24 de noviembre de 2024 11:42 PM

El tiempo del desencanto

Teódulo López Meléndez

La sociología del conocimiento nació porque se daba por sentada la relación esencial entre pensamiento y sociedad. Temas políticos y filosóficos entremezclados están ya en Lao Tse o en el profeta Isaías. La cultura griega es prolija para estos ejemplos. Al fin y al cabo hablar sobre la Polis era un método de decir y escuchar lenguajes. El discurso filosófico sobre la política tiene un ejemplo en La República de Platón.

Si la oratoria “propiamente” política es sometida a una mirada incisiva vemos de inmediato su aspecto filosófico. Quizás podamos recurrir a una expresión un tanto extraña, como asegurar que la filosofía se encuentra en una discusión política de plaza. Grecia tenía dentro de sí el impulso crítico que le permitía revisar las concepciones sociales. O el uso de la tragedia como expresión de las aporías de la ciudad. O los historiadores en la búsqueda de una explicación para el obrar humano.

Norberto Bobbio en Teoría General de la Política nos es útil cuando señala las tres preguntas filosóficas básicas: ¿Qué me cabe esperar?, ¿Cómo debo de actuar?, ¿Qué puedo saber? Quizás estas sean exactamente las tres preguntas que el hombre contemporáneo no se está haciendo sobre la política y por ello no genera ideas y se hunde en el estancamiento político mientras genera innovaciones en el campo de la ciencia.

Se han preguntado sobre la libertad y la han calificado en negativa y positiva (Isaiah Berlin) o han definido a sus ensayos de metapoética como filosofía política (Felix Oppenheim). Cito al azar, sin pretender hacer un listado que resultaría interminable. Lo que quiero significar es que no ha faltado quien se interrogue y ofrezca sus respuestas.

En medio de la actual crisis de transición el pensamiento es rechazado y los políticos no ejercen lo político, no recurren a la forma de conocimiento superior que permita hacer inteligible la realidad política. Tal vez el quid se encuentre en una “racionalización” efectista de la práctica política sin darse cuenta que esto último implica el abandono de un corpus de ideas como libertad esencial para afrontar los problemas concretos sin tapaojos y restituir sentido a una nación aterida.

Esta mediocre clase política de la Venezuela de hoy es la madre del desencanto.

@tlopezmelendez

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