“Si la neutralidad sigo, a andar solo me condeno, porque el neutral nunca es bueno, para amigo ni enemigo.” Pedro Calderón de la Barca
La antipolítica inficiona el pensamiento o, quizá es mejor decir, el espíritu ciudadano en nuestra caótica Venezuela. Los estudios de opinión coinciden en mostrar que, al revisar los niveles de empatía y simpatía de los que se postulan para asumir la magistratura suprema, el desagrado o el rechazo puro y simple supera a la aprobación, triplicándola o cuadriplicándola y, no escapa del fenómeno, aquella que aparece más favorecida.
En paralelo se observa en los sondeos al ciudadano persistentemente dispuesto a declararse “Ni-Ni”; vale decir, ni apoya a uno ni a otro y peor aún, un grueso porcentaje de coterráneos continúa en huelga electoral, como denomina la abstención mi buen amigo y talentoso intelectual maturinés Freddy Millán Borges.
Está claro que el resultado no puede ser otro que mantenernos en el pandemónium. Pensar que podemos cambiar lo que hay, vale decir, la agonía de nuestro pueblo a manos del cinismo, la kakistocracia y un mórbido facissocialismo irrefragablemente equivocado, se convierte en una lejanísima utopía y no tenemos tiempo para eso, el país se nos muere a diario.
Entonces, cabe un urgente llamado a la asunción de una experiencia política compartida, promovida, auspiciada, concretada por aquella ciudadanía que se mantiene como tal y no se ha idiotizado, para sacar de ese carril al tren del presente que nos conduce, impajaritablemente, al mismo lugar donde estamos ahora, como si en lugar de operar nos quedáramos paralizados, inermes, hieráticos mediocres, impertérritos fatuos, lelos.
Porque allá nos lleva la antipolítica. A no hacer nada y seguir alimentándonos de amargura, frustración, desesperanza y a mutar antropológicamente hacia la despersonalización, la vacuidad, la inopia anímica, el suicidio espiritual. Al hambre que nos acecha, las carencias que nos emboscan, el desarraigo que se patentiza en los nuestros que, angustiados y aterrados por el continuismo, se replantean otra estampida para sumarse a los otros millones que se han ido ya. Venezuela, cual nómada, se marcha de Venezuela en la que no encuentra cómo vivir.
Es existencialmente una irresponsabilidad del mismo ciudadano marginarse del escenario histórico actual. No puede alegar, para justificar su ausencia, que no encuentra, no confía en nadie, como para acompañarle en el camino de la liberación. Miremos bien y, no olvidemos que nos han manipulado para dividirnos y quienes realmente no merecen apoyo, sostén, respaldo de ningún tipo, no son los opositores sino los que nos han gobernado, empobrecido, mediatizado, instrumentalizado para su beneficio y despojado, como en el infierno del Dante, de toda esperanza.
Sostengo con absoluta convicción que antes que promover candidatos a las primarias, hay que persuadir de su legitimidad y conveniencia. Ese debe ser el objetivo por alcanzar, la colina a conquistar, para luego ir en búsqueda de esas voluntades ya entonces reciudadanizadas y bregarlas para ganar su confianza y su aliento.
La conducta opositora ha de apuntar a las primarias, cuidando de no optar por las diferencias que puedan surgir en ese tránsito o acaso dimensionar como insalvables, las naturales disensiones y nunca, jamás, comprometer su desarrollo y realización. Es suficiente con lo que hacen y harán los adversarios y enemigos que se esmerarán en sabotearlas, afearlas, contaminarlas.
Hay que tejer y reescribir ciudadanía, unidad y solidaridad, si queremos construir una opción verdadera y no fantasías ególatras o cálculos oligárquicos. La nación para vencer al maligno pasado con ambición de presente que se eterniza, debe reencontrarse, rehacerse, reconstituirse para librar y asegurar la redención de la patria.
Debe suscribirse un acuerdo entre todos los aspirantes que participen en las elecciones primarias en torno a una obligación de cumplir con su concreción. No más vacilaciones ni condicionantes.
La reunión familiar, laboral, social, cada conversación sobre los asuntos públicos, tiene que constar de un capítulo sobre las primarias. Hagamos de esa consulta magnífica un verdadero ejercicio de ciudadanía, de soberanía.
Si empezamos y dejamos prístina la idea, su naturaleza y entidad ontológica entre los nuestros piramidalmente, tendremos la antesala del triunfo asegurada. Quien resulte electo en las primarias será el nuevo presidente de la república porque el pueblo que necesita y quiere edificar el cambio lo fraguará y lo defenderá cualquier costo.
El deseo de vivir de otra manera es aplastantemente mayoritario y si nos hacemos una auténtica introspección lo advertiremos, aun aquellos que dicen no interesarse en la política lo admitirían.
El oficialismo y su revolución de todos los fracasos hacen aguas escorados por el peso de la corrupción y parecieran muchos y muy importantes dignatarios, jueces, legisladores, militares, funcionarios, ser cómplices de todo género de transgresiones y delitos tipificados, contra la cosa pública. El descaro y la impunidad avergüenzan hasta la sinvergüenzura.
Ministros, presidentes de Pdvsa y altos oficiales han protagonizado un festín baltasariano, que se cree representan miles de millones de dólares desviados, distraídos y la fiesta sigue, chatarreándolo todo, además
Un Estado que no tiene cómo pagar los sueldos y salarios de los trabajadores públicos e incluso envía a sus oficiales medios a emprender, a rebuscarse acoto yo y discúlpenme el coloquio, está implosionando; tan herido como al país que han expoliado y saqueado impunemente.
Llega la hora de partir para los que depredaron la patria y si no lo reconocen así, de sacarlos entonces y el proceso de primarias inicia la ruta del desplazamiento, pacífico y democrático que esperemos tenga lugar. ¡Dios mediante!
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