En el artículo de la semana pasada escribimos sobre la etapa 2, Todo es válido, en el camino evolutivo hacia el pensamiento crítico según John Chafee. En este artículo continuamos con la tercera y última etapa: el Pensamiento crítico.
Las dos perspectivas opuestas de las etapas 1 y 2 encuentran su síntesis en la etapa 3, Pensamiento crítico. Cuando las personas alcanzan este nivel de comprensión, reconocen que algunos puntos de vista son mejores que otros, no simplemente porque los expertos lo digan, sino porque existen razones de peso para apoyar estos puntos de vista. Al mismo tiempo, las personas en esta etapa tienen la mente verdaderamente abierta hacia otros puntos de vista, especialmente hacia aquellos que no están de acuerdo con los suyos. Reconocen que a menudo hay una serie de perspectivas legítimas sobre cuestiones complejas y aceptan la validez de estas perspectivas en la medida en que estén respaldadas por pruebas y razones persuasivas.
El caso es que mientras que las personas en la etapa de pensamiento crítico están activamente abiertas a diferentes perspectivas, también se comprometen con puntos de vista definidos y tienen confianza para explicar las razones y la evidencia que los ha llevado a sus conclusiones. Según Chafee, ser de mente abierta no es lo mismo que ser intelectualmente insípido.
El camino para convertirse en un pensador habitual y consistente de la etapa 3, pensamiento crítico, comienza con la evaluación del proceso que usamos para formar creencias y llegar a conclusiones sobre el mundo.
Algunas de nuestras creencias son profundas, con implicaciones de largo alcance, como la creencia en un Ser Supremo o la opinión sobre si la Regla de Oro debe regir todos nuestros actos (principio moral general que puede expresarse como “debemos tratar a los demás tal y como como queremos que nos traten”). Otras creencias, sin embargo, son de mucho menor alcance (A modo de ejemplo, «La fruta prohibida en la historia de Adán y Eva no es una manzana sino un mango» o «Los huevos marrones son más nutritivos que los huevos blancos», por mencionar solo dos para ilustrar el punto). Aun así, nuestra colección total de creencias constituye nuestra filosofía de vida, el faro guía que utilizamos para trazar el curso de nuestra existencia personal.
La trascendencia de las creencias es importante porque coloca en el tapete, por ejemplo, el tema de ciencia contra opinión, mismo que subyace en la desinformación. Para ilustrar el punto cito un artículo de abril de 2018, publicado en la revista norteamericana Forbes, que afirmaba que, para ese entonces, el 34% de los “millennials” norteamericanos, creían que la tierra era plana.
Dónal (sin la “d” al final) Mac Erlaine aborda el tema en su trabajo titulado «» (Journal of Science & Popular Culture, 3 (2), 173, 2020). Según Mac Erlaine, el problema con la creencia de que la tierra es plana, implica el rechazo total de la ciencia a favor de la opinión y hoy en día es una característica notoria del paisaje discursivo en cualquier parte del mundo. Adicionalmente, el tema abarca no solamente la desconfianza en la ciencia sino también la desconfianza hacia la cultura misma, constituyendo así una tendencia sumamente peligrosa: allí tenemos el caso del asalto al Capitolio norteamericano, el 6 de enero de 2022 y el asalto a las tres sedes del gobierno en la ciudad de Brasilia, Brasil, el 8 de enero de 2023.
De acuerdo con Chafee, los pensadores críticos evalúan continuamente sus creencias aplicando estándares intelectuales para evaluar la fuerza y precisión de tales creencias. Los pensadores acríticos (es decir, no críticos o en etapa 1 y/o 2) generalmente adoptan creencias sin un escrutinio reflexivo o una evaluación rigurosa, dejando que estas creencias se deslicen en su pensamiento por todo tipo de razones superficiales e ilógicas. La forma más efectiva de probar la fuerza y precisión de nuestras creencias es evaluar la evidencia que las respaldan. Hay cuatro categorías de evidencia: expertos, referencias escritas, evidencia fáctica y experiencia personal.
Expertos: ¿Tienen los expertos conocimientos en esta área?, ¿son confiables?, ¿alguna vez han dado información inexacta? Pero sobre todo, ¿hay otros expertos en desacuerdo?
Referencias escritas: ¿Cuáles son las credenciales de los autores?, ¿hay otros que no están de acuerdo con sus opiniones?, ¿en qué evidencia basan los autores sus opiniones u argumentos?, ¿suministran evidencia?
Evidencia fáctica: ¿Cuál es la fuente y fundamento de la evidencia?, ¿Se puede interpretar dicha evidencia de otra manera?, ¿La evidencia apoya la conclusión que se deriva de ella?
Experiencia personal: ¿Cuáles fueron las circunstancias en las que se desarrolló la experiencia?, ¿eran posibles distorsiones o errores en la percepción?, ¿han tenido otras personas experiencias similares o contradictorias?, ¿hay otras explicaciones para la experiencia?
John Chafee se refiere a la duda que puede presentársenos llegados a esta etapa 3: «¿Se nos pedirá que apliquemos esta estructura, estas herramientas de pensamiento, a cada situación?».
Lo que he intentado en los últimos cuatro artículos (incluido este) es vender una forma de abordar las pequeñas y grandes preguntas de manera diferente a como lo hacíamos antes. Una vez que reconozcamos la necesidad de imponernos un estándar intelectual, eventualmente, lo usaremos habitualmente.
Según John Chafee, convertirse en un pensador de la etapa 3 es una meta digna, y es una inmejorable forma de responder adecuadamente al desafío de examinar nuestras vidas y creencias de manera reflexiva y honesta.
Pensar críticamente también reporta un beneficio adicional, vital en la Venezuela de estos días y circunstancias, para la toma de decisiones de cualquier índole: nadie -ni tirios ni troyanos- puede venirnos con cuentos.
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