Barra Plural 1063.
Sábado 4 de febrero 2023
Llegaron del Huila o Pereira; de Suan o Santa Marta; de Barranquilla o Riohacha, en fin de cualquier parte de Colombia con sus pocos bártulos a una tierra desconocida y por ella se desperdigaron.
Así, bien Barinas o Maracaibo, Caracas o Porlamar, Barcelona o Valencia -por solo citar las que a la mente rápidamente me vienen- fueron testigos de la llegada de ellos, colombianos, desplazados de su país, por el conflicto o atraídos por la prosperidad que en Venezuela se observaba y allá hicieron vida, bien en pareja si con ella llegaron, bien encontrando una que afecto les diera y crearon familia, una colombo-venezolana.
Esa familia creció y por el tiempo de permanencia en el país hasta nietos llegaron, pero las cosas cambiaron.
Un «proceso revolucionario» se instauró en la tierra de Bolivar y quienes de Colombia llegaron, a partir de cierto momento, fueron estigmatizados desde el poder, lo que sumado a una política pública destinada a hacer pobres a todos, obligó a la familia, ahora mucho más grande, a retornar. Como lo hicieron de Egipto Jesús, María y José. Y a Colombia vinieron, dejando atrás los afectos construidos en la tierra que estiman propia.
Probablemente en la mente de muchos no estuvo retornar. Lo evidencia el hecho que los hijos fueron inscritos en el registro de nacimiento colombiano de adultos, extemporáneamente, pero se inscribieron y el Estado los reconoció como nacionales del país pues en efecto lo son.
Años después, quien hizo el reconocimiento, abre un procedimiento sancionatorio masivo; priva a más de 42 mil personas de nacionalidad y los obliga a enterarse de la sanción cuando son detenidos por falsa identidad, o pierden el trabajo o estudios, no pueden movilizar sus pocos haberes o se les niega el pleno derecho a la salud porque no son colombianos y, en palabras de los funcionarios que aprobaron o ejecutaron el procedimiento sancionatorio, presentaron documentos o testigos falsos para acreditar su colombianidad.
En Fundación2Paises hemos acompañado exitosamente el ejercicio de acciones de tutela a más de 240 colombianos afectados por esa decisión de la Registraduría Nacional del Estado Civil de privarles de nacionalidad.
Así han recuperado la colombianidad que nunca debieron perder y lo hicieron con las mismas pruebas que evidenciaron el reconocimiento inicial lo que implica qué fue el Estado el que falló y lo hizo -entre otros motivos- porque como se colige de la sentencia del caso Gustavo Petro contra Colombia expedida por la Corte Interamericana de los Derechos Humanos, quien podía adoptar una decisión como esa era el Poder Judicial y no la administración.
Quien migra impulsado por las circunstancias internas de su país, es una víctima.
Los colombianos que desde Venezuela retornaron a Colombia movidos por esa situación, más de una vez víctima directa han sido, pero al observar lo que su país natal ha hecho con sus hijos y nietos, concluyen que han sido triplemente victimizados.
Su pregunta, para la que no hay respuesta, es: ¿hasta cuando?.
Gonzalo Oliveros Navarro
Fundacion2Paises
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