son algunos de los signos que alertan sobre un caso de disfagia, según ha informado la profesora del departamento de nutrición y ciencia de los alimentos de la Facultad de Farmacia de la Universidad Complutense, María del Carmen Lozano.

A la hora de alimentar a una persona con disfagia hay cuatro aspectos clave a tener en cuenta: el control del entorno, del tiempo, de los alimentos y del paciente. Para evitar situaciones complicadas a la hora de la comida, Lozano ha recordado que «hay que adaptar la dieta e incluir la máxima variación de alimentos para evitar la rutina y procurar que las condiciones organolépticas sean atractivas», todo con el fin de que «el paciente tenga cubiertas todas sus necesidades nutricionales, que no olvidemos son las mismas que las de cualquier persona», ha apuntado.

Además, la especialista ha aconsejado adaptar la textura de los alimentos tradicionales, «es importante que los alimentos sean homogéneos, evitar grumos y que sea jugoso y fácil de masticar».

En cuanto a la dieta, Lozano ha subrayado que no se puede generalizar, debiendo amoldarla a cada uno de los pacientes, «teniendo en cuenta el tipo y grado de disfagia, la tolerancia individual a cada textura alimentaria, sus hábitos alimentarios y las necesidades energéticas y nutricionales en función de la edad, sexo, actividad física. Incluso hay que tener en cuenta la medicación».

Por último, ante la pregunta de si se puede prevenir la disfagia, la profesora de la Universidad Complutense ha señalado que «en caso de que sea fisiológica, es decir, con origen congénito, es difícil de tratar, pero la que aparece con ciertas enfermedades como el Alzheimer si se puede prevenir y tratar a través de técnicas compensatorias, que reducen los síntomas, pero no cambian la fisiología y técnicas de tratamiento, que modifican la fisiología y mejoran el funcionamiento de la deglución».

Con información de Infosalus

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