22 de noviembre de 2024 7:03 AM

Francisco Santos: Desastre anunciado

Hace poco más de un mes los partidos de oposición en Venezuela tomaron la decisión, con complacencia de Estados Unidos, de acabar el gobierno interino que presidía Juan Guaidó. Se les advirtió, hasta la saciedad, de las consecuencias negativas. Se les dijo que nadie quería eso más que el narco dictador Maduro. Se les pidió, casi de rodillas, que por lo menos negociaran esa terrible decisión por algo igualmente importante.

Nada de eso sirvió. Bajo el auspicio de Julio Borges, quien llevaba varios años buscando acabar el gobierno interino, con la complacencia de Manuel Rosales, quien está en el bolsillo de Maduro, de Henry Ramos a través de su operador político Luis Aquiles Moreno y del vendido de Tomás Guanipa empujaron a la Asamblea para que pusieran fin al gobierno interino.

Una llamada del Consejo de Seguridad de la Casa Blanca o del Departamento de Estado a cualquiera de ellos hubiera frenado esa decisión. Pero no, se quedaron callados. Prefirieron pelear entre ellos, como lo llevan haciendo desde que se inauguró esta administración, y dejaron que esa decisión se ejecutara.

Los efectos no se hicieron esperar. El primero, los miembros de la asamblea se quedaron sin sueldo. Y ahora si lloran pero ellos tomaron la decisión. Segundo, perdieron representación ante los países que los habían reconocido y por lo tanto el manejo de temas como las demandas del oro en Inglaterra o Citgo en Estados Unidos quedaron en el aire. Tercero, la narcodictadura recuperó oxígeno político internacional que ahora se consolida con la llegada de Petro y de Lula al poder. Se perdió cualquier tipo de contrabalance internacional frente a Maduro y sus secuaces.

Por eso es imposible comprender cómo personas con gran entendimiento en este tema internacional como Brian Nichols en el Departamento de Estado o el mismo Juan González en la Casa Blanca no se dieran cuenta de los efectos nocivos de tan equivocada decisión. No sé si fue el resquemor de que esa política venía de Trump y había que acabarla lo que guió esa decisión, pero lo cierto es que el papel de los dos personajes mencionados, más el de Jimmy Story, embajador frente al gobierno interino, son ejemplo de una comedia de equivocaciones donde los egos, las peleas por el poder y la pequeñez de unos funcionarios crean un enredo donde todos salen perjudicados, incluyendo los intereses de Estados Unidos, y el único beneficiado es el malo de la película.

Casi que es un caso de estudio sobre cómo no se deben hacer las cosas y cómo las personalidades y la incompetencia llevan a desastres políticos como este. El miércoles de esta semana, Mark Wells del Departamento de Estado, estaba en España tratando de arreglar este enredo. Le está pidiendo a Dinorah Figuera, la presidenta de la Asamblea, que asuma el liderazgo del gobierno interino que ellos mismos con su vanidad, terquedad e insensatez ayudaron a tumbar.

No hay derecho. Sin embargo, esto tampoco excluye los egos, la corrupción y las ínfulas de grandeza de la oposición venezolana que le jugó a este tema. Desde Borges, y lo repito porque él ha sido la cabeza de este complot desde 2019, hasta Leopoldo López, quien se plegó en vez de pelear esta decisión con todo su capital político, son responsables de este fiasco. La verdad, los líderes de esa oposición merecen su suerte pues han demostrado lo pequeños que son.

Pero los venezolanos no merecen tener ese liderazgo que es capaz de venderlos por un mendrugo de pan como Tomás Guanipa y otros iguales o entregarlos por un pedacito de poder como lo hizo Rosales. Venezuela merece otro liderazgo que no esté corrompido o asustado. No es nada fácil pues el narcorrégimen se ha encargado de asustar, asesinar, desaparecer, encarcelar y comprar a muchos de la oposición. Por eso cuando finalmente se tiene un grupo parcialmente unido y con legitimidad como fue el G4 con el gobierno interino, que los funcionarios de Estados Unidos no hayan entendido la importancia de este instrumento como mecanismo de acción es incomprensible.

Maduro tenía un solo objetivo en política exterior desde 2019 y era acabar el interinato. Sí, se había logrado socavar la legitimidad del narcorrégimen, pero cuando una oposición miope, vana e inútil decide echarlo por la borda, uno por lo menos espera que funcionarios experimentados, serios y preparados como son los del Departamento de Estado o del Consejo de Seguridad de la Casa Blanca logren frenar semejante despropósito.

Pues no. Lo alentaron sin tener idea de lo que iba a pasar. No vieron las consecuencias y ahora tratan de arreglar su propio error. Quizás eso pasa cuando un gobierno en vez de poner a jugar a su equipo de las grandes ligas, decide por las razones que sea colocar uno de las ligas menores que escasamente pasa la prueba.

Ahora viene la recomposición de ese gobierno interino. Que no cuenta con un actor dentro de Venezuela, como era Guaidó, lo que resta impacto y legitimidad a la figura. Ojalá la señora Figuera no se convierta apenas en una firmona al servicio de Julio Borges porque así si apague y vámonos. Tiene un solo objetivo en este año esa presidencia interina, que se den unas primarias lo más masivas y se cree un nuevo liderazgo dentro de la oposición.

Que ese debate, si lo deja Maduro y los hampones que lo rodean, sea el renacer de una oposición vigorosa dispuesta a dar la pelea en las calles porque elecciones libres y limpias donde exista la oportunidad de ganarle a la mafia en el poder no se van a dar. En eso no se puede equivocar la oposición.

Mientras tanto, esperar que el equipo de ligas menores crezca y ascienda, se ponga las pilas, entiendan que deben trabajar juntos, asuman riesgos y no le dejen al continente una Cuba en esteroides trabajando con las mafias del narcotráfico al servicio de la desestabilización de la región.

Artículo publicado en La Silla Rota

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