22 de noviembre de 2024 6:23 AM

Jean Maninat: ¡Ah los ricos!

Definitivamente, el malestar que causa ver a los poderosos y expoderosos lucir sus privilegios, izar en plaza pública aquello que los diferencia de las “grandes mayorias” está de regreso, solo que más sofisticado, el mismo resentimiento ahora acompañado de términos sociológicos al día, pero en el fondo, burbujea la lava de la venerable consigna, la lucha es de clases de pobres contra ricos.

Hay, de hecho, una industria de seguimiento de los gustos y apetitos de los rich and famous bien sea para denunciarlos o para parodiarlos, para seguir conmovidos la miseria moral que supuestamente los perseguiría, o para poner al alcance de un pescuezo o una muñeca plebeya una pieza ornamental de pacotilla pero que “ni se nota que es chimbín”. En las playas europeas más exclusivas, miles de inmigrantes subsaharianos hacen su agosto -literalmente- vendiendo copias de carteras, relojes, pareos, de marcas exclusivas a una clientela de pudientes que seguramente tienen en sus armarios bien ordenados los originales. Es una diversión de verano que sostiene una industria global millonaria todo el año.

Ahora los ricos están hasta en los canapés más ordinarios, en los ágapes más regularcitos, siempre hay un convidado –de piedra o con invitación- que dispara a quemarropa la pregunta que todos tenemos en la punta de la lengua: ¿Vieron el último capítulo de Succession? ¡Está arrechisimo! Los Roy, cómo no envidiarlos con admiración de clase media ensanduchada, como en su momento el advenedizo burgués Don Calogero a Don Fabricio, Príncipe de Salinas, allá en Donnafugata. Y ni hablar de las películas -de las que ya hablamos- que narran con especial resentimiento la decadencia y castigo de las clases altas. (Whatever that means).

Pero, la verdad es que insisten en incordiarnos, en estimularnos los puntos nerviosos que alimentan la trepadera social, las ansias de ascender hasta la punta del Monte Kardashian, hasta sin oxígeno ni sherpa que nos guíe. ¿Qué necesidad tiene el rey emérito y pobretón sableador, Juan Carlos I, de llegar a Galicia “este miércoles en un Global 5000, un jet privado fabricado por la firma canadiense Bombardier, propiedad de Royal Jet LCC, una compañía de aviones de negocios de la Casa Real emiratí” según relata El País de España. Todo por unas regatas en las que no puede efectivamente participar.

La retórica “antiricos” es una postura, un motivo fósil que en nada ayuda a entender el nuevo tejido social que ha producido la globalización. ¿Pertenecen a una misma especie universal un millonario gringo y uno chino? ¿Sus patrones de comportamiento pertenecen a una determinada “consciencia de clase”? ¿A una vocación común de dominar a las “clases subalternas”?

Groucho Marx, en su autobiografía Groucho And Me, afirma que en comparación con sus inicios de artista cómico y pobre ser rico era mejor, cuando ya había alcanzado la fama y la riqueza que da el éxito. ¡Ah los ricos, siempre tan pedantes!

@jeanmaninat

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