No hay nada que aprecie más en medio de la sequía de publicaciones y de la desaparición de las librerías en Venezuela, que recibir un paquete de libros de una editorial como Drácena, que si bien es muy joven en el contexto libresco de habla española (apenas doce años, y nacida gracias a la iniciativa del amigo y colega escritor Gastón Segura), poco a poco se ha ido posicionando por dos aspectos que a mi entender son fundamentales: publica clásicos de la lengua española de todas las orillas y lo hace con una calidad editorial enorme (por cierto, ha publicado en años recientes varios títulos de nuestro Arturo Uslar Pietri). Como ávido lector y como escritor valoro muy en alto que una editorial rescate obras esenciales de la literatura universal, muchas de ellas descatalogadas, y lo haga con un respeto y un cuidado tan profusos, que quedamos prendados de sus entregas y dispuestos a leer y a recomendar todos sus libros. Y esto es lo que me propuse desde que conocí a Drácena, gracias a uno de sus bastiones: el buen amigo Nacho Wilhelmi.
A finales de marzo recibí un paquete de la editorial con cuatro estupendos tomos de sus novedades de 2022, y emocionado procedí de inmediato a preparar un sencillo unboxing para mi canal YouTube, que pueden hallar con mi nombre. En él mostré con gran deleite sensorial cada uno de los ejemplares, porque sus ediciones reúnen todas las características de lo que podría denominarse una estupenda publicación: calidad de edición (presentación, papel, encuadernado, caracteres tipográficos, etc.) y, lo que es más importante, la propuesta literaria. En esta oportunidad publicaron dos clásicos rescatados de la inquina del tiempo, que son fundamentales para la comprensión del hecho literario en nuestra lengua, y dos novedades literarias de autores de nuestros días.
De entrada me llamó poderosamente la atención el título El vértigo del trapecista, de Azuar Romero, nacido en Málaga en 1965, quien debuta con esta interesante novela, cuya edición estuvo a cargo de Eugenia Pirela Belloso. Del texto, que es breve (209 páginas), nos dice la editora lo siguiente: “Mateo Salerno, el último de una saga de artistas circenses, tras haber decidido alejarse de la pista y de su padre, intenta saldar su deuda recopilando las historias que se esconden detrás del centenario circo familiar. A partir de sus propios recuerdos, entrevistas con los artistas y todo el material que ha conseguido reunir a través de los años (cartas, programas, recortes de prensa, filmaciones, memorias, discursos, fotografías…), nos ofrece un mosaico de instantes en la vida de la compañía, relatos que se entrelazan dentro y fuera de la carpa para narrar con múltiples voces la decadencia y ruina del viejo circo Salerno, el auténtico protagonista de esta novela.”
El segundo tomo que apareció ante mis ojos fue Las cerezas del cementerio, de Gabriel Miró (1879-1930), conocido como el Marcel Proust español, y la edición estuvo a cargo de Cristina Morillas López, con prólogo del gran Miguel de Unamuno. Es una novela breve (207 páginas), retadora, exquisita en sus formas, que nos lleva de la mano por mundos ya perdidos y desconocidos para nosotros. De ella expresa la editora: “…contiene todos los elementos que serán la nervadura de la narrativa de Gabriel Miró: el subjetivismo de los personajes, la exquisitez en las descripciones y el poroso sensualismo donde sumerge al ambiente.”
El tercero en salir de la caja fue El mundo es ancho y ajeno, del escritor peruano Ciro Alegría (1909-1969), la edición estuvo a cargo de Pedro Paricio Damián. Del tomo, que tiene en su haber 602 páginas, nos dice su editor: El mundo es ancho y ajeno desde que obtuviese el primer premio de novela hispana de la editorial estadounidense Farrar & Rinehart, en 1941, está considerada no solo como la obra maestra de Ciro Alegría, sino como una de las cumbres de la narrativa hispana. Ha sido editada más de ochenta veces y traducida a las lenguas más importantes del mundo. El relato trata de la expulsión de la Comunidad Rumi de sus tierras por el hacendado Álvaro Amenábar, quien los despide con “váyanse a otra parte, el mundo es ancho”. Los indios buscarán un nuevo lugar donde establecerse, pero ese mundo, por ancho que sea, les resultará siempre ajeno…”.
El último tomo en salir fue Sandunga, del mexicano Mateo Miguel (1960) y la edición, de 221 páginas, es de Cristina Pérez Martín. De esta interesante novela afirma la editora: “El Sandunga reza cada mañana: “alcohol nuestro de cada día”, y luego de beber el primer trago de aguardiente, sale a hacer su voluntad, sin ansia, sin destino, dejando que la vida fluya. Esta es la trama destramada de esta portentosa novela, sobre los avatares de un indio mexicano que sale al mundo para hacerlo suyo mientras se inmiscuye en sucesos no por cotidianos menos maravillosos, con frecuencia trágicos, pero siempre vistos y narrados a través de sus increíbles delirios.”
Una magnífica tétrada de obras literarias, que aún saboreo en el sosiego de mi casa con una taza de café en la penumbra de la caída de la tarde, y siempre expectante frente a los artificios de los autores, quienes nos sumergen en vastos mundos (como sus sueños) de la mano de la editorial Drácena de España, que no ceja en su empeño por acercarnos a grandes autores, unos conocidos y otros no, pero igualmente deslumbrantes.
rigilo99@gmail.com
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