Los candidatos presidenciales están recorriendo el país. Para algunos de ellos, desde muy jóvenes, militantes comprometidos de partido, no constituyen ninguna novedad pisar los más apartados rincones para reencontrarse con viejos amigos. Por ello, las carreteras nunca les han sido extrañas, ya que hasta las han recorrido en autobús, cola o sus propios autos. Mientras que para otros candidatos, esas carreteras las están descubriendo, pues siempre fueron, alrededor del país, en avión comercial o en una avionetica prestada. Por supuesto, las relaciones son, eminentemente, políticas más que amistosas, propias de estos años recientes. No constituye ningún crimen, por cierto. Muchas veces son las circunstancias. Por ejemplo, antes de presidir la Junta de Gobierno, Wolfgang Larrazábal, marino profesional, sólo conocía las bases y puertos marítimos y fluviales, forzándolo la campaña electoral de 1958 a adentrarse más en tierra firme. Por supuesto, no le daba tiempo, y mientras los candidatos Betancourt y Caldera volvían a los caseríos y pueblos que la dictadura perezjimenista les impidió visitar, Larrazábal apenas tuvo tiempo de ir a las principales ciudades y, excepcionalmente, a una aldea.
El peor de todos los casos, hoy, es el del candidato que no conoce ni la mitad del país y, acaso, las que fueron sus mejores metrópolis. Porque los hay de esa estirpe. Candidatos que no están consustanciados con la psicología de la gente oriental, los llaneros, los gochos, los guayaneses, etc., ya que jamás han ido más allá de Lechería, Barinas, San Cristóbal o Puerto Ordaz, y muchísimo menos han jugado una partida de dominó en Upata, Güiria, Cabimas o Valle La Pascua. En medio de esta oleada de calor, no sale de Caracas o, mejor, de la urbanización al este de la ciudad capital o de la oficina refrigerada, creyendo que es suficiente el Whatsapp, el Twitter y el Instagram para transmitir todos los videítos y fotos que sus asesores hacen, o los portales de Inteligencia Artificial. En pocas palabras, han llevado una candidatura a control remoto, pues.
Sin embargo, no nos engañemos. Los hay aquellos que sólo son candidatos presidenciales desde Caracas, en Caracas, aunque ni siquiera para Caracas porque tampoco la visitan. Conocen desde antes el país pero no tienen suficiente real para viajar ellos o sus compañeritos del partido, como antes. Son los únicos voceros de su candidatura. No tienen voceros calificados alternos. O no lo hacen por la inseguridad personal y el acecho de los agentes de la policía política; o quizá, porque están muy viejos para tragar carretera. A lo mejor porque el carro se les echó a perder. Pero lo cierto es que no viajan. Y esto es raro para quien conozca la historia de Venezuela, porque un candidato presidencial tenía un mínimo nivel de conocimiento en el país, una comprobada madurez y una estatura intelectual reconocida. Como Rómulo Betancourt o lo fue Caldera, repitiendo todas las veces que le fuera posible hasta pegarla, pero tenía con qué. Y hubo quienes no lo fueron, a lo mejor por falta de carisma, como Carlos Canache Mata de AD o Freddy Muñoz del MAS, pero tenían con qué. Experimentados y lúcidos. No por casualidad, escribían con regularidad. No se inventaban atributos. Ahora, cualquiera puede ser candidato con un poquito de plata para la arrancada, así después se quede en Caracas retuiteando. Hay dirigentes que serían mejores candidatos que el nominado por su partido para las primarias. Hay candidatos que no tienen dirigentes que exhibir porque son y quieren ser la única luminaria.
Lo que sabemos es que hoy nuestra realidad es distinta, tenemos una sociedad, particularmente, desmotivada, por la cantidad de golpes y desilusiones que ha sufrido en estos últimos 24 años. Porque muchos apostaron a un cambio, escuchando lo que querían escuchar, considerando realidades incompletas o medias verdades, pero para muestra un botón de lo que en realidad pasó: un cambio diametral en sentido contrario al progreso, llevando a nuestra sociedad a la mendicidad y la dependencia del estado, el cual casi se convierte en el único proveedor. Y es por eso que debemos estar muy pendientes de lo que nos están ofreciendo en estas nuevas candidaturas. Es muy fácil decir lo que los votantes quieren escuchar, pero no es tan fácil decir lo que es la realidad y como debemos enfrentarla.
Esta es la realidad a la cual nos estamos enfrentando para las venideras contiendas electorales, que por cierto son varias, las cuales por temor o simple estrategia, no se quieren nombrar: las primarias del 23, la contienda presidencial del 24 y las elecciones de 25 que son las menos nombradas, pero que están allí, van a suceder. Elecciones donde se pondrá de manifiesto la madurez para escoger lo que es mejor para la sociedad venezolana y el país, y eso implica optar por el mejor candidato no necesariamente el más popular. En estos 20 años de insistir, persistir y resistir, hemos aprendido que para solucionar una situación tenemos que solventar nuestras emociones. En estos 20 años hemos podido aprender a escoger entre lo bueno y malo, lo fantasioso y la realidad, la verdad y la mentira, lo que podemos realmente lograr con una verdadera y sólida unidad. Estamos a la espera de que la manifestación de esa unidad nos lleve a la solución de todo el conflicto que vivimos todos los venezolanos, dentro y fuera del país.
@freddyamarcano
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